Comunicadores en crisis

La tarde se asoma sin apuros mientras camino por la facultad de Ciencias Sociales de la UBA en Constitución. Miro a un compañero y sin decir nada, sé que la misma pregunta nos acompaña desde que nos inscribimos en la carrera: ¿qué hacen los comunicadores sociales? La respuesta es compleja y, a su vez, múltiple. Hace unos meses me encuentro con una tesina de egreso: “Comunicadores en crisis: expectativas y realidades en las trayectorias de los estudiantes de Ciencias de la Comunicación – UBA”, de Federico Poore y Federico Fernández. “Es por acá” pienso, y meses más tarde, logro encontrarme con uno de los autores del texto.

“Mi sueño era ser editor de política de Página 12, así que esa era la idea con la que entré a comunicación”, cuenta Federico Poore, Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social (UBA) y periodista. Fue editor de política en la revista Debate y editor de política y economía en el Buenos Aires Herald. Actualmente, colabora con el sitio Chequeado y las revistas Information Technology y Noticias.

Charlamos sobre los claroscuros del plan de estudios, la salida laboral de los egresados, el rol del comunicador social hoy, entre muchos otros temas. “Me gustaría ver una carrera de comunicación más corta”, afirma con total certeza, y continúa: “…una carrera de grado que tarde 7 u 8 años en hacerse es un despropósito en este momento de la historia”.

Sin embargo, la gran carga teórica es lo que caracteriza a esta carrera en la UBA. “No digo que haya menos teoría y más práctica, sino que haya más teoría sobre la práctica”, y afirma: “la multidisciplinariedad de la comunicación se adapta muy bien a muchas otras disciplinas, entonces le dan la posibilidad a uno de poder reconvertirse en el futuro”.

 

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La carrera se inicia en la vuelta de la democracia, en 1985. En ese momento, ¿qué demandas había para que surgiera y qué se habían propuesto para darle impulso?

En un principio, quienes crearon la carrera de comunicación querían formar comunicadores para la democracia. Esta idea es un poco genérica, pero tiene que ver con lo incipientes que eran los estudios de comunicación en ese momento: no estaban tan definidos ni tan desarrollados. Dentro de este vacío, lo que faltaba justamente era una carrera que conjugara sociología, economía, historia, la propia comunicación, el propio periodismo, y así es como comienza. Creo que también en ese germen está lo amplio y lo genérico que resultan ciertos aspectos de la carrera de comunicación. Guillermo Mastrini, que es uno de los primeros egresados, contaba justamente que todos los pequeños sectores de esas áreas de las ciencias sociales quisieron incluir lo suyo, y terminó entrando ahí, y de esa manera se concibe el sesgo teórico y multidisciplinario de la carrera.

¿Creés que los objetivos han cambiado respecto de sus inicios o se trata de mantener los mismos?

Los objetivos pueden ser los mismos: hicieron algunas jornadas en las que se propuso reformar el plan de estudios. Con lo cual, ya a 13 o 15 años de haberse creado, había cosas que no estaban del todo contempladas. Esa reforma se cayó y hubo un nuevo intento para hacer una reforma que arrancó en el año 2010 con la misma idea: que la carrera, quizá, era muy teórica; que, tal vez, la carrera era muy larga; que la carrera, acaso, no daba respuestas a todo lo que el mercado de trabajo en ese momento demandaba. De modo que, sí hay una inadecuación del plan de estudios: no solo lo que se trabaja, sino también las últimas discusiones que se dan en los campos y en la carrera de comunicación.

En un principio, ¿viste el plan de estudios o entraste, preguntaste? ¿Cómo fue esa búsqueda vocacional, qué te atrajo y qué te llevó a decir “yo quiero estudiar comunicación”?

Cuando era muy chico quería ser escritor y recuerdo muy vagamente que el mandato familiar era: si querés escribí, pero si querés ganar algo de plata, tendrías que “encuadrarte” dentro del periodismo. Ese es un recuerdo muy adolescente o preadolescente del mandato familiar. Cuando ya estaba en el secundario, me interesaba muchísimo la política y mi sueño era ser editor de política de Página 12, así que esa era la idea con la que entré a comunicación. Yo sabía que había facultades privadas, sabía que estaba TEA, pero estaba en el aire la sensación de que la carrera de comunicación era un poco más integral en cuanto a lo que ofrecía, en cuanto al cruce con otras disciplinas de Ciencias Sociales, y yo entré en la página web a ver cómo era el plan de estudios, y la verdad que me interesó todo. Me lo quería comer. Teorías de la comunicación, Historia, Sociología, historia de los medios. Todo muy interesante. Y así fue como entré. No conocía a nadie que hubiera cursado la carrera, así que era más bien por comentarios: “ah, tal la hizo, está en eso”… De ahí, a anotarme. Pero no tenía mucha idea.

¿Creés que al resto de los ingresantes les pasó lo mismo? ¿Por qué suelen entrar?

Hay dos grandes grupos. Los primeros son quienes quieren ser publicistas o periodistas directamente, y esa es su idea desde un principio. En todo caso, la UBA una vez más es la que les brinda un enfoque más completo en cuanto a lo que quieren hacer. Y después, hay otro grupo que es más difuso, interesados en las artes o la gestión cultural, o las Ciencias Sociales en general, o el mundo académico de las Ciencias Sociales, y ven que hay muchas disciplinas incluidas en comunicación, y empiezan sin mucha idea de qué quieren hacer. Esto es sobre la base de las entrevistas que hicimos para la tesina. Son los dos grupos. Me parece que no está muy claro en algunos casos, aunque eso no es necesariamente un problema o una inadecuación del plan de estudios porque lo que veíamos en las entrevistas, a veces, era que esta especie de los primeros años introductorios y generales iba a tono con esa idea difusa o esa búsqueda de muchos estudiantes.

Hay una parte muy buena de tu tesina en la cual entrevistás a Guillermo Mastrini, y él dice que la carrera te sirve para tener un tiempo más, unos años extra para poder pensar qué es lo que querés hacer.

Exacto, ganar tiempo, eso es muy interesante. Y hay una tesina anterior, ahora no recuerdo las autoras, pero que colocaba a los estudiantes de comunicación como coconstructores del plan de estudios. De alguna manera, mientras entran lo van armando, como si fuera un ida y vuelta de lo que quieren hacer y lo que eligen, lo que van viendo, qué es lo que más les gusta.

Con mis compañeros y compañeras tenemos estas charlas usualmente, donde hablamos acerca de este triple choque entre las expectativas que uno tiene y lo que la carrera te ofrece y lo que estás cursando. Todo esto anclado entre el periodismo y la publicidad. ¿La carrera te da herramientas para desenvolverte luego en esos campos o no lo hace del todo?

La carrera es muy teórica, todo el mundo lo dice y coincide. Creo que tiene que ver con estas múltiples disciplinas de las Ciencias Sociales que nutren la carrera. Me parece que no es un problema, aunque sí lo fue durante mucho tiempo. Es decir, la gente que quiere experiencias prácticas o prácticas preprofesionales durante la carrera, y disfruta mucho de los talleres, por ejemplo, lo que dice es que llegan…, pero llegan muy tarde en la carrera. Es decir, quizá salvo Taller I; si te mandás justo de golpe a hacer Taller II, la mayor parte de los talleres, los talleres llave e, incluso, los que se dan dentro de la orientación ocurren muy adelante en la carrera, y, por ahí, alguien lleva cinco o seis años de carrera y recién está experimentando esas cosas. Mientras que, y ahí va la comparación con otras ofertas académicas, quizá, alguien que tiene una carrera más práctica, a los veinte o veintiún años ya tiene un montón de pequeñas experiencias vinculadas a periodismo y a publicidad. Y la otra es referida a la práctica: cuán a tono está con los últimos cambios.Es decir, de 2010 a la fecha, existe una crisis en el campo del periodismo o de la prensa gráfica en todo el mundo, pero exacerbado en la Argentina, que no está completamente visualizado en la carrera, se refiere a cuáles serían los nuevos formatos. A veces, se piensa mucho o se estudia mucho la prensa gráfica, la radio, la TV abierta, pueden ser algunas experiencias comunitarias, y también porque es muy propio de la carrera de comunicación, pero no ocurre en otras carreras. No en los portales, no tanto en las redes sociales. Y no creo que tenga que ser el eje de la carrera porque hay algo que está muy bien, y quiero subrayarlo, que es la parte de la historia de la comunicación y del trabajo en comunicación que es la principal ventaja, el principal haber que tiene la carrera en la UBA con respecto a otras. No hay que entregarse a estudiar sólo lo último, pero sí se pierde buena parte de lo último que se está viendo…

Volviendo al tema de las reuniones con respecto al cambio en el plan de estudios… no se terminaron de concretar los acuerdos ¿Cuáles son los obstáculos que aparecen?

Por lo que entiendo hubo, después de varios años de idas y vueltas para concretar la reforma del plan de estudios, una especie de propuesta de consenso que trajo o impuso, según quien lo diga, la propia dirección de la carrera. La idea fue reformular las cinco orientaciones en tres troncos que ahora no recuerdo bien. Uno tenía que ver con el campo académico, y no sé si había uno que era específico de la planificación. Esto supuestamente está aprobado y en la carrera de Ciencias de la Comunicación también está aprobado. Hay una disputa política que tiene que ver con el rectorado de la UBA. Cuando la carrera de Comunicación elevó este nuevo plan aprobado, el rectorado se rehusó a considerarlo. Entonces está en una especie de limbo institucional hace ya varios años. Porque imaginemos que, desde 2010, se discute, ya estamos en el 2018 y todavía no hay noticias de solución. Más aún, cuando esté aprobado definitivamente habrá, incluso, un tiempo de transición. De esta manera, hablamos de tiempos larguísimos y el mayor miedo es que cuando finalmente se apruebe, si es que ya esta anterior reformulación no nos queda vieja, habrán pasado diez años. Así que sí, los tiempos institucionales son los que están demorando todo. Y en verdad, es una lástima.

María O’donnell en una entrevista con Sendero Elegante opinó que para ser periodista no hace falta estudiar comunicación social. Que es un oficio y, se aprende. Quizá, con seis meses de práctica podés formarte para tener una base. ¿Estás de acuerdo? ¿Es necesario estudiar comunicación social para ser periodista?

Hay una distinción clara que es que, en la Argentina, el periodismo no es un oficio colegiado, es decir que, a diferencia de otros países u otras prácticas en la Argentina como la medicina o el derecho, uno no necesita un título para ejercerlo. Eso es así y, en principio, me parece bien. La otra diferencia es si la carrera de comunicación es necesaria para hacer periodismo. No, la verdad que no, yo conozco muy buenos periodistas que han sido formados en otras escuelas o en la vida o vienen de otras disciplinas y luego se acercan al periodismo desde su área de especialización. Sí creo, y es una especie de consejo, si alguien quiere hacer periodismo, que la carrera de comunicación en la Universidad de Buenos Aires es la caja de herramientas más completa que se le puede dar a un periodista. Si lo tuviéramos que reducir a una especie de cliché es: no es solo contar algo o saber contar algo, sino saber sobre qué vas a contar. Entonces a vos te pueden enseñar la pirámide invertida o a agarrar un micrófono el primer día de tu escuelita de periodismo, pero si vos no tenés una base de Historia, de Semiótica, de Sociología, de teorías de la comunicación sobre las cuales puedas basarte para ir al encuentro de tu objeto de profesión, te falta una pata. Está bien: la idea es la caja de herramientas, y esto es finalmente lo que te da la carrera.

¿El periodismo necesita de comunicadores sociales?

Sí, sin dudas. Hay una entrevista que publicamos de Martín Barbero y que lo citamos en la tesina. Tiene bastante que ver con esto que hablábamos antes. El periodista que sepa que existen intereses económicos, intereses políticos, que hay cruces dentro de lo que uno produce, cuál es la propiedad de los medios. Todos esos elementos te los va a dar una carrera más completa que una tecnicatura en periodismo, un poco más simplona o un poco más imparcial. Los métodos se aprenden rápido. Uno puede realmente en tres meses saber los métodos sobre cómo escribir una nota periodística o cómo hacer una entrevista en radio o cómo salir en la tele y hacer una de estas especies de coaching para dar bien en cámara. Ahora, el conocimiento cultural con el cual uno se enfrenta o aborda una noticia es lo que hace a la inteligencia del periodista. La propia inteligencia que uno tiene para diseminar una noticia, para que se la diseccione, y luego publicarla. La comunicación social te lo da y ese es un buen activo, a pesar de que la carrera  necesite, como dijimos, ciertas prácticas.

Junto a Ramón Indart escribieron «El poder del juego, el gran negocio de la política argentina». Han pasado ya cuatro años desde su publicación y el poder sigue llamando al juego y viceversa, esto se sabe, pero no hay muchos que lo narren. ¿Crees que ese libro vino a llenar un pozo de información?

En principio es un libro que analiza el negocio de los bingos y casinos en la Argentina, vino a cubrir un nicho no explorado de manera sistemática. El negocio del juego siempre fue muy oscuro, nunca hubo muchas estadísticas. Al estar provincializado, es decir que cada provincia tiene derecho a explotar su propio negocio de la misma manera que pasa con los recursos naturales, ni siquiera hay coordinación en cuanto a las estadísticas que se publican. Con lo cual lo que vinimos a contar era quiénes eran los dueños del juego, quiénes son los principales empresarios que manejan la actividad en la Argentina, cuál es su relación con la política, con el negocio del juego y acercar estas estadísticas que no existían, y dan un pantallazo mucho más acertado de lo que era este negocio.

Para la creación del libro, ¿en qué sentís que te haya nutrido la carrera?

La mirada crítica es algo que siempre aporta la carrera. En el caso del libro, me parece que es algo fundamental. Ramón Indart (periodista en América TV) también estudió conmigo Comunicación, los dos nos recibimos juntos y no hace tanto que somos licenciados. Pudimos ir más allá. Me parece que la carrera te da tanto para leer que también uno puede pensar en grande y ser mucho más ambicioso en lo que busca. Y tener esta idea de totalidad es importante. Participar en talleres donde uno aprende a escribir, materias donde se hace historia acerca de algunas cuestiones, le dan más herramientas a uno para poder abordar el objeto de estudio, en este caso el juego.

¿Suelen ser indecisos los estudiantes de comunicación social respecto a lo que quieren hacer?

Sí, existe una especie de confusión vocacional sobre lo que quieren ser, con respecto a si quieren ser periodistas, si quieren ser publicistas. Como no está muy definido ese campo, a veces, se vislumbra una frustración cuando más adelante en la carrera no todos terminan siendo periodistas o publicistas. Me parece que esa es una definición importante. Cuando se hacen entrevistas acerca de qué trabajan los comunicadores, lo que se observa es que hay gente trabajando en relaciones institucionales y cada vez más, y es un fenómeno mundial, pero en la Argentina también pasa, trabajan en comunicación institucional. No es algo que se tematice en la carrera. Sin embargo, uno ve que si el 40 % de los estudiantes termina en relaciones institucionales y esto no se habla en la carrera, resulta una inadecuación importante y una idea de que «si yo no soy periodista político no conseguí lo que quería hacer en la carrera». En el caso de la publicidad es un poco más sencillo, porque si uno quiere estudiar publicidad, hay más opciones. No está tan en crisis como el periodismo, pero también se da.

En 1998, Martín Barbero reflexionaba acerca de la carrera de Comunicación con el siguiente texto: «de alguna forma, hay un país nuevo que le pediría a la universidad otras cosas que las que la universidad ofrece. Muchos más técnicos, muchos más cuadros medios, mucha más gente capaz de involucrarse en los procesos de reestructuración administrativa e ingenieril de las empresas”. Martín lo vincula a una búsqueda de identidad de la carrera, ¿la comunicación social sigue buscando? ¿qué buscarías si tuvieras la posibilidad de conformar un plan?

Hay fuerzas que están en tensión como las que menciona Martín Barbero. Una tiene que ver con el impulso del mercado para producir o buscar la eficiencia y la rentabilidad de manera cada vez más directa con respecto a los comunicadores. Y es lo que te comentaba, existen los medios, existen ciertos procesos de gestión, existe comunicación de grandes empresas. Todo lo que el mercado pediría de los comunicadores que está en clara tensión con la idea de producir comunicadores críticos. Está clarísimo. La pregunta es, y esto es lo que dispara un poco la tesina, el comunicador crítico también necesita una inserción laboral o un futuro en el horizonte de mediano plazo. Entonces, entre esas dos tensiones y una tercera que tiene que ver con la academia, con la producción propia de conocimiento, con la reproducción de conocimiento, con la docencia, con lo que tiene que ver con el proceso de la comunicación, es donde se debate esta idea del plan de estudios. Nosotros, o en el caso particular mío, me gustaría ver una carrera de comunicación más corta. Pero por el simple hecho de que una carrera de grado que tarde 7 u 8 años en hacerse es un despropósito en este momento de la historia, de lo que valen los títulos académicos o de la expansión de maestrías o de la posibilidad de seguirlo. Resulta incompatible. No importa cuál sea el proyecto de vida del estudiante. En algún momento, y esto tiene que ver con mi historia en particular, en la medida en que la carrera se alarga, uno tiene que combinarla con el trabajo. Y si uno no tuvo prácticas o no recibió prácticas preprofesionales adecuadas, no puede conseguir un trabajo en comunicación. Entonces, comienza a trabajar en otra cosa, y para el momento en que termina la carrera no tiene experiencia en comunicación. Surgen así una serie de paradojas en la vida del estudiante que la carrera produce sin quererlo, y que deberían de modificarse. Por eso, digo que esta es una de las más claras. Y es muy interesante, no quiere decir que haya menos teoría y más práctica, sino que haya más teoría sobre la práctica. Hubo cambios que se daban en fotoperiodismo, en redes sociales, en reconversión de redacciones, que no están lo suficientemente analizados en la carrera.

Claro, como un “¿qué estamos haciendo?”. En el mercado, nos exigen esto, y como nos lo exigen, es que empezamos a preguntarnos y a consultarnos. El comunicador social es también un sujeto que trabaja, pero se resiste a cierto sistema en que puede llegar a insertarse. Trata de esquivarlo e irse hacia la crítica, pero que, a la vez, debe ser profesional y que, obviamente, sustente su vida.

Exacto, y es una línea muy delgada y muy complicada de sostener con esta idea en mente. Que, quizá en el campo concreto del periodismo, aparece por un lado la idea de que los medios son manipulación corporativa, son malos, están totalmente guiados por intereses privados, y, por el otro, la idea de y bueno, estás estudiando periodismo para hacer periodismo o lo que fuera. Hoy el periodismo masivo es esto; entonces el estudiante está tironeado entre esas dos situaciones. Y en un lado, Guido Braslavsky, periodista de Clarín, decía: «yo me resisto a la idea de que los medios sean solo dominación corporativa, y bajar esa línea en los estudiantes, porque si no, ¿para qué están acá?». También hay un debate interesante, que es intentar disociar y pensar la forma en que uno puede insertarse en el sistema manteniendo todo el esquema de valores crítico que le pudo haber dado la carrera. Y es una diferencia enorme, y puede hacer que se convierta en un mejor periodista e, incluso, más exitoso que otros que simplemente vienen a reproducir discursos de los que ya existen. Pero para eso no hay que abandonar de entrada la idea de que «bueno, voy a trabajar de esto», y hacerse a la idea de que hay que trabajar de eso.

¿Conseguiste estar en esa línea de equilibrio entre profesionalismo, crítica y sustento económico?

De alguna manera. No es completamente exitosa por muchos motivos. Conseguí trabajo en Página 12, no como editor, sino como pasante, en la bolsa de trabajo de la UBA. Por eso, le estoy agradecido a la carrera. Así fue como comencé. Después entré a Revista Debate, donde fui editor; después trabajé tres años y medio en el Buenos Aires Herald. Ahora, no estoy exento de la crisis de los medios que se vive en todos estos lados. Mi trabajo a tiempo completo hoy no es el periodismo; aunque me sigo reconociendo como periodista, ahora colaboro para varios medios. Así que no sé hasta qué punto lo logré o no, pero valió la pena el intento, y también esta idea de que no es tan lineal trabajar para un medio, y entonces vos reproducís automáticamente lo que ese medio representa. Hay muchísima gente en medios de lo más variados que son muy valiosos y que atraviesan transversalmente a Clarín, a La Nación, a Infobae, a Perfil, y que, en muchos casos, se nota la impronta crítica que les dio la carrera de comunicación.

¿Las tres peores materias?

Bueno, no voy a dar nombres, pero voy a decir solamente los títulos de las materias. No me gustó Taller de datos, me parece que, desde este enfoque crítico que hablamos, es la que menos claro lo tiene, al menos, en el momento en que yo la cursé. Historia Argentina la verdad que también me defraudó, es una especie de «raconto» muy a vuelo de pájaro sin lectura de clásicos y sin criterio claro. En un cuatrimestre, dar Historia Argentina es una locura, pero además darlo de esa manera es algo que no me gustó. Planificación de la actividad periodística es, quizá, un poco por la forma de estudio y aprendizaje de memoria, una especie de resabio de secundario de los años setenta y no de una carrera de grado de Ciencias Sociales.

¿Las tres más relevantes?

Las semióticas son claves, uno se aburre de ver a Eliseo Verón y los significantes, pero la verdad que de ahí se desprende el mundo de la publicidad y buena parte del mundo de la comunicación. Si no se comprende esto, no se comprende casi nada. Comunicación II con Mangone la verdad que me gustó mucho, y en la tesina lo retomamos también porque hace historia, y muy interesante, sobre los estudios de comunicación y del campo de la comunicación de América Latina.

¿Cómo te seguís formando vos más allá de comunicación y periodismo? ¿Qué otras alternativas buscaste por fuera de la carrera? ¿Qué te gustaría hacer en un futuro?

Bueno, exploré todo lo que tiene que ver con el periodismo de investigación con el libro del juego, pero también con otras colaboraciones en Chequeado, Noticias. En realidad, hay muchos temas a partir de los cuáles uno puede encontrar mucho para crecer e instalarse como referente. Es una especie de actualización profesional. A la fecha, me siguen llamando o buscando por el libro del juego que se leyó hace bastante tiempo. Mi colega Ramon Indart, en este momento, está en Mendoza en una conferencia sobre periodismo y juego. Eso sigue muy presente y activo. Un buen aprendizaje de esto es que la comunicación es una buena plataforma para después especializarse. Se puede hacer periodismo científico, periodismo de ecología, comunicación con estudios urbanos o comunicación y arquitectura. Las salidas realmente son bastante infinitas, y, volviendo a lo que decía Mastrini, es uno de los grandes capitales de la carrera: la comunicación no te encierra, no es que simplemente seas ingeniero hidráulico y es todo lo que podés hacer dentro de ese campo de la ingeniería. Así que la multidisciplinariedad de la comunicación convive bien con muchas otras disciplinas, entonces le dan la posibilidad a uno de poder reconvertirse en el futuro.

Por último, ¿para qué están los comunicadores sociales?

¡Qué pregunta! Tengo un libro por ahí que dice “¿para qué sirve un sociólogo?”. En este momento, hay un exceso de información, en esto coinciden especialistas y analistas. El papel del comunicador no se borra. Te doy un ejemplo: se está pensando que hay cierto tipo de noticias, como la actualización de deportes o resultados de ciertos premios, que pueden automatizarse en un 100 %, porque en el futuro no se van a necesitar comunicadores para informar que Lanús va ganando 2 a 1 con gol de Pepe Sand. Sin embargo, ante el exceso de la información que hay en este momento, no exigen menos, sino, incluso, más periodistas con otra función que se refiere más al análisis y a la interpretación. El poder decir que Sand metió un gol posiblemente con un dron o un robot pueda pasar de acá a cinco o diez años. Ahora bien, analizar una elección general o provincial en América Latina, analizar el comportamiento del dólar a lo largo de una serie de meses y motivos culturales y psicológicos detrás… Ahí existe un rol de interpretación, de traducción y de análisis que debe hacer un comunicador y para ello, necesita la caja de herramientas que le da la carrera. Hay numerosas disciplinas o existen diversos procesos sociales, culturales y políticos que no logran alcanzar a una gran cantidad de receptores porque son muy complejos, se explican mal, etc. Estos requieren de un trabajo de una comunicación adecuada para poder llegar a un público más amplio, y este papel se realiza explicando, analizando e interpretando en lenguaje sencillo. Esta es la clave que deben reunir los comunicadores.

NOTA: JUAN ZINGONI / SENDERO ELEGANTE

FOTOGRAFÍA: MATÍAS ELOY UEMA / SENDERO ELEGANTE 

COLABORACIÓN: ANDRES BETEMPS – LILIANA VELASCO / SENDERO ELEGANTE 

Juan Ignacio Zingoni

Juan Ignacio Zingoni tiene 23 años, es de Bahía Blanca y estudia Ciencias de la Comunicación Social (UBA). Comenzó cubriendo recitales y entrevistando músicos para la revista digital "SPE". Co-produjo "Y se reía como loca" en FM La tribu y "Antes que nosotros" por Radio Monk. Sus temas preferidos para tratar son: arte, ciencia y medio ambiente. Como hobby escribe cuentos de ficción y aprende a tocar distintos instrumentos. Juan espera que cuando termine la pandemia pueda volver a producir "Terraza", un ciclo de música en vivo, cata de vinos y maridaje.

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