EL PARTIDO MÁS TRISTE

POR JUAN PABLO CHIODI

El 21 de noviembre de 1973, Chile debía jugar en el Estadio Nacional de Santiago ante la Unión Soviética (URSS) para clasificar al Mundial de 1974. Solo habían pasado dos meses del golpe de Estado sangriento de Augusto Pinochet, y el Estadio Nacional se había convertido en el mayor centro de detención y torturas de Chile.

La Unión Soviética se resistió a jugar en el Estadio y denunció las violaciones a los derechos humanos que allí se cometían. La FIFA ignoró el pedido soviético y la Selección chilena salió al campo de juego sin rival: se llenaron a medio las tribunas, se cantó el himno, y se levantaron las banderas chilenas al viento. Los jugadores chilenos sacaron del medio y avanzaron tocando el balón sin oposición hasta la portería contraria para empujar la pelota al fondo de la red. Gol y fin del triste espectáculo: el teatro del absurdo, como lo definió el ex jugador de la selección Leonardo Véliz.

Hoy, 46 años más tarde, el Estadio Nacional de Chile vuelve a ser protagonista al cancelarse la final de Copa Libertadores que allí debían jugar este fin de semana River y Flamengo. Mientras reprimen al pueblo chileno que sale a las calles, la pelota está quieta. Al menos esta vez no habrá farsa en el Estadio Nacional.  Conversamos al respecto con los periodistas deportivos de Fox Sports Walter Safarian y Ariel Helueni.

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Una tribuna del Estadio Nacional de Santiago se encuentra preservada tal cuál estaba en los ´70. Recuerda a los miles de detenidos y torturados que pasaron por sus tribunas.

El partido fantasma
El 11 de septiembre de 1973, el comandante Augusto Pinochet encabezó el golpe de Estado contra el socialista Salvador Allende. Tras soportar un bombardeo intenso en el Palacio de la Moneda, Allende decidió suicidarse antes que entregarse a los militares golpistas y se disparó con una AK-47, que fuera un regalo de Fidel Castro. Comenzaba la historia más oscura de Chile, con una dictadura que iba a durar 17 años y tendría a más de 3.000 desaparecidos y 30.000 torturados. El terror era el arma predilecta para luchar contra “la amenaza comunista”. 

Solo 15 días después del golpe, en medio de la represión, la Selección chilena tuvo que jugar el repechaje frente a la Unión Soviética para decidir su clasificación al Mundial de Alemania Occidental de 1974. Atravesar el telón de acero no fue sencillo: «Al llegar al aeropuerto en Moscú no nos dejaban entrar. Tampoco a mi compañero Elías Figueroa», recuerda el ex goleador chileno Carlos Caszely en La Nación. «El recibimiento fue muy frío. No hubo protocolo ni diplomacia para nada», agrega Leonardo Véliz, otro de los jugadores del plantel. 

En la noche helada del 26 de septiembre de 1973, se enfrentaron URSS y Chile en el Estadio Lenin de Moscú. No pudieron ingresar cámaras ni periodistas chilenos al encuentro, del cual apenas se conocieron algunas fotos, por lo que se lo conoció como el “Partido Fantasma”. Hubo incluso quienes aventuraban que el partido podía no jugarse y que la URSS planeaba secuestrar a los jugadores chilenos para intercambiarlos por presos políticos en Chile. Finalmente, el encuentro se jugó y concluyó con un cerrado 0 a 0, en un partido tan tenso como el clima que lo rodeaba.

El primer partido Chile lo empató en la Unión Soviética. Se jugaba la clasificación al Mundial a realizarse en Alemania en 1974. 

La Parodia 

El partido de vuelta estaba pactado para el 21 de noviembre de 1973 en el Estadio Nacional de Santiago. En aquellos primeros días después del golpe militar, esas instalaciones se convirtieron en el mayor centro de detención y tortura de los opositores: se cree pasaron por allí más de 12.000 detenidos, miles fueron torturados y decenas fusilados. 

En aquel “campo” debía celebrarse el partido entre Chile y la URSS. Desde la Federación Chilena de Fútbol se dieron otros estadios alternativos, pero la Junta Militar quería demostrar normalidad. Ante las denuncias soviéticas, la FIFA, bajo la conducción del inglés Stanley Rous, decidió enviar una comisión evaluadora. El entonces vicepresidente de la FIFA, el brasileño Abilio D’Almeida, y el secretario General, el suizo Helmut Kaser, recorrieron el campo junto a Patricio Carvajal, ministro de Defensa de Pinochet. 

Mientras ellos recorrían el césped, muchos de los prisioneros fueron llevados a los vestuarios debajo del estadio, ocultos de los ojos de la FIFA. A punta de pistola se les ordenó que guardaran silencio. “Queríamos gritar, decirles: `oigan, aquí estamos, mírenos´. Pero parecía que sólo estaban interesados en las condiciones del pasto”, contó Felipe Agüero, uno de los tantos prisioneros de aquellos días. 

El informe fue concluyente: “En el estadio se puede jugar, la tranquilidad es total”. Pero la URSS se negó y no viajó a Chile. “Por consideraciones morales, los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el Estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos”, expresó en un comunicado la Agencia Soviética de Noticias. 

Militares chilenos custodian a los prisioneros en las tribunas del Estadio Nacional.

El partido de la vergüenza

La FIFA descalificó a la URSS por no presentarse a jugar y Chile se clasificó automáticamente al Mundial. «A nosotros nos dio la noticia el presidente de la Federación Chilena de Fútbol, Francisco Fluxá. Viene a la concentración, nos dice que los rusos no vienen, y que, por lo tanto, estamos clasificados para Alemania. Pero nos dice que la FIFA había ordenado que teníamos que entrar a la cancha, y que teníamos que hacer el gol», recuerda Caszely delantero figura de ese equipo. 

La Junta Militar decidió jugar en el Estadio Nacional para dar una imagen de normalidad al mundo. Chile, vestido de rojo, salió a la cancha ante la mirada de 15.000 personas en el Estadio Nacional. Carabineros tocó el himno y se levantó la bandera chilena. El árbitro pitó el inicio —suerte que les tocó sacar a ellos—  y cinco jugadores chilenos avanzaron pasándose la pelota hasta al arco vacío. El  «Chamaco» Valdés, por entonces capitán, golpeó en soledad el balón y convirtió el gol más triste de la historia. 

Para completar la farsa, la Selección jugó un amistoso contra los suplentes del Santos de Brasil. El resultado fue 5 a 0 a favor de los brasileños. La Roja se había clasificado al Mundial, pero ninguno de sus jugadores podía abstraerse de lo que sucedía en el país y debajo de las tribunas. 

“Ese partido fue un anticipo de lo que pasó en Argentina durante el Mundial 78. La FIFA miró para otro lado cuando pasaban cosas muy graves, y para ellos la pelota tenía que rodar sin importar las consecuencias. Jugar un  partido de fútbol en un estadio donde mataban y torturaban gente fue una auténtica locura, uno de los tantos disparates a los que la FIFA nos tiene acostumbrados”, reflexiona el periodista deportivo Ariel Helueni, en charla con Revista Sendero.

“Fueron varios los jugadores chilenos que se quedaron con bronca y decían `si nosotros fuimos a jugar a la URSS con el momento que se vivía allá, ellos tendrían que haber venido´. Por eso, los chilenos decidieron de buena manera salir a la cancha y hacer de cuenta que el partido se jugaba”, contrasta con su mirada el periodista Walter Safarian. “Una cosa es la situación política de un país y otra lo deportivo, y acá estaba en juego el pase a un Mundial, más allá de lo doloroso que fue esa época en Chile y en toda Latinoamérica con los golpes de Estado y las dictaduras”, agrega. 

“La juventud y el deporte unen hoy a Chile”, podía leerse en el cartel gigante sobre el Estadio Nacional de Santiago. La imagen que buscaba transmitir la dictadura era de normalidad.

El Rojo de la Roja

Carlos Caszely es recordado como uno de los mejores delanteros de la historia de Chile, un jugador distinto dentro y fuera de la cancha, apodado “el rey del metro cuadrado” por su facilidad para soportar la presión rival y su habilidad para eludir adversarios en espacios reducidos. Sin embargo, su mayor jugada no fue dentro de una cancha. 

Previo al Mundial de 1974, Pinochet recibió a la Selección chilena. Después de un breve discurso “motivándolos”, el dictador saludó uno por uno a todos los jugadores. O a casi todos. Caszely dejó sus manos detrás mientras Pinochet pasaba frente a él.

“No le di la mano como muestra de mi profundo rechazo a esa violencia, a esa no democracia, a ese terrible daño que suponía ver cómo Pinochet había roto el corazón de Chile”, comentó años más tarde el propio Caszely. “Hasta el día de hoy, no sé si fue valentía o susto”, se preguntó tiempo después. Lo seguro es que el mejor delantero del país había sido el primero en dejar en offside a Pinochet. 

Que haya sido Caszely el único en negarle la mano no fue casual. “El Chino”, como también se lo conoce, había respaldado a la Unidad Popular, el partido que encabezaba Salvador Allende, y en las elecciones de 1973 apoyó públicamente al Partido Comunista. Incluso, un informe del Servicio de Inteligencia Militar brasileño (SIM) calificó a Caszely como “elemento activo del Partido Comunista de Chile” y recomendaba al Santos de Brasil que desista de comprar su pase. 

Caszely junto a Salvador Allende en 1973, previo a la final del Colo-Colo contra Independiente.

Además, “El Chino” era la gran figura del Colo-Colo que llegó a la final de la Copa Libertadores de 1973, su mejor actuación hasta el momento. En plena huelga de transporte que tenía paralizado al país, miles de hinchas se las ingeniaban para llegar al Estadio Nacional a apoyar al Colo-Colo.

El técnico Luis Álamos cuenta que antes de los partidos importantes, Allende lo llamaba y le decía: “Ojalá que ganen, para mantener unido al país”. Aquel Colo-Colo era mucho más que un equipo de fútbol. “La campaña de Colo-Colo retrasó el golpe, cuando quedó eliminado de la Copa (en junio), ese mismo mes se produjo el `tancazo´, que fue una suerte de ensayo (de lo que meses más tarde comenzaría a hacer Pinochet)”, afirma el periodista deportivo Luis Urrutia.

“Ese Colo-Colo terminó siendo la base de la Selección chilena. En esa época no había jugadores que jugaban fuera del país, y por lo general los entrenadores lo que buscaban era armar bloques a partir de equipos exitosos: en Holanda, el Ajax; en Chile, Colo-Colo”, describe Walter Safarian. 

Mientras Caszely disputaba el Mundial, una noticia lo sacudió para siempre: su madre Olga había sido secuestrada, quemada y torturada, aunque fue encontrada con vida en los alrededores de un campamento de presos políticos de la dictadura.

“Yo fui secuestrada en mi hogar y llevada a un lugar desconocido con la vista vendada, donde fui torturada y vejada brutalmente. Fueron tantas las vejaciones, que ni siquiera las conté todas”, relató Olga frente a las cámaras, junto a su hijo, en un spot televisivo en apoyo a la campaña del “NO”. Era el año 1988 y estaba en juego el plebiscito que definiría la continuidad o no de Pinochet por 10 años más. Caszely, “el rey del metro cuadrado”, una vez más eligió ponerse la camiseta y para enfrentar al rival de toda la vida, protagonizó el spot.

Spot de la franja televisiva por el “NO” protagonizado por Carlos Caszely su madre Olga Garrido.

Pinochet se mete al fútbol

El dictador sabía la importancia que tiene el fútbol en la sociedad chilena y no podía dejar este ámbito fuera de su control. En 1975, el ex general director de Carabineros Eduardo Gordon Cañas fue nombrado como Presidente de la Asociación Central de Fútbol, y un año después, en 1976, fue intervenido Colo-Colo. El interventor Luis Alberto Simian, al asumir el cargo declaró: “Llega la época de las empresas con camiseta: Existen técnicas para administrar empresas y ese criterio se comienza a aplicar en el fútbol”. Todo un símbolo de la época, el pinochetismo y el neoliberalismo se metieron de lleno en el fútbol. 

Según recuerda Carlos Caszely, “Pinochet buscaba manejar el fútbol para, por ejemplo, hacer jugar a Colo-Colo y la Universidad de Chile un 11 de septiembre (aniversario del golpe de Estado), para distraer de las manifestaciones que solían ocurrir en esa fecha».

“La política siempre estuvo metida en el fútbol. Lo vemos desde los mundiales de Italia ´34 y Francia ´38, donde Mussolini estaba directamente al frente del equipo. Y en el Mundial del ´78, más allá del dolor de algunos jugadores, Videla iba a la cancha. Siempre los gobiernos buscan utilizar el fútbol para sacar ventaja, más aún para los gobiernos de facto”, analiza Safarian.

En 1984, Pinochet fue nombrado presidente honorífico del club Colo-Colo, e incluso previo al plebiscito de 1988 prometió una inversión millonaria para la renovación del estadio. 

El fútbol en Chile, hoy

Después de grandes quiebras y problemas económicos de grandes equipos como Colo-Colo o la U de Chile, en mayo de 2005 se aprobó la ley de Sociedades Anónimas Deportivas. Una figura legal que pretende “mejorar la administración y garantizar la transparencia en la entrega de los balances financieros”.

En el 2006, Sebastián Piñera se convirtió en el accionista mayoritario de Blanco y Negro S.A., la sociedad dueña del Colo-Colo. Desde ese lugar ganó popularidad, se acercó a los jugadores y al equipo; cuatro años más tarde, en 2010, fue elegido presidente de Chile. “Los clubes son espacios de poder y por eso están muy vinculados a la política. Es una plataforma que muchos ven con cariño para poder aspirar a un cargo político”, afirma el periodista Ariel Helueni.

«Sebastián dice que es de Colo-Colo para ganar votos, en realidad él siempre fue de la Universidad Católica», declaró entre risas el hermano del Presidente, Miguel Piñera.

 

Hoy la pelota dejó de rodar debido al contexto político. Con el estallido social que se produjo en Chile, el país se paralizó: el fútbol quedó suspendido y se canceló la final de la Copa Libertadores en el Estadio Nacional. 

En las protestas se vio a hinchas del Colo-Colo, de la U de Chile y de la Universidad Católica cantar juntos contra el presidente Piñera. También, barras bravas de distintos equipos amenazaron con que si la final de la Libertadores se jugaba en Chile, ellos iban a coordinarse para impedirlo. 

Pero el pedido de parar la pelota no fue solo de los hinchas. Gary Medel, referente de la Selección de Chile, comunicó que habían decidido no participar de la fecha FIFA, y cancelaron su amistoso de la semana pasada ante Perú. «Hay un partido más importante que es el de la igualdad, el de cambiar muchas cosas para que todos los chilenos vivan en un país más justo», expresó Medel en su Instagram.  “Está perfecto que los futbolistas se impliquen, como todos lo hacemos: el médico, el carnicero e incluso los periodistas, que tal vez tomamos también posición por alguien. ¿Por qué el futbolista no podría hacerlo? Hay algo más allá de una pelota de fútbol”, opina Ariel Helueni.

Como decía el mítico DT Arrigo Sacchi, “el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes”. Y esta vez, el fútbol puede esperar en Chile. 

Juan Pablo Chiodi

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