Martín Becerra: «Para Mauricio Macri habría que cerrar canal 7»

Tomamos un café con Martín Becerra, doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad de Buenos Aires.

Coautor de un informe sobre el uso de trolls en la política argentina, los define como «una figura que interviene para ensuciar el debate».Declara estar agradecido de vivir en Argentina: «Más allá de las grietas, (…) tenemos un espacio público muy vibrante si se lo compara con el de otros países latinoamericanos».

Niega que un gobierno que violenta derechos humanos elementales y no da garantías básicas pueda considerarse de centroizquierda: «Entre Maduro y cualquiera de los Gobiernos del cono sur hubo un abismo». Asegura que el periodismo independiente no existe y reflexiona sobre la tensión entre los medios tradicionales y los tanques 2.0: «Facebook y Google destruyen la lógica de pensamiento de los medios tradicionales».

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Si el kirchnerismo no hubiera partidizado la pantalla de la TV Pública, ¿se hubiera podido aplicar la Ley de Medios con mayor eficacia?

No creo. La ley tenía un capítulo dedicado a los medios públicos. Y ese capítulo, como otros de esa ley, no se cumplió. Considero que ese es uno de los varios ejes en que el Gobierno anterior profanó esa ley, a pesar de haberla impulsado. No obstante, hubo otros ejes. El gobierno de Cristina Kirchner también fracasó en el objetivo de desconcentrar la propiedad de los grupos más grandes. Fracasó en el objetivo de localizar las bandas de espectro para ubicar licencias de radio y televisión. Fracasó en reservar un 33 % de ese espectro para organizaciones de lucro. Fracasó en el objetivo de armar una autoridad federal auténticamente pública y no sujeta a su propio designio. Y desde luego, también fracasó en garantizar que los medios del Estado no fuesen dispositivos de propaganda gubernamental.

En ese aspecto, ¿el kirchnerismo no le regaló argumentos a la oposición?

Sí. Por un lado, galvanizó y cohesionó a una parte de sus simpatizantes, de su militancia y de la población que se identificaba y que en algunos casos sigue identificada con el kirchnerismo. Por otro lado, le regaló a los opositores una consigna muy sencilla: «¿Qué van a democratizar si cuando están a cargo de un canal de televisión buscan denostar a todos los que piensen diferente?».

A pesar de eso, ¿no se buscó democratizar voces?

Yo pienso que no se buscó democratizar nada. No creo que haya sido un objetivo de la gestión. Sí es un objetivo de la ley, pero no de la política que llevó a cabo el Gobierno. Una vez que la ley se sancionó ya no fue un objetivo. En ese entonces, los kirchneristas planteaban que vivían una agresión sistemática de los grandes medios comerciales. Sobre todo de Clarín, que había sido su aliado hasta hacía poco tiempo.

Es la lógica de la guerra por captar el interés de la opinión pública. Por no verse avasallados por los argumentos del adversario usaron a los medios estatales e incluso crearon multimedios privados propios.

¿Por qué crees que estos Gobiernos que se autodenominaban de centroizquierda son tan sensibles a lo que dicen y escriben los medios?

Antes que nada, no creo que todos los Gobiernos que reformaron los medios hayan sido de centroizquierda. Yo no diría que el Gobierno de Maduro es de centroizquierda. En mi opinión, un Gobierno que violenta derechos humanos elementales y no da garantías básicas como la de libre movilidad y libre pensamiento no es de centroizquierda.

¿Y qué es?

Habría que pensar mucho para etiquetarlo. Porque después de todo, se trata de etiquetas. Es decir, no considero que Maduro entre dentro de la misma familia que Lula, Bachelet, Tabaré Vázquez o Pepe Mujica. Estos son Gobiernos que respetaron profundamente la libertad de expresión, de movimiento, de agremiación y de reunión, como el de Lula, el de Pepe Mujica, el de Bachelet, el de Tabaré Vázquez o incluso el de los Kirchner.

Te iba a preguntar.

Sí, incluyo a los Kirchner. No coincido con ellos, pero en Argentina tenías un programa prime time los domingos de los más vistos en televisión que decían que la presidenta era una perra. Eso en Venezuela no hubiera podido ocurrir.

En Venezuela sí se tocaron cuestiones de derechos humanos muy elementales.

Por supuesto. Por ejemplo, apresar opositores. Ni en Argentina, ni en Brasil, ni en Uruguay, ni en Chile apresaron opositores políticos. Imaginate si hubieran apresado a De Angeli en medio de la llamada crisis del campo. O a Macri. Ahí se toca una fibra muy sensible que para mí rompe la clasificación clásica de centroizquierda. A regañadientes podría aceptar que el de los Kirchner fue un Gobierno de centroizquierda, porque yo me considero de centroizquierda y no estoy de acuerdo con ellos. Ahora bien, tuvieron una política de mayor presencia del Estado, con la que buscaron atenuar las diferencias profundas que dividen en clases sociales a nuestra sociedad.

¿6-7-8 le hizo bien al Gobierno de Cristina?

Pienso que no. Pero acá tenemos otra vez un caso que divide aguas. Quienes están identificados con el kirchnerismo defienden a 6-7-8 con el argumento de que fue un daño colateral. Había que defenderse de los ataques de la oposición. Mi postura es diferente. En primer lugar, no se pelearon con todas las corporaciones mediáticas sino con una de ellas, la más grande, Clarín. En segundo lugar, opino que les restó mucho más de lo que les sumo. Y además, posibilitó la profanación de la ley. La ley dice que los medios del Estado no pueden hacer propaganda gubernamental, y con 6-7-8 eso se hacía de manera manifiesta. A su vez, hizo posible que cualquier otro Gobierno hiciera lo mismo. Habilitó un uso instrumental del Estado por parte del Gobierno de turno como si fuera un arma más para denostar opositores. Macri ya tiene eso en los canales privados, pero si tuviera un 6-7-8 en el Estado, los que defendían a 6-7-8 no podrían decir nada, puesto que Macri tiene hoy en Radio Nacional, no en Canal 7, ciclos políticos parecidos a 6-7-8. Lo que pasa es que no los escucha nadie.

En este sentido, Macri ha sido menos sectario de lo que fue el kirchnerismo. Esto se debe a que en buena medida tiene a su favor los grandes medios privados que el kirchnerismo no tuvo.

¿Y se puede tener medios públicos atractivos sin que se partidicen?

Claro que sí. Yo creo que sí.

Porque nadie lo hizo hasta ahora. ¿O alguien lo hizo?

En la Argentina no.

Siempre que fueron atractivos se partidizaron.

Por lo menos desde 1989, cuando se privatizaron. Durante el alfonsinismo, Canal 7 sí tuvo buen rating, pero no competía contra todos canales privados como en 1989. Pero sí, yo creo que se puede.

Lo que sucede es que el macrismo vació de interés la pantalla de la televisión pública y la radio nacional.

¿La enfrió?

La congeló. Por ejemplo, si bien no es cierto, hace unos días circulaba el rumor de que Lombardi había decidido dejar de medir el rating por Ibope. Claro, porque el rating da cero.

Por eso te pregunto si es posible que además sean atractivos, ya que ahora están despolitizados.

No están del todo despolitizados. A Cocineros Argentinos lo llevan a la quinta de Olivos a cocinar con Macri. Es el único programa de Canal 7 que hoy tiene algo de rating. Y van a cocinar a la quinta del presidente.

¿Te parece que eso está mal?

Por supuesto. Es un uso partidario de un medio estatal. Lo que pasa es que tiene escasa incidencia porque no lo ve nadie.

Ahora bien, creo que podemos imaginar esta hipótesis. Es una hipótesis porque, como mencionaste, desde 1989 hasta ahora nadie ensayó una fórmula para dotar de atractivo público la programación de Canal 7 o la radio nacional y al mismo tiempo no contaminarla con propaganda política propia.

¿Cómo sería eso?

Es lo que hacen los medios públicos de Sudáfrica, la BBC en Inglaterra, los medios públicos en Estados Unidos, en Canadá.

¿Por qué otros pueden hacerlo y nosotros no?

Es así en América Latina, no solo en Argentina. Pienso que la contaminación o colonización del espacio público por parte del Estado y la colonización del Estado por parte del partido del Gobierno es un rasgo común, no solo en el manejo de los medios sino de muchas cuestiones relativas al espacio público. Es decir, te pinto de amarillo toda la ciudad cuando gobierno yo, después viene uno que te pinta todo de naranja y después otro de celeste. En América Latina esa confusión es transversal a muchos sectores políticos, de derecha, izquierda y centro.

Por eso hablo de una hipótesis. Si hubiesen hecho el programa Fútbol para todos sin partidizar en exceso Canal 7, seguramente el canal habría tenido un rating aceptable con ficción y con un noticiero que no se identificara netamente con el Gobierno. Porque el rating al Canal 7 no se lo daba 6-7-8, sino el partido en prime time que venía antes y le dejaba un sedimento de rating muy importante. Llegó a medir tres puntos.

Los 3 puntos que medía 6-7-8 sería un muy buen rating para la programación actual.

Para Canal 7 está muy bien. Pero claro, antes venías de dieciocho o quince puntos de un River-Independiente o un Boca-San Lorenzo.

De todas formas, hay que reconocer que un 3 % se quedaba, si bien estaba lejos de lo que heredaba del programa anterior. Si en lugar de 6-7-8 hubieran hecho un ciclo político al que invitaran opositores es muy probable que hubiera tenido 3 o 4 % o 2,5 %.

Y hubiera sido menos criticado.

Exacto, y hubiera cumplido una función pública.

Al decirlo no parece tan difícil de hacer.

No, pero la historia Argentina demuestra que es difícil. Por lo general, es el Gobierno el que financia Canal 7 y el que cubre el déficit. Es claro que este Gobierno, como los anteriores, no participa de la idea de armar un medio público e invertir lo que se necesita para el largo plazo. Sé que en este Gobierno quisieron hacer un programa de debate político más plural, que se llamaba La quinta pata.

Sí, era una propuesta interesante. ¿Qué ocurrió?

Estuvo al aire muy poco tiempo y tampoco le iba bien. Llamaron de Casa Rosada y rápidamente empezaron a sacar a algunos panelistas. Empezaron a ralear algunos claramente no oficialistas y después a alguno claramente oficialista. Y cuando consultaron a un funcionario de la Casa Rosada, respondió: «Qué querés, suficiente que Mauricio deja que Canal 7 exista; para él, habría que cerrar Canal 7 directamente».

¿Vos crees que para Macri habría que cerrar Canal 7?

Me consta que eso dijo un funcionario de la Casa Rosada. Por lo tanto, sí.

Y con respecto a La quinta pata, ¿crees que se cerró por orden de Casa Rosada?

No. Pienso que no les interesaba hacer la apuesta de un programa político y plural con el costo económico que eso tiene: contratar panelistas, productores, coches para ir a buscar a los invitados, etcétera. Prefieren ahorrarse ese gasto en producción porque Macri lo ve como innecesario.

¿Como ves Ronda de editores?

Mientras estuvo María O’Donnell estuvo bien, pero también midió poco. Los domingos a la noche competía con Lanata. Opino que era un oxígeno para la pantalla de Canal 7 y sumaba a un perfil de pantalla pública. Entiendo que la gestión de un canal o radio públicos no debe guiarse solo por el rating. Pero tampoco podés ignorarlo por completo. Y considero que para disputar el rating también se necesita fútbol, ficción caliente, un magazine importante y, desde luego, un muy buen noticiero. Tal como está la pantalla de Canal 7, Ronda de editores estaba descolgado del resto. Hoy es una pantalla congelada.


—Vos hiciste un informe para Amnistía Internacional con Luciano Galup y con Juan Pablo Pilorget sobre el funcionamiento de las cuentas de los
trolls. Detallan la persecución a periodistas y el respaldo a cuentas cercanas al Gobierno, como la del Diputado Nacional Fernando Iglesias, por ejemplo. Cuando pasó lo de Ronda de editores, vía trolls se supo que había 55 empleados, si no me confundo.

—Sí, más que vía trolls, fue a través de Lombardi. Los trolls amplifican lo que dice Lombardi.

¿El Gobierno es el que impuso los trolls? ¿Y de qué le sirve?, si le sirve de algo.

En primer lugar, hablo como uno de los colaboradores que participó del informe. Esto es importante para evitar que Amnistía no quede pegada a mis opiniones. Del informe no surge la conclusión de que sea el Gobierno el que alimenta los trolls. De ahí tampoco se desprende que no sea el Gobierno el que los alimenta. Para eso habría que hacer una pesquisa mucho más profunda. Lo que sí constata el informe es que salió un ejército de trolls a ensuciar a los críticos del Gobierno. Y es responsabilidad del Gobierno desactivar eso, aun cuando no sea el Gobierno el que los alimente. Pongamos esta hipótesis. Llegás al gobierno y tenés una sociedad que te voto, que cree en vos.

Si llegás al gobierno y tenés esa fuerza de choque, aunque no le des de comer, como conducción del Estado tenés que desactivar esa fuerza, tenés que desautorizarla públicamente e investigar qué ocurre para proteger la crítica, porque eso es parte de la democracia. Y el Gobierno, en lugar de investigar a los que amenazan a sus críticos, se coloca como observador neutral. En ese aspecto pienso que tiene una responsabilidad clara. Más allá de eso, hay funcionarios que son trolls. Porque un troll puede tener nombre y apellido.

¿Alguien con nombre y apellido puede ser un troll?

Exacto. El troll es una figura que interviene para ensuciar el debate. Es una figura que puede tener nombre y apellido, o puede ser anónimo. Se dedica a embarrar con malas artes el debate público con el objeto de que cambien los ejes de la discusión. Y, en muchos casos, criminaliza o ensucia a aquellos que son críticos a la posición que ellos defienden con malas artes. Y los cibertroll se dedican a trollear el debate público en Internet. Y a veces son personas de carne y hueso: un diputado nacional, un ministro del gabinete, un opositor pueden ser trolls. Es más, quien manejaba la cuenta de la Casa Rosada durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner era un troll. Lo conocemos. Uno de los diputados oficialistas con mayor cantidad de minutos de pantalla en televisión es un troll. No tiene por qué ser anónimo. Pongamos el caso de que molesta que se converse públicamente sobre la violación de derechos humanos que comente el Gobierno de Macri y se quiere desviar la discusión hacia otros ejes. Para eso ensucian y buscan argumentos que muchas veces son falsos sobre las personas que participan del debate para desvirtuarlo.

Yo asimilo a algunos trolls del Gobierno a determinados mecanismos de crueldad que en ocasiones tenían algunos panelistas, principalmente, de 6-7-8. ¿Cómo ves esto?

Sí, creo que hay crueldad y mucha soberbia. En el caso de este Gobierno, me sorprende más. Suponía, equivocado, que habían aprendido la lección del kirchnerismo al respecto. Estos últimos no fueron soberbios desde el principio. Fueron construyendo su soberbia con los éxitos electorales. Ganó Cristina Fernández y luego fue reelecta con el 54 % de los votos. Opino que en ese momento, también de enfrentamiento con otros grupos sociales y políticos, se ensoberbece y llega a niveles de crueldad y malas artes en el juego político.

Después de ganar un balotaje por un punto y medio y después de ganar la ciudad por un punto y medio en balotaje, la situación no es tan holgada para sobrarla de ese modo. Yo esperaba que gestionaran con una pose pública de mayor diálogo y apertura, con menos crueldad hacia los que piensan distinto. No lo han hecho. Y me refiero al oficialismo en su conjunto, no a trolls aislados.

Cuando se encontró el cuerpo de Santiago Maldonado festejaban planteando que se había ahogado. No imagino un nivel de crueldad mayor. «Se ahogó. Se terminó la discusión. No sabía nadar y se tiró al rio». ¿Cómo que terminó la discusión? ¿Por qué se tiró al rio? ¿En el marco de qué operativo? Pero aun si estuvieran genuinamente convencidos que se ahogó por un accidente natural, ¿de todos modos festejan eso? Me parece que ahí hay soberbia o, como definís muy bien, crueldad. Y les juega en contra.

¿No te interesa participar o conducir algún programa de televisión?

No, gracias. Nunca tuve uno. Cuando voy a la televisión, es como invitado, y lo hago seguido. Siempre que me invitan voy. No obstante, nunca participé de 6-7-8, de Intratables, de ciclos que no permiten desplegar una idea.

¿Va en contra de tu formación, de tu experiencia?

Sí. Yo no sirvo para un ping-pong en el que haya que insultar. No estoy dispuesto a embarrar la cancha para ganar la discusión.

¿No sos un troll?

No estoy puesto a eso. Sí a discutir fuerte con argumentación, pero no de esa manera.

¿Y si Lombardi te ofreciera tener un programa en la TV pública?

No creo que suceda. Depende de las propuestas. Si me dicen que estoy con María O’Donnell y hay debate cultural, no necesariamente político, podría ser. Me parece que primero contestaría nombres de otros que podrían hacerlo mejor.

En la nota que escribiste para Anfibia hablás de la función que tienen en la actualidad Facebook y Google. Declarás que van en contra de la lógica de los medios tradicionales. ¿Podes explicarnos un poco más esa idea y por qué Facebook y Google no pueden coexistir con los medios tradicionales?

Sí pueden coexistir. De hecho, coexisten. Lo que pasa es que coexisten en el marco de una tensión creciente. Porque Facebook y Google son muy destructores de la lógica de pensamiento de los medios tradicionales.

¿Por qué?

Por dos motivos. Primero porque le rompen el empaquetado a los medios tradicionales. La edición siempre consistió en destacar lo que el editor considera más importante y relegar en un segundo plano o eliminar lo que no se considera tan importante. Y determinado contenido puede ser más o menos importante por tal causa o porque el editor tiene algún interés político. Sea por motivos políticos, profesionales o económicos, hay una edición. Lo mismo pasa con la televisión o con la radio.

A ese criterio de empaquetado, Facebook lo hace estallar en mis pedazos. En Facebook, la noticia más leída del día puede ser que a Lo Celso le salió un grano y no puede jugar. En cambio, lo que los medios tradicionales publicaron como más importante es que en la previa del debate por la ley del aborto hay cinco diputados que cambiaron su voto.

En Facebook se viraliza más otro tipo de noticias, y esto les quita a los editores y a los dueños de los medios tradicionales el control sobre el contenido que fabrican. Dicen: «Yo a este tema lo quería chiquitito. No es importante». Bueno, para Facebook y los que usan Facebook sí lo es.

¿Facebook logra eso o son en realidad las personas que actúan a través de Facebook?

Sería un error creer que son solo las personas. El algoritmo de Facebook es el que hace figurar o le quita visibilidad a los temas que se conversan ahí. A su vez, un componente de ese algoritmo es la cantidad de «me gusta» o la cantidad de veces que los usuarios compartimos tal contenido. Pero si mañana Facebook, como pasó a principio de este año, decide que una noticia producida por un medio no sea tan visible, a pesar de que tenga muchos «me gusta», no se va a expandir tanto como otras generadas por otros usuarios.

El segundo motivo por el que Facebook y Google molestan a los medios tradicionales es que interfieren en la captura de la pauta publicitaria, en la comercialización de los medios. Los medios son contenido editorial, línea política y góndolas. Exponen temas para concentrar el interés del anunciante y recaudar. Eso también se rompe con Facebook y Google, porque son intermediarios que capturan una parte creciente de la renta publicitaria digital. Y esta parte de esa renta es cada vez mayor y les quita ingresos a los medios tradicionales.

¿Y eso es negativo en esencia?

Es grave para los medios tradicionales porque les quita recursos. Entonces los medios exhiben su discurso de la responsabilidad, que no se condice con su historia: «Nosotros producimos contenidos de calidad, tenemos editores responsables, etcétera». Y resulta que caen dos paracaidistas como intermediarios entre la difusión de sus contenidos y la captura de la renta publicitaria. Y esos intermediarios los privan de los ingresos necesarios para generar contenido de calidad. Por esos dos motivos los medios tradicionales están muy enojados. Están obligados a pactar en condiciones de debilidad. Tienen que jugar en las condiciones que Facebook y Google definen. Cambió radicalmente su lugar en el ecosistema de comunicación e información. Y no pueden sobrevivir sin Facebook ni Google. Eso lo saben. Entonces, ¿quién puede sobrevivir? Para ellos es una ecuación irresoluble.

¿Y quién puede sobrevivir?

The New York Times, The Guardian. Grandes medios que son marcas globales que pueden tener suscriptores. Estos medios producen contenido de calidad y tienen un plantilla impensable para la escala de los medios en países periféricos. Pueden sobrevivir. Ahora bien, son ediciones en inglés, marcas globales. Pero eso no son casos extrapolables a los medios de comunicación de países como Argentina, Chile o Colombia.

Una de las últimas. ¿El periodismo independiente es igual de ideológico que el militante?

Sí, el periodismo independiente no existe. Por eso el concepto de independencia es una especie de anabólico ideológico.

Era el eslogan de TN, que ya no utilizan.

Sí, lo sacaron. Les sirvió en la pelea contra el Gobierno kirchnerista. Pero no existe la independencia en los medios. Nunca la hubo. Eso no significa que no haya periodistas y medios que sean más profesionales, menos sesgados que otros. No son todos iguales. Dentro de Clarín hay periodistas que son muy respetuosos de lo que plantea la fuente y los hechos que comentan. Y hay periodistas de Clarín que son muy irrespetuosos de la fuente y muy sesgados en su contenido. No intentan brindarle al lector la oportunidad de sacar conclusiones propias, sino que quieren darle todo masticado. Dentro de La Nación pasa lo mismo. En ambos hay periodistas de toda clase, y los que conducen la línea periodística son los más sesgados.

¿Y vos que sos académico y profesor, te sentís más cercano al periodismo independiente o al periodismo militante?

No me siento, lamentablemente. Para mí sería más cómodo adscribir a un bando, pero no me siento cerca de ninguno. Pienso que en ambos casos hay una confusión elemental respeto de su quehacer. Como periodista, para mí el primer objetivo es brindar perspectivas diversas sobre un hecho. Por ejemplo, hay un choque de autos. Entrevisto al mozo y pregunto: ¿«Qué viste?». Y seguramente el que está adentro vio algo, y la señora que está allá vio otra cosa, y el conductor del coche chocado vio algo diferente. Y en conjunto armo una historia con distintas voces. Opino que facilitarle al lector la oportunidad de ver ese hecho a partir de testimonios distintos no solo le ayuda, sino que lo enriquece. Y le crea competencias más ricas que si solo entrevisto a una de las partes involucradas.

¿Hay similitud entre la fusión Cablevisión-Multicanal que firmó Kirchner en 2007 y la fusión Telecom-Clarín?

Hay similitudes, si bien la cantidad de sectores que ocupan es diferente.

Es más grande la actual, ¿no?

Mucho más grande. Pero en 2007, cuando Kirchner autoriza la fusión autorizaba al cableoperador más grande en un país donde el negocio principal de los medios era la televisión por cable. El negocio infocomunicacional ya no pasa por la televisión por cable. El impacto que tendría hoy la autorización de una fusión en el segmento del cable sería menor que en 2007. De todas formas, no es comparable porque la fusión actual ocupa telefonía fija, telefonía móvil, conectividad fija, conectividad por cable, todo. No deja nada afuera. Sin embargo, la fusión Multicanal-Cablevisión fue un antecedente fundamental, la condición necesaria para esta fusión.

Es decir que de no haber sucedido, no se hubiera dado la actual fusión.

No sin una autorización expresa por parte de Néstor Kirchner.

¿Algún periodista que respetes?

Muchos. El problema es que si menciono a periodistas, siento que porque algunos no coinciden conmigo y los valoro, después van a tener algún tipo de sanción moral por parte de su entorno. Dicen: «Ah, este tipo que está en nuestras antípodas te reivindica». Pero hay muchos. Empiezo por María O’Donnell. Respeto y valoro mucho a Hugo Alconada Mon, y a muchos otros. Sin compartir el 100 % de su trabajo, valoro muchísimo lo que hace Horacio Verbitsky, un columnista destacadísimo. También leo con mucho interés las columnas de Carlos Pagni o las de Eduardo Fidanza, que están en las antípodas de Verbitsky. Yo crecí viendo Canal 7 en el alfonsinismo cuando Mónica Gutiérrez conducía el noticiero con Campolongo, y era un lujo tenerla ahí.

Por suerte en Argentina, más allá de las grietas, hay gran cantidad de personas que hacen un trabajo extraordinario, y seguro me olvido de muchas. También soy muy agradecido de vivir en Argentina. Tenemos un espacio público con muchas opiniones y perspectivas. Es muy vibrante si se lo compara con el de otros países latinoamericanos. Y eso lo agradezco.

¿Quién es Martín Becerra? Contanos un poco de vos.

Soy un profe. Soy un investigador. Soy padre. Nada más.

No sos periodista.

No. Fui periodista durante muchos años cuando era joven. Sin embargo, dejé esa actividad porque me dediqué más al trabajo académico y a la investigación. Colaboro con los medios y son mi medio, pero no me desempeño como periodista.

NOTA: RAMIRO GAMBOA / SENDERO ELEGANTE

FOTOGRAFÍA Y VIDEO: JUAN MANUEL CAFFERATA / SENDERO ELEGANTE

COLABORACIÓN: IGNACIO RODRÍGUEZ VELASCO / SENDERO ELEGANTE 

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