POR JUAN PABLO CHIODI
“Muchos políticos tratan de demostrar que todos sus competidores son corruptos, incapaces o inmorales: más que convencer por sus méritos, pretenden ganar demostrando que sus adversarios son malos. En pocos casos ese camino es recomendable, solo cuando las pobres condiciones del candidato le imponen jugar a ser menor malo”.
Jaime Durán Barba
Sobre la conveniencia de ser amado o temido, Maquiavelo recomendaba poseer ambas cualidades al mismo tiempo, pero, por sobre todo no ser odiado. ¿Qué hacer cuando no sos temido, ni amado, y sí odiado? La respuesta que no encontramos en Maquiavelo, la podemos encontrar en Durán Barba: que tu oponente sea más odiado que vos.
Se rechazan, se desprecian, y se necesitan: ambos tienen una imagen negativa que oscila en torno al 60 %. Si uno de los dos no se presenta, el otro estará en problemas para ser el menos odiado. Lo que va a definir hacia dónde se inclina la balanza electoral será la intensidad del rechazo: al elector 2019 no lo motiva el amor, sino el espanto.
Cada uno cuenta con su tercio del electorado de apoyo, y van a disputar quién conquista el tercio de indecisos. Cuando de una trinchera a la otra se disparen, el peor lugar para estar será en el medio. Basta ver la imagen de Massa: no para de caer desde el 2015; de aquella ancha avenida del medio apenas queda una bicisenda. Acá no hay espacio para poliamor: este es un juego de a dos.
Desde el team Mauricio, evitar la confrontación con el kirchnerismo es un lujo que no puede darse. El PRO en la Ciudad ha sido una máquina de ganar elecciones, basado en una gestión exitosa con logros para mostrar: baldosas, metrobuses y plazas lindas. Éxitos acompañados de un relato de gobierno del siglo XXI, post ideológico, pragmático, preocupado por mejorar la vida de “cada vecino”.
En la elección del 2015 los dos grandes atractivos que tenía Cambiemos eran trasladar ese modelo exitoso de la ciudad al país, y terminar con doce años de kirchnerismo. Pasaron casi cuatro años de presidencia macrista, y no hay logro alguno para mostrar. El slogan del crecimiento invisible tuvo más de invisible que de crecimiento. Ah, y de la deskirchnerización ni noticias: Macri recibió al G-20 en el Centro Cultural Kirchner, y Cristina es la principal dirigente de la oposición.
Mientras que la economía daña el apoyo al Presidente, el principal capital político que tiene Cambiemos es ser la única defensa ante la vuelta del kirchnerismo. Sin el peligro de Cristina en la puerta de Balcarce 50, el voto a Cambiemos perdería razón de ser. En cuatro años no enamoró, solo le queda apelar al rechazo por el otro.
Desde el kirchnerismo el panorama es mucho más incierto respecto a la candidatura de CFK. La “comandante de la derrota” como la apodaron, arrastra el karma de haber conducido -armado de listas, selección de candidatos y baños de humildad- las últimas cinco elecciones, en las cuales fue derrotada en cuatro: en 10 años el kirchnerismo ganó una sola elección. Sin embargo, a pesar de las derrotas y de la elevada imagen negativa, sigue siendo la líder indiscutida de la oposición, y es quien mayor intención de voto tiene. Especialmente en el conurbano: ese bastión peronista donde ningún opositor logra hacerse fuerte, y que concentra alrededor del 26,5% del padrón nacional.
La presión para que la expresidenta se presente viene de diferentes lugares. Para Cristina el no presentarse a las elecciones le significaría la jubilación, y cuesta imaginarla plenamente entregada a jugar con los nietos en su casa del Calafate. Los intendentes kirchneristas, principalmente los del conurbano, necesitan a la actual senadora nacional encabezando la boleta porque saben que les suma votos, los mismos sufragios que pierden los intendentes de Cambiemos por quedar pegado a Macri en la boleta.
Por otro lado, la embestida judicial contra actores centrales del kirchnerismo y la propia ex presidenta, suma presión. Recordemos que en Brasil el año pasado metieron preso a Lula, quien lideraba las encuestas y todo parecía conducirlo a una segura victoria. Los cargos por los cuales Lula está preso son, a priori, mucho menos graves de lo que acusan a Cristina. La diferencia entre uno y otro caso no es judicial, es política: la participación de Lula en las elecciones era un peligro que acercaba el retorno del PT al poder, mientras que la candidatura de Cristina es el requisito que acerca a Cambiemos a la reelección.
Hasta las elecciones es seguro que Cambiemos necesita a CFK como candidata. Pero con la independencia absoluta de la Justicia argentina, corre el riesgo de que en un futuro no tan lejano, el primer gran mérito de Cambiemos sea invitarla a pasar su retiro a Ezeiza. Su única garantía para desterrar esa posibilidad es el retorno a la presidencia.
Vamos a una campaña en donde predomina la incertidumbre: por el desarrollo de la economía, por el impacto que la recesión pueda tener, e incluso por los actores que se presentarán. Sin embargo, algo es seguro: Macri y Cristina se vuelven a elegir para polarizar.
Un amor como el suyo no puede morir, no al menos por ahora.
POR JUAN PABLO CHIODI