Amor extraño: la historia de Kurt Cobain y Courtney Love en los tempranos noventa

POR LYNN HIRSCHBERG // CORTESÍA: VANITY FAIR

Courtney Love llega tarde. Siempre llega tarde, no diez o quince minutos tarde, usualmente más de una hora después del horario en el que prometió estar en algún lugar. Llega tarde a los ensayos de la banda, llegaba tarde cuando era stripper, incluso llegó una hora tarde a la reunión con un ejecutivo de compañía discográfica que quería contratar a su banda, Hole. Courtney asume que la gente va a esperar. Asume que la van a disculpar mientras miran sus relojes y a la puerta y se preguntan donde diablos está. Y la disculpan. Hasta que no pueden soportarlo más y se enojan, se hartan y la dejan atrás. Pero para ese momento, la propia Courtney también se fue –está en otro lugar, haciendo esperar a alguien más–.

Cuando aparece, aparece. Cuando llegás una hora tarde, realmente podés hacer una entrada. Es alta y huesuda y su pelo, a la altura de los hombros, es una melena rubia, teñida. Las raíces negras se ven a propósito –nada sobre Courtney es un accidente– y ahora lleva una hebilla de plástico en forma de flecha para sostener algunos mechones. Usa medias negras corridas, un vestido vintage que le queda chico y un par de suecos negros. Su piel, seriamente maquillada y empolvada para cubrir un brote de acne, es blanca, pálida, macilenta y tiene los labios pintados de un rojo brillante. Tiene ojos hermosos, redondos, verde-azules, que ha maquillado con cuidado, pero el foco es su boca. Es puro lapiz labial.

Y palabras. Desde el momento en que Courtney se sienta a la mesa en City, un restorán cerca de su casa en Los Angeles, empieza la pirotecnia verbal. Uno siente que tiene un monólogo funcionando las 24 horas del día y que a veces incluye a otros. Cuando no está hablando, no parece estar exactamente escuchando, sino absorbiendo: ¿Quién es esta persona? ¿Cuál es su contexto? ¿Qué puedo aprender de él? ¿Qué puedo conseguir de él? Esos son los pensamientos que cruzan su cabeza. Con Courtney, no se trata tanto de cálculo como de foco. Siempre ha sabido lo que quería ser, y quería ser una estrella. Más precisamente, Courtney siempre pensó que es una estrella. Solo estaba esperando que los demás se dieran cuenta.

Parece como si, después de algunos arranques fallidos –una carrera en actuación que no funcionó del todo, algunas temporadas en otras bandas que no funcionaron– Courtney está en su momento. Ella y Hole acaban de firmar un contrato de un millón de dólares; está casada con Kurt Cobain, el cantante de Nirvana, y dentro de la escena de la música alternativa, Courtney es considerada una personalidad choque-de-trenes: puede ser horrible, pero no podés dejar de mirarla.

Su sentido de la oportunidad es excelente: tras los pasos del enorme éxito de Nirvana, una extremadamente talentosa banda de Seattle que sorprendió a todos en la industria al vender (por ahora) siete millones de discos en todo el mundo, hubo un frenesí para contratar a otras bandas de la escena under punk-grunge. La música va desde melodías casi pop hasta el ruido aplastante –el único enlace unificador es que la mayoría de las bandas está en sellos independientes y atraen al público universitario–. “Nadie puede conseguir un asiento en un avión a Seattle o Portland ahora”, dice Ed Rosenblatt, el presidente de Geffen Records, el sello de Nirvana. “Cada vuelo está reservado por gente de A&R que van para allá tratando de encontrar a los próximos Nirvana”.

En agosto pasado Hole, que es mucho más extrema y menos melódica que Nirvana, lanzó Pretty on the Inside en Caroline Records, un sello independiente que es subsidiario de Virgin. El disco es intensamente difícil de escuchar –la manera de cantar de Courtney es una mezcla de gritos, chillidos y rugidos– pero sus composiciones, que han sido comparadas con las de Joni Mitchell, son poderosas. “Pretty On The Inside” escribe Elizabeth Wurtzel en The New Yorker, “es una cacofonía, está lleno de chirriantes, abrasivos y desagradables residuos de ruido y muy poca gente sería capaz de atravesarlo en la primera escucha, y menos escucharlo varias veces. Justo lo que se necesita para descubrir que es el disco más fascinante que se haya lanzado en 1991”.

La postura post-feminista de Courtney (ella tiene el poder: solo quiere ser amada) atraviesa todas sus canciones. Sus tópicos elegidos –violación y aborto, para nombrar algunos– son extremadamente provocativos. “Cortame, abrime y chupá mis cicatrices”, canta sobre sexo. “No te preocupes, nunca vas a apestar tanto otra vez”, entona sobre un aborto mal hecho. En su canción más fuerte, “Doll Parts”, se vuelve introspectiva: “Quiero ser la chica con la torta más grande/ Él solo ama a las cosas porque le gusta verlas romperse/ Creo que es todo verdad –estoy más allá de fingir/ Algún día vas a sufrir como yo sufro”.

Incluso antes del éxito de Nirvana, Hole fue agrupado con Babes in Toyland, L7, las Nymphs y otros grupos femeninos under. Aunque estas bandas eran muy distintas entre si, y salvajemente competitivas, a todas se las llamó “foxcore”. Y cuando el disco de Nirvana empezó a venderse con locura, las así llamadas bandas de foxcore de repente parecieron comercialmente viables. “Hay una percepción pre-Nirvana en la industria de este tipo de música”, dice Gary Gersch, el responsible de Geffen y A&R que contrató a Nirvana. “Y hay una perspectiva post-Nirvana. Pero si estás ahí afuera tratando de contratar a los próximos Nirvana, te estás persiguiendo la cola. El juego no es encontrar a los nuevos Nirvana, porque no habrá nuevos Nirvana”.

Es de alguna manera apropiado que la nueva compañía de Madonna, Maverick, haya sido la primera interesada en contratar a Courtney Love para un sello importante. A mediados de 1991, Guy Oseary, un joven entusiasta de 19 años que estaba trabajando para Madonna y su manager, Freddy De Mann en su compañía todavía sin nombre, le habló a los jefes de Hole. También contactó al abogado de Courtney, Rosemary Carroll, y empezó la manía Hole. “Courtney estuvo orquestando este plan desde el principio”, dice Carroll. “Siempre estuvo muy al tanto del negocio y de su lugar en el negocio”.

Courtney dice que nunca quiso firmar con Maverick. “Freddy me hubiese puesto a cabalgar sobre elefantes”, dice. “No saben lo que soy. Para ellos son algo visual y punto”. La presencia de Madonna la preocupaba todavía mas: no quería compartir los reflectores con la máxima diosa rubia de la última década. “El interés de Madonna en mi era como el interés de Drácula en su próxima víctima”.

Pero Courtney, que es astuta, sabía que una oferta iba a incentivar otras ofertas. Además, tenía otro as que jugar: para 1991, estaba saliendo con Kurt Cobain. Cuando Hole fue a Inglaterra, ella no fue tímida para hablar de Madonna o de su nuevo novio. Dio muchas entrevistas en las notoriamente volubles revistas musicales británicas, que adoraron su sonido grunge y sus vestidos de té de los años treinta rasgados y la proclamaron su nuevo genio musical. “Los tabloides ingleses me llamaron ‘de piernas largas’ y ‘hermosa’”, recuerda. “El mejor artículo fue sobre Madonna. Tenía una foto grande mía, rubia, y una chiquita de ella, morocha. Ése lo recorté”.

Por su parte, Oseary, que consideró a Courtney y Hole su hallazgo privado, estaba shockeado. “Los artículos en la prensa inglesa decían ‘Madonna no tiene sida y quiere contratar a Hole’”, recuerda y suena bastante exasperado. “De ahí en adelante era ‘Madonna y Hole, Madonna y Hole’. De repente, éramos uno más de los postores. En el siguiente show de Hole, había 13 personas de A&R”.

Así empezó: la primera guerra de ofertas sobre una banda de mujeres que no tenía contrato. (En el negocio musical, los sellos independientes no se consideran competidores –hasta que uno no está en una compañía grande, no tiene contrato). No estaba claro si a la mayoría de los ofertantes les gustaba, o conocían, la música de Hole –era la combinación mágica del interés de Madonna, el interés de Kurt Cobain y la fuerza de la personalidad de Courtney. En cualquier caso, Clive Davis, el presidente de Arista Records, ofreció un millón de dólares para firmar a la banda. Rick Rubin, director de Def American, estaba interesado, pero él y Courtney chocaron cuando se conocieron. Ella tuvo dificultades similares con Jeff Ayeroff de Virgin. “Ahora, Kurt”, exclama, “es capaz de entrar a Capitol, ir a una reunión, decidir que no le gusta cuando van por la mitad, dejar sentados a los tipos con la palabra en la boca y todos dicen ‘ahí va Kurt, siempre tan malhumorado, Nirvana es genial’. Pero yo paso tres horas con Jeff Ayeroff y le enseño más del punk rock de lo que él supo alguna vez. Le doy tiempo de calidad pero, lo siento, no quiero estar en su sello y a él se le para la pija por eso y dice que soy una perra”.

Al final, firmó con Gary Gersch en Geffen, el mismo sello que Nirvana. “No hicimos el contrato porque ella esté casada con Kurt Cobain”, dice Ed Rosenblatt. “Pero es un poco raro. Hole es una banda en la que creemos y, además, ella está casada con…”

El contrato de Courtney, de un millón de dólares, es más grande y mejor que el de su esposo. Ella y Carroll insistieron en eso. “Tengo excelentes, excelentes términos contractuales”, se jacta ella. “Les hice sacar el contrato de Nirvana y de todo lo que estaba ahí pedí más. Pido medio millón por mis derechos de publicación y sigo caminando. Si esos imbéciles sexistas quieren pensar que Kurt y yo escribimos canciones juntos, pueden venir con un poco más de dinero”. Hace una pausa. “No importa en qué sello esté, voy a ser su esposa”, dice. “Soy una persona lo suficientemente entera como para trascender eso”.

Probablemente. Pero en los circuitos en los que se mueve, Kurt Cobain es considero un ser sagrado. Courtney, en cambio, es considerada una oportunista carismática. Existen desenfrenados relatos sobre los problemas de uso de drogas de la pareja y muchos creen que ella introdujo a Kurt en la heroína. Este mes esperan un bebé e incluso los más tolerantes miembros de la industria temen por la salud de la criatura. “Es espantoso pensar que ella podría haber estado usando drogas durante su embarazo”, dice un amigo cercano. “Todos estamos preocupados por ese bebé”.

“Courtney y Kurt son las versión años 90, más talentosa, de Sid y Nancy”, dice un ejecutivo. “Ella va a ser famosa y él ya lo es, pero salvo que suceda algo, se autodestruirán. Yo sé que ambos serán grandes estrellas. Pero no quiero ser parte de eso”.

Courtney ha escuchado todo esto antes y, de una manera perversa, hace crecer los rumores. “Escuché que Madonna y yo nos picamos heroína juntas” dice alegremente, encendiendo un cigarrillo. “Escuché que tuve sexo en vivo sobre el escenario y que soy vih positiva”.

Courtney se ríe. Ninguna de estas declaraciones es cierta, aunque el rumor del sexo en vivo es muy persistente. “Ahora”, continúa, balanceando su cigarrillo en el borde del cenicero, “tengo una oportunidad de probarme a mi misma. Y si lo logro, lo logro. Y si no –bueno, me casé con un hombre rico”.

Da una pitada como efecto dramático. Está bromeando y, al mismo tiempo, no lo está. La audacia es una clave de su encanto. “Sabés, no puedo conseguir maquillaje que se mantenga en el verano”, dice, cambiando abruptamente de tema. Courtney apaga su cigarrillo, hurga en su cartera y se va al baño.

“Solo un cuarto de lo que Courtney dice es verdad”, dice Kat Bjelland, la lider de Babes in Toyland. “Pero usualmente nadie se molesta en descifrar cuáles son las mentiras. Lo único que le importa es la imagen. Y eso es interesante. Irritante, pero interesante”.

Cuando se habla de información biográfica, Courtney es difícil de rastrear. Dice que nació en San Francisco en 1966 (la fecha parece errónea –probablemente tiene más de 26 años, aunque no mucho), su padre fue parte del entorno de The Grateful Dead y su madre, que era de una familia pudiente, era seguidora de varios gurúes. (Ya no se habla con su padre y su madre, que se ha casado varias veces desde la separación, está más cerca de los 4 medio hermanos de Courtney, uno de los cuales es un académico en Rhodes).

Courtney odió la escuela y se mudó mucho: de escuela pupila en Nueva Zelanda a escuela cuáquera en Australia hasta donde terminó, Oregon. A los 12 se robó una remera de Kiss de un Woolworth y fue enviada a un centro de detención juvenil. “Para ser honesta”, recuerda, “Me gustó. Era muy semiótica acerca de mi delincuencia. La estudié. Aprendí mucho. Crecí casi sin disciplina y aprendí mucho sobre la negación. No tuvo un efecto adverso sobre mi”.

Después de tres años, alrededor de 1981, estaba afuera y vivía de un pequeño fideicomiso. Había decidido que la música sería su mundo. También empezó a trabajar como stripper –una ocupación que, de a ratos, la mantuvo durante toda su vida–. “No quería vender drogas”, explica. “No quería robar autos. No quería ser prostituta. Así que me hice stripper. Y era gorda entonces. Podés ser gorda y stripper. Lo hacía en el club Jumbo’s Clown. O trabajaba de día en el Seventh Veil. No tenía trucos. Veo a chicas ahora que quieren ser alternativas. No van a ganar un centavo. Tenés que tener tacos blancos, bikini rosa, peluca, lapiz labial rosado. Oro y bronceado y blanco. Si siquiera intentás poner algo propio ahí, no vas a ganar dinero”.

A través de los clasificados en un fanzine punk llamado Maximun Rock N Roll, Courtney había empezado una correspondencia con Jennifer Finch, un alma gemela que vivía en Los Angeles. “Fui a visitarla”, dice Courtney, “y entré en el glamoroso mundo del trabajo ‘extra’”.

Jennifer había estado trabajando medio tiempo en programas de TV como un personaje indefinido que traía “color punk” en series como Quincy y Chips, y llevó a Courtney con ella. “Conocí a mucha gente a través de eso”, dice. Una de esas personas era Alex Cox, que estaba por dirigir Sid & Nancy. “Todos los extras punk fueron a buscar roles en Sid & Nancy”, recuerda. “Me conoció, me rodeó con el brazo y me dijo que lo más subversivo en lo que podía pensar era en imponerle mi presencia al mundo. Eso era cuando yo tenía mucho sobrepeso, también. Pero no tenía miedo. Quise actuar desde que Tatum O’Neal ganó el Oscar”.

Fue contratada como la mejor amiga de Nancy Spungen y después Cox escribió Straight to Hell, un spaghetti western incomprensible, para ella. Había rumores de que eran amantes, pero Courtney niega con vehemencia cualquier relación romántica. “Yo no tenía sexo”, dice. “La gente dice que éramos una pareja porque así se explica su interés en mi. En esa época no me acostaba con nadie. Era gorda y cuando sos gorda, no llevás la batuta. No tenés ese poder”.

Después de  Straight to Hell, Courtney decidió, brevemente, abandonar sus aspiraciones musicales y concentrarse en la actuación. Tomó los 20 mil dólares que le pagaron, se mudó de la casa de Jennifer, alquiló un departamento y se combró un traje Chanel rosado. Seguía tomando el bus –todavía no sabe manejar, aunque vive en Los Angeles hace diez años– pero estaba bien vestida.

“No me salió muy bien”, dice. “Una amiga fue a una fiesta y le dijo a Jennifer: ‘Courtney estaba usando Chanel y tenía una copa de champagne en la mano pero su maquillaje era exactamente el mismo’. No era tan así. Tenía este publicista que estaba obsesionado con Madonna y decidió convertirme en una estrella. No me salió. Me salían granos”.

A Courtney se le ocurrió que podías tener acné y ser una estrella de rock así que se mudó a Portland, adelgazó y empezó a cantar en bandas, inclusive en Faith No More, que ha salido de gira con Guns n’Roses y Metallica. Conoció a Kat Bjelland y en el 84 u 85, Courtney y Jennifer y Kat se mudaron a San Francisco y fundaron una banda llamada Sugar Baby Doll. “Usábamos suéters y tocábamos Rickenbackers de 12 cuerdas”, dice. “Era un desastre”. No era una banda punk –Sugar Baby Doll era más suave, más dulce. “A Jennifer y a mi no nos gustaba”, recuerda Kat. “Queríamos tocar punk rock. Courtney creía que estábamos locas. En esa época odiaba el punk”.

Kurt Cobain of Nirvana (right) with wife Courtney Love and daughter Frances Bean Cobain (Photo by Terry McGinnis/WireImage)

En el mundo alternativo, la integridad y las credenciales lo son todo –y Courtney es vista por muchos como una conversa tardía al mundo del punk–. “Yo era más new wave que hardcore”, admite. “Creía que la escena punk era bastante horrible y poco glamorosa y necesitaba que fuese glamorosa. Ahora me gusta pero entonces iba a los shows de Black Flag y me negaba a entrar. Eran todos estos pibes matándose unos a otros”.

Después de la debacle de San Francisco se mudó a Minneapolis y tocó brevemente con la nueva banda de Kat, Babes In Toyland. (Jennifer estaba de vuelta en LA armando su banda, L7). Ella y Kat chocaron, y Courtney se fue a Alaska a trabajar como stripper. Después volvió a Portland brevemente y para 1989 estaba de vuelta en Los Angeles. “No podía estar en ningún otro lado”, explica. “Minneapolis tenía tan pocas pretensiones. Todo el mundo tiene una colección de camisas de franela y está en una banda llamada como una herramienta de soldar”.

Puso un aviso en el Recycler (“Quiero empezar una banda. Mis influencias son Big Black, Stooges, Sonic Youth y Fleetwood Mac) y trabajaba como stripper para pagar el alquiler. “Trabajaba en Star Strip”, dice. “Las chicas en ese lugar están super construidas. Tienen un poco de clase. Tres de ellas se habían cogido a Axl Rose”. Pronto armó Hole y empezó a ensayar seriamente.

“La primera vez que la vi en el escenario estaba vestida como una debutante mugrienta”, dice Rosemary Carroll, la abogada de Courtney. “Su vestido estaba rasgado y ella era un desastre excepto por un enorme y perfecto moño rosa en la parte en su espalda. Era cautivante. Courtney tenía una presencia y un poder que era fascinante”.

Hole tocó en Los Angeles, pero no fueron descubiertos hasta que fueron a Inglaterra en 1991. Courtney podía haberse subido al carro foxcore/alternativo en Estados Unidos (aunque ella cree que no) pero en Inglaterra fue percibida como original. Con sus sucios vestidos baby doll y sus oscuras canciones pervertidas, era el poster elegido por la prensa musical británica. “Creí que les iba a dar terror”, dice. “Esta mujer americana que hablaba fuerte. ¡Pero funcionó! Vendimos un montón de discos”.

Y volvieron zumbando a los Estados Unidos. Para ese entonces, ella ya estaba en pareja con Kurt y pasó lo de Madonna y todo cayó en su lugar. “No fue sorprendente”, dice Courtney. “Quiero decir, yo nunca estuve sorprendida. Siempre supe”.

Es cerca de las 7 de la tarde en una noche templada de principios del verano y Courtney golpea la puerta de su departamento. Perdió su llave u olvidó su llave o no puede encontrar su llave. Lo que sea. “KURT”, canturrea. “Abrí la puerta”.

Después de una breve espera, él la abre. “¿Dónde está tu llave?”, pregunta, y se ve como si recién se despertara. Kurt tiene puestos pantalones pijama, tiene el torso desnudo y tiene una pulsera de cuentas brillantes en la muñeca. Es pequeño y muy delgado y tiene la piel blanquísima y pálida. Su pelo, que en el pasado ha teñido de rojo y púrpura, ahora es rubio y sus ojos muy azules. Su rostro es muy hermoso, casi delicado. Donde Courtney proyecta fuerza, Kurt parece frágil. Parece casi como si se fuese a quebrar.

“Dios, hace calor acá”, dice Courtney, entrando en el departamento. Kurt explica que encendió la estufa –se siente como si hubiese 40 grados en el living. “Todavía tengo frío”, dice, arrojándose en un sillón lleno de cosas. Parece exhausto.

Su casa, en el area de Fairfax en Los Angeles, tiene pocos muebles. Hay guitarras en sus estuches abiertos en el suelo y un altar budista montado contra una pared. Flores muertas en un jarrón cerca de un par de muñecos anatómicos. De hecho, hay muñecos por todas partes: muñecos de bebés que Kurt está usando en el próximo video de Nirvana, un muñeco de plástico que encontró cuando estaba de gira, y muchos, muchos monos de juguete. Sobre la chimenea, que está cubierta de corazones de caramelo y cajas de caramelo con forma de corazón, están escritas las palabras MI MEJOR AMIGO. “Tuvimos una pelea anoche”, explica Courtney. “Así que escribí eso para recordárselo”.

Continúa el tour del departamento, mostrando un dibujo que hizo la hermana de Kurt, una foto de él a los 6 años con una batería, otro muñeco con la cabeza abierta. En la cocina, Courtney ha pegado listas sobre todos los armarios. “La ex novia de Kurt hizo estas”, dice. “Las encontré cuando revisé sus cosas”. Lee en voz alta una de ellas: “1. Buen día. 2. Llenarías mi auto con gasolina sin plomo 3. barré el piso de la cocina. 4. Limpiá la bañera. 5 Andá a Kmart. 6. Conseguí un dolar en centavos”. Esta ultima orden la hace reir. “Nunca hizo nada de esto”.

Suena el teléfono. Kurt ha desaparecido en la habitación matrimonial, y Courtney lo contesta. “Hola Dave”, dice. Es Dave Grohl, el baterista de Nirvana. La banda está en un parate desde hace unos meses y Dave llama desde Washington, DC. “Lo voy a buscar”, dice Courtney y suena más que un poco perturbada. Apoya el auricular. “Llamame Yoko Love”, dice. “KURT”. Kurt se enreda con el teléfono y Courtney se desploma en el sofa sin patas. Lleva un vestido verde floreado que está rasgado en el pecho de modo que su corpiño queda expuesto. “Todos me odian”, dice. “Todos simplemente me odian”.

Esto puede ser cierto. Desde que empezó el noviazgo de Kurt y Courtney el año pasado, ella supuestamente ha antagonizado con Grohl y Chris Novoselic, los otros dos miembros de Nirvana. “Courtney siempre tiene una agenda secreta”, dice alguien cercano a la banda. “Y Kurt no. Definitivamente ella lo manipula”.

Aunque es difícil determinar los motivos ulteriores de Courtney respecto a Kurt, ella tiene pequeños pleitos por todas partes. Su mayor queja respeto a Nirvana parece ser la esposa de Novoselic, Shelli. El rezongo de Courtney es vago –algo sobre hacer que Kurt durmiera en el pasillo de su casa. “No la dejé venir a mi boda”, dice.

Definitivamente disfruta de su posición como la señora de Kurt Cobain. Era uno de sus objetivos, no algo que le dejó al destino. La pareja se conoció por primera vez hace 8 o más años en Portland. “Entonces”, recuerda, “no teníamos emociones el uno respecto del otro. Era como ‘¿Vas a venir a mi casa?’ ‘¿Se te va a parar?’ ‘Andate a la mierda’. Cosas así”.

Para cuando se encontraron de vuelta, Kurt era una estrella y Courtney fue mucho menos casual en su abordaje. Se dio cuenta de que, en lo que respecta al romance, el comportamiento agresivo puede ser muy atractivo. “La gente dice, ¿cómo consiguió a Kurt?”, dice un amigo. “Bueno, preguntó. Y no aceptó un no como respuesta”.

Courtney lo persiguió durante meses –consiguió su número, le dijo a los periodistas que estaba enamorada de él. Incluso recurrió a la religión. “Courtney pidió por que el tipo más cool del rock, que para ella era Kurt, fuese su novio”, dice James Boyle, un amigo que trabaja para Def American. Finalmente, persuadió a un ansioso futuro candidato a manager de que le diera tickets (del concierto y del avión) para ir a un show de Nirvana en Chicago.

“Yo estaba en Chicago cuando consumaron su relación”, dice Danny Goldberg, VP senior de Polygram y ahora el manager de Hole y Nirvana. “Hablamos un rato y Courtney se las arregló para ir a la otra habitación, donde estaba Kurt. No vi chispas, pero se fueron a casa juntos. Eso fue a principios de octubre. Se casaron en febrero”.

No fue tan simple, sin embargo. Inicialmente, Kurt tenía sus dudas. Se dice que había estado muy ocupado grabando y después de gira con Nirvana para focalizarse en el romance. “Kurt es muy inteligente”, dice un amigo, “pero es tímido. Un montón de gente confunde esa timidez por falta de confianza, pero hace lo que quiere. Cuando Courtney apareció creo que lo atrajo su extravagancia. Ella es muy sexual y creo que lo envolvió. Él fue a la tele y dijo que ella era el mejor polvo del mundo”.

Aún así, había problemas. “Él pensaba que yo era demasiado demandante de atención”, dice Courtney objetivamente. “Él creía que yo era ofensiva. Tuve que salirme de mi camino para impresionarlo”.

 Para cuando le propuso matrimonio (“sabía que lo haría si tenía cerebro”), ella estaba embarazada. La boda fue en Hawaii: Kurt, que había planeado usar un vestido, se puso pijamas y Courtney usó un “item diáfano, blanco, que se había secado hasta pudrirse. Lo había usado Frances Farmer en una película”. Ella firmó un acuerdo prenupcial (su idea) y no se fueron de luna de miel. “La vida es una luna de miel perenne ahora”, dice. “Puedo ir al cajero todos los días”.

Todo esto sería perfecto salvo por las drogas. Veinte fuentes diferentes en distintos estratos de la industria discográfica mantienen que los Cobains han estado metidos en la heroína. Más temprano este año, Kurt le dijo a Rolling Stone que no estaba usando, pero Courtney presenta otro cuadro, extremadamente inquietante.

“Nos dimos un atracón”, dice, refiriéndose al periodo de enero pasado cuando Nirvana estaba en Nueva York para aparecer en Saturday Night Live. “Nos drogamos un montón. Conseguimos pilas y después fuimos a Alphabet City y Kurt se puso un sombrero, yo me puse un sombrero y compramos un poco de heroína. Después nos picamos y fuimos a SNL. Después de eso, usé heroína durante algunos meses”.

“Fue horrible” recuerda un asociado de negocios que estaba viajando con ellos todo el tiempo. “Courtney estaba embarazada y se estaba inyectando. Kurt le vomitaba encima a la gente en los taxis. Los dos estaban fuera de si”.

Courtney tiene una larga historia con las drogas. Adora el Percodan (“me vacían”) y ha usado heroína de manera intermitente desde que los 18 años, incluso una vez tomó en la habitación 101 del hotel Chelsea, donde murió Nancy Spungen. Según diversas declaraciones, Kurt apenas bebía antes de conocer a Courtney. “Trató de ser un alcohólico por largo tiempo”, dice, “Pero no le quedaba bien”.

Después del atracón de Nueva York, se le sugirió a Courtney que se hiciera un aborto. Ella se negó y, según distintas fuentes, se hizo una batería de análisis que indicaron que el feto estaba bien. “Quería dejar las drogas”, dice Boyle. “Le traje hierbas para aliviar el bajón, para que no se enloqueciera tanto. Traía cosas todos los días a su casa porque es una cosa jodida para hacerle a un chico”.

De acuerdo a diversas fuentes, Courtney y Kurt fueron a centros de desintoxicación separados en marzo. “Después de unos días ella se fue y pasó a buscarlo”, dice una persona cercana. “Nunca volvieron”.

Si están o no usando ahora no queda claro. “Es una escena enferma la de ese departamento”, dice un amigo cercano. “Pero, últimamente, Courtney ha estado pidiendo ayuda”.

Algo es definitivo: ella quiere al bebé. Y también Kurt. En el living hay una pintura que él hizo con el sonograma del feto como centro. Saben que es una niña y han elegido el nombre: Frances Bean Cobain.

“Kurt es la persona adecuada para tener un bebé”, continúa Courtney. “Tenemos dinero. Yo puedo tener una niñera. Toda la experiencia femenina del embarazo y el parto –no me entusiasma tanto–. Pero era un mal momento para queda embarazada y eso me atrajo”. Sonríe. “Además, necesitamos nuevos amigos”.

Esta es una velada referencia a la llamada telefónica que recibió Kurt, que está terminando. “Dave está enojado”, dice Kurt después de colgar. “Entonces”, dice Courtney, “¿qué querés hacer? ¿Por qué no empezás una nueva banda sin Chris?”. Kurt hace una pausa. Parece contrariado. “Pero quiero a Dave”, dice. “Es el mejor baterista que conozco”.

Los dos hacen silencio por unos minutos. Kurt se ve tan cansado que parece estar dormido con sus ojos abiertos. Courtney sugiere salir a comprar cigarrillos. “¿Me van a acosar?”, dice Kurt quien, debido a la popularidad de los videos de Nirvana, es reconocido en todas partes. “¡Acostumbrate!”, dice Courtney. Él se encoge de hombros –no parece que quisiera moverse un milímetro, mucho menos salir al mundo. “Sos tan amargo”, le dice ella. Es frustrante –te casás con un dios del rock millonario y todo lo que él quiere hacer es quedarse en casa. “Nunca hacemos nada”, se queja Courtney. “Nunca hacemos nada divertido”. Kurt está callado. “OK”, dice finalmente. “¿Dónde están las llaves del auto?”. Mientras Courtney las busca, Kurt va a la habitación a buscar una camisa. “Sabés, maneja muy bien”, dice ella mientras busca entre una pila de cosas. “Le gusta la seguridad”.

Ha habido un temblor de tierra –61. en la escala de Richter– pero Kurt y Courtney no se dan cuenta. Están demasiado ocupados comprando. Kurt está entusiasmado –este negocio, American Rag, que es enorme y se especializa en ropa vintage auténtica mezclada con ropa que es nueva pero parece vintage, tiene una enorme colección de jeans usados en talles muy pequeños. Está revisando las perchas muy, muy lentamente. “Lo convencí de usar boxers”, dice Courtney, ayudándolo a encontrar su talle. “No podrías creer lo grasa que era. Usaba bikinis. De colores. Cosas así”.

Se pone impaciente y se va a inspeccionar una percha de vestidos. Es muy específica sobre el estilo. Trata de conseguir lo que llama “el look puta de jardín de infantes” lo que parece significar o vestidos rasgados de los años 30 o vestidos de terciopelo de los 60 un talle demasiado chicos. Su pelo y maquillaje permanecen consistentes: la piel blanca, los labios rojos, el pelo rubio con raíces negras. “Es un buen look”, explica. “Es sexy pero podés sentarte y decir ‘leo a Camille Paglia’”.

Courtney es extremadamente positiva sobre esta declaración de principios de su estilo –ahora mismo está en guerra con su alguna vez amiga Kat Bjelland por un vestido de terciopelo prestado. O al menos eso la empezó.

“Kat me robó muchas cosas”, dice, tocando uno de sus temas favoritos. “Vestidos. Letras. Riffs. Guitarras. Zapatos. Incluso fue detrás de Kurt. Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Porque me puedo bancar el robo de letras y me puedo bancar que vaya a Inglaterra con un vestido que le presté antes que yo. Ahora no puedo ir más a Inglaterra con uno de esos putos vestidos”.

Kat no es el único blanco de Courtney –está convencida de que casi todos en la escena musical de hoy están saqueando su número o no tienen ningún valor. Odia a Inger Lorre, la cantante de Nymphs (“es despreciable”); desprecia a Pearl Jam, otra magnífica banda de Seattle (“son arribistas y salen con modelos”); está enojada con Faith No More (el nuevo disco se llama ‘Angel Dust’ –eso me lo robaron”); ha peleado con Jennifer Finch de L7 (más letras robadas) y está convencida de que Axl Rose es “un imbécil –y también sale con modelos”.

Y así. No es sorprendente que también tenga sus preocupaciones con Madonna. “No quería involucrarme con ella, porque no es un buen enemigo que tener”, dice Courtney, dándole a un vestido de marinera una inspección cercana. “No quiero que sepa nada sobre mi porque va a robar lo que pueda. Lo que tengo es mío y ella no puede tenerlo. No va a ser capaz de escribir letras como las mías e incluso si se sube al escenario con una guitarra, no va a durar. No me importa lo vanidoso y arrogante que suena esto, pero fijate: en su próximo video, Madonna va a tener raíces  en el pelo. Va a tener el delineador corrido. Y esa soy yo”. Courtney hace una pausa, se apoya el vestido sobre el cuerpo para chequear el talle. “En algunas fotos, parezco una víctima de violación de 14 años, golpeada”, continúa. “Y ella quiere esa imagen”. La respuesta de Madonna a este arrebato. “¿Quién es Courtney Love”, pregunta.

Sin embargo, Courtney es muy seria acerca de sus vendettas. Tienen un efecto ecualizador: al insultar a gente como Madonna se convierte, de una manera retorcida, en su par. “Courtney es una delirante”, dice Bjelland, quien no habla con ella desde hace un año. “La llamé hace un año porque estaba preocupada por el bebé y por su salud mental, pero nunca volví a saber de ella. En el pasado siempre la perdoné, pero ya no puedo. Anoche soñé que la mataba. Estaba realmente feliz”.

Nada de esto perturba a Courtney –no está particularmente interesada en las consecuencias de sus acciones. Está, sin embargo, detrás de cierto tipo de reconocimiento. Courtney quiere que se sepa de su poder, y aparte del hecho de que todo el mundo le está robando, siente que uno de los mayores obstáculos en esta búsqueda es la cuestión de la belleza. Ha escrito un fanzine para los devotos de Hole que se llama “Y ni siquiera es linda” porque, explica, “mucha de las facciones anti Courtney dicen eso. Aquí está esta nueva estrella, Kurt, y supuestamente debería casarse con una modelo y se casó conmigo”.

Esto la deleita y lleva una pila de vestidos cuando se acerca a Kurt, que todavía está buscando cuidadosamente un par de jeans. Parece en un estado de trance, y los vendedores, que lo reconocen, mantienen la distancia. “¿No es lindo?”, dice ella. Kurt no parece escucharla. “Salimos a veces y las mujeres lo miran como si estuvieran muertas de hambre”. Kurt sigue investigando la percha en cámara lenta. “Mucha gente quiere un pedazo de la nueva fama”, dice ella. “Lo puedo entender”.

Más tarde Kurt está sentado en el estacionamiento de un 7-Eleven, esperando que Courtney compre la cena, que consiste en galletitas, jugo de frutas y cigarrillos. Mientras mira por la ventana, una gran camioneta estaciona y baja un hombre con todo el uniforme heavy metal. Está usando una remera de Nirvana.

“Ese tipo tiene una remera de Nirvana”, dice Kurt tristemente. El público del heavy metal no era lo que tenía en mente cuando escribió “Smells like teen spirit”. “Estoy acostumbrado ahora, creo”, dice, suavemente. “Vi muchas cosas”.

El éxito comercial en el mundo alternativo arruina tu credibilidad, y a Kurt le preocupa mucho mantenerse verdadero en su visión. No quiso tocar en la fiesta de cumpleaños n° 30 de Axl Rose (Rose es un gran fan de Nirvana) y dijo que no para salir de gira con Guns n’ Roses y Metallica. Aún así, “el consenso general es que Nirvana debería separarse”, dice Bjelland. “Alcanzaron el… nirvana. ¿Qué van a hacer después de eso?”.

Esta es una lógica ridícula, pero es la sabiduría convencional dentro de la comunidad. “Courtney”, dice Kurt cuando ella regresa, “ese tipo heavy metal tenía puesta una remera de Nirvana”. “Lo sé”, dice ella, masticando una galletita. “Lo vi”. Hay una larga pausa en la que ambos ponderan esta realidad.

“Soy neurótica sobre la credibilidad”, dice Courtney finalmente. “Y Kurt es neurótico sobre la cuestión también. Lidia con gente que es fan de esta banda que desprecia. Por ejemplo, violaron a una chica en Reno. Cuando la estaban violandom estaban cantando ‘Polly’, una canción de Nirvana”. Courtney hace una pausa. “Esta es la gente que lo escucha”.

“Pero hay varios tipos de fama”, continúa. “Como The Replacements, tiene Fama Respetable. Gran Fama Respetable. Y ese tipo de fama puede quemarte la cabeza. A diferencia de la fama, digamos, Paula Abdul. Esa es fama ‘del valle’”.

Kurt se ríe. Courtney tiene una aproximación básica y de sentido común respecto del negocio que claramente lo atrae. “La credibilidad es la credibiliad”, dice. “Todos estos sellos contratando a cualquier cosa que se mueva porque piensan que pueden conseguir credibilidad. Piensan que pueden venderla. Y yo digo: que lo intenten”. Kurt arranca el auto. “¿Por qué quiero lo que quiero?”, dice ella, aunque nadie le hizo la pregunta. “Hay que darse una pequeña razón noventosa sobre qué es lo que te hace seguir adelante. Y la mía es la influencia”. Kurt sonríe. Sabe de qué habla.

“¡Hola!”

Es un mes después y Kurt suena como un hombre nuevo. ¡Alegre! ¡Alerta! Está hablando por teléfono desde su habitación de hotel en Seattle, donde él y Courtney están ensayando con sus respectivas bandas. “Está buenísimo tocar con los chicos otra vez”, dice. Charlotea sobre su auto (un viejo Plymouth Valiant) y los recientes disturbios en Los Angeles. “Courtney está en el sauna”, dice. “Está muy embarazada ahora, pero no muy grandota. Creo que vamos a tener un bebé elfo”.

Cuatro horas más tarde, Courtney está en la línea. Ella también suena feliz y menos maniaca. Está llena de novedades: hay rumores de que Gus Van Sant (Mi mundo privado) la quiere en su próxima película, encontró un nuevo bajista para Hole, y ella y Kurt han comprado una casa en Seattle. “No hay nada mejor que ser un burgués con propiedades”, dice. “Hay que ser propietario. Siempre se lo digo a Kurt”.

Nirvana se va a una minigira en Escandinavia y el bebé nacerá en septiembre. “Es en la misma fecha que los premios MTV”, dice Courtney. “Creo que es importante que Courtney toque ahí. Si yo fuera él, lo haría. Yo aprecio el dinero. Kurt lo ve distinto”.

Esto es típicamente Courtney: los ojos en el premio. “Escuché un par de nuevos rumores sobre mi” dice, dichosa. “Que soy Nike y que Kurt se casó conmigo por el dinero de Nike. Por eso lo atraigo”.

Se ríe. Sigue habiendo rumores sobre drogas y lo sabe. En toda la industria, hay gran preocupación sobre la pequeña Frances Bean. “Lo peor”, dice, evitando mencionar los persistentes rumores, “es que la gente diga que Kurt me está ayudando a tener éxito”. Hace una pausa. “Si algo pasa, es lo contrario: Kurt me daña”.

Eso es ir demasiado lejos y Courtney se detiene. “No”, dice, yendo para atrás. “Las cosas están muy bien. Todo se está haciendo verdadero”. Courtney se rie. “Aunque se puede ir al diablo en cualquier momento. Nunca se sabe”.

Revista Sendero

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