Por RAMIRO GAMBOA y JUAN ZINGONI
El pueblo ya lo canta / Cristina es una santa montonera, Presidenta coraje, yegua, Cristina corazón y chorra. Algunos creen que nos jodió la vida. Otros creen que nos salvó. Años invivibles para algunos, y década ganada para otros. Hay algo allí, hay algo, y tenemos que buscar la manera de verlo.
Un nivel de simplificación altísimo y prejuicios milenarios nos impiden pensar en esa mujer: la que creó mediante decreto la Asignación Universal por hijo, pero excluyó del beneficio a los hijos de monotributistas; la que promulgó la ley de matrimonio igualitario, pero jamás abrió el debate institucional sobre el aborto. La que dejó un déficit comercial de US$ 3.035 millones, es la misma mujer que hizo que se pasaran de 3 a 19 las vacunas en el calendario vacunatorio para los niños y niñas argentinos. La que habló más de 4600 minutos en 121 cadenas nacionales, es la misma que desendeudó al país. (La deuda externa al cierre del segundo trimestre de 2015 no supera el 12,5 % del PBI. En 2002, era de 95,3 %). La que soportó un aluvión intolerante de descalificaciones, también trató de caranchos a los jubilados. Rabiosa, verborrágica, pasional e insistente: así es Cristina.
Ya han pasado sesenta y seis años de su nacimiento. La actual senadora nacional de Unidad Ciudadana pelea dos campeonatos: la liga argentina presidencial y el torneo judicial de primera. No es sorpresa que los debates queden atrapados entre tanta vorágine de causas penales e incertidumbres de campaña; por eso, quisimos parar un poco la bocha y hacerle cinco preguntas sobre Cristina al doctor en filosofía Marcos Novaro y al presidente de Nuevo Encuentro, Martín Sabatella. La curiosidad, el amor al reto y la necesidad de lograr algo distinto son algunas de las razones para contrastar argumentos.
Martín Sabbatella: Los gobiernos de Néstor y de Cristina son los gobiernos populares a favor de las mayorías más importantes de los últimos setenta años. Fueron los doce años y medio de mayor felicidad de nuestro pueblo y de ampliación de los derechos de los últimos setenta, ochenta años. El liderazgo de Cristina y el de Néstor son fundacionales: esos liderazgos que dejan huellas profundas. Cristina es una líder fundacional de una etapa política en la Argentina. Ella ha construido un sentido de pertenencia de miles y miles de compatriotas en este país, que se identifican con ella, y su identidad es el ser kirchneristas y cristinistas. Son liderazgos que construyen nuevos sentidos de pertenencia e identidades con una potencia brutal. La figura de Cristina es uno de los liderazgos más potentes y gravitatorios que existen. Por eso, la persiguen: por lo que ella se animó a hacer en la historia reciente, por ser la líder opositora más importante y gravitacional, y porque es quien genera la esperanza en millones y millones de compatriotas de que hay futuro en la Argentina. La persiguen por lo que hizo, por lo que significa hoy y porque tienen miedo de la vigencia de ella en el futuro.
Marcos Novaro: En general, diría que fue una buena gestión. No mucho peor que la de su marido. Sino que heredó desgracias de su marido. Se suele pensar que Néstor fue un buen presidente y Cristina arruinó todo. Sin embargo, su herencia fue bastante complicada. Así como estaban disfrazadas las desgracias que le dejó a Macri, estaban disfrazadas las desgracias que recibió de Néstor: la inflación desatada y crónica gracias a la intervención del INDEC, el problema de la generación de inversiones y trabajo productivo del sector privado, con crecimiento del sector público, una tendencia al desequilibrio fiscal que continúa un poco disfrazado. Además, hay una cantidad de temas que no estaban desarrollados, aunque sí estaban planteados y que complicaron la gestión de Cristina.
Martín Sabbatella: Yo creo que su capacidad, su compromiso militante y su sensibilidad social —por elegir algunas, porque hay más—. Y los defectos los dejo para contárselo en privado a ella.
Marcos Novaro: Es una persona muy auténtica, tiene un gran talento comunicacional de oratoria y de conexión con la gente. Es una tipa valiente que ha logrado reinventarse. Defectos, diría que es una persona muy ideológica, extremadamente autocomplaciente y no ha elegido muy bien a su compañía.
Martín Sabbatella: Lo que pone al desnudo al kirchnerismo como fenómeno social y político de la Argentina son los debates profundos que vienen a lo largo de la historia de nuestro país. En realidad, Cristina es el nombre de la representación del pensamiento nacional, popular, democrático y feminista de la Argentina. En esta etapa de la historia argentina, es quien expresa el pensamiento nacional y popular. Y ella tiene el odio y la bronca de quienes ven perder sus privilegios cuando avanzan sobre el pensamiento popular. La idea de una democracia consensual vacía en donde todos nos ponemos de acuerdo en una suerte de “ronda de la felicidad” es mentira. La verdad de la democracia no es esa.
Marcos Novaro: Ella, en el liderazgo, fue mucho más afectiva. Néstor no fue un tipo que arrastraba multitudes, era bastante frío y muy aparato de la estructura del partido. Cristina se hizo una líder popular. Era llamativo ver que varios dirigentes del peronismo no tenían una foto de Néstor y sí, de Cristina. Yo creo que ella en eso es comparable a Alfonsín y a Menem, tipos que llegaron al corazón de la gente. En términos de sus dotes dramatúrgicos, resulta muy superior a lo que conocimos en la época de Menem. Y eso le permite subsistir, no es una cuestión de irracionalidad política que la gente se haya enamorado de ella. Ella es una tipa que transmite mucha convicción y es muy auténtica. Tiene garantía de dotes que le han permitido sobrevivir tantas idas y vueltas dentro de la opinión pública por parte de gente que la odia y que la detesta. Es una tipa que se reinventó varias veces: empezó como la presidenta amuleto de Néstor, era popular pero no poderosa, después se volvió odiada por mucho porcentaje de la gente —sufrió mucho más que Néstor la caída del 2008—, después renació y explotó; va a seguir así por bastante tiempo.
Martín Sabbatella: Yo le deseo como a todas las personas la posibilidad de ser feliz. Cristina comprende la felicidad como la felicidad de ella, de su familia, de sus más cercanos y la felicidad del pueblo. Porque justamente, por el compromiso que tiene Cristina con su pueblo y con su patria hace que ponga por delante los intereses de ese pueblo y de esa patria y la responsabilidad histórica que ella tiene, eso lo pone por delante de sus propias necesidades y de sus propios deseos.
Marcos Novaro: (risas) Cristina tiene bastantes ventajas como para evitar que su salida de la escena política sea penosa. Yo le desearía que encuentre la forma de evitar que sus últimos años de liderazgo político —que pueden ser bastantes— se olviden las cosas buenas y valiosas que hizo. A diferencia de Evita, lo que le pasó un poco a Perón y a Néstor, los tipos que no mueren de jóvenes en la política tienen un problema, están haciendo cagadas de forma indefinida y consumiendo su crédito. Como ella va a vivir muchos años, sería bueno que aprendiera de la experiencia y no se incinerase del todo, por lo menos.
Martín Sabbatella: Claro, Cristina cumple, sí. Cristina cumple hoy, cumplió ayer y seguirá cumpliendo.
Marcos Novaro: Ella ha hecho mucho por cumplir, pero eso no ha sido una buena idea (risas). Ha trabajado mucho por ser consistente ideológicamente, llevó las cosas a ese nivel mediante la radicalización de sus propuestas y de sus políticas de reforma en la última parte de su gobierno. Su esfuerzo por poder sostener esa radicalización fue su principal fracaso. Ha hecho cosas que demuestran el carácter consecuente que tiene: ella misma boicoteando la candidatura de Scioli, lo que hizo con Lousteau (no lo apoyó en la elección de Jefe de Gobierno de 2015): si Martín no hubiera fallado, hubiese podido sacar a Macri del juego, y esto por un par de tontos de la ciudad de Buenos Aires que ella promovió para que votaran en blanco (Mariano Recalde); solo para complicarse la vida.
Pasaron sesenta y seis años. Cristina empieza a dejar de ser lo que dijo y lo que hizo y pasa a ser lo que dicen que dijo y lo que dicen que hizo.
A un olvido debe oponersele muchas memorias; a una historia falsa hay que cubrirla con historias reales. C’est la vie.
POR RAMIRO GAMBOA Y JUAN ZINGONI
PRODUCCIÓN AUDIOVISUAL: JUAN MANUEL CAFFERATA