POR FEDERICO ESSWEIN
Si bien no consiguió llevarse la máxima estatuilla, Vice merece ser observada de cerca. Es un filme que sin dudas rompe la pantalla e interpela al espectador. Lo seduce con una narrativa rápida y lo entretiene con sus ironías, mas ello esconde una sensación de oscuridad inquietante. Se percibe realidad, tan cruda como se la pueda imaginar.
El liderazgo de Dick Cheney es poco democrático, aunque “poco” me quedó corto, es absolutamente ademocrático. Es el dueño en las sombras de un Gobierno, sin estar afectado por el check and balance system del país que aplicó el concepto de división de poderes. Este burócrata, sin la supervisión democrática ni los frenos republicanos, demostró que el poder fluctúa peligrosamente entre quienes lo ejercen sin reparos.
¿Cómo Estados Unidos cayó bajo su mando? La respuesta es el estado de excepción. El terror generalizado habilita la restricción de derechos, y dicha restricción es la llave para la tiranía. La historia convulsionada de los recientes años del mundo, convirtieron a un ser callado, gris, ambicioso y corrupto, en un personaje más real que su título político.
La película encuentra una gran capacidad de transmitir las ideas fundacionales de Carl Schmitt, que fue asesor legal de Hitler. En un sistema basado en las encuestas de opinión pública y en un contexto excepcional donde nadie se anima a tomar decisiones, deviene la anomia. Así, cualquier decisión del Leviatán será considerada correcta. El vicepresidente lo entendió inmediatamente.
El discurso de despedida de Cheney es, sin lugar a dudas, la escena más auténtica del cine contemporáneo. Lo que fue una ficción en A few good men, llega a Vice como una descarnada demostración del decisionismo. Construye a un decisor, un simple hombre, capaz de optar por lo que el pueblo quiere, pero que no se anima.
A la condensada filosofía de la película, se suma que Dick no es más que un leal empleado administrativo y padre de familia, que asume la vocación de acumular poder pacientemente en los pasillos de la Casa Blanca. Este ejemplo de movilidad política ascendente, manejará los hilos en la tormenta más dura de nuestra historia.
Si The great dictator fue una apología al fin del fascismo ante el neutralismo estadounidense en la Segunda Guerra, podría decirse que Vice es otro baldazo de agua fría para la apatía de esta comunidad posmoderna. Cuando todos descansamos de nuestra cotidianidad, este tipo de hombres deciden en la delgada línea entre la vida y la muerte.
POR FEDERICO ESSWEIN