POR: NATASHA GAZVODA Y JUAN ZINGONI.
—Ese es Marcelo Gallardo en 3D. Ahora estoy esperando que me manden la del Pity (Martínez) para ir completando, cuenta Santiago Bulat, y apunta a los estantes que acompañan su living comedor. Nos invita a tomar asiento con el mate y una Coca-Cola para combatir los treinta grados que azotan la ciudad en febrero.
Recibirá consulta tras consulta al celular. Sabe que puede haber alguna urgencia, mira la pantalla a cada rato. Hace tres años comenzó con el laburo de consultoría. Se abstiene de responder hasta que nuestras preguntas y nosotros, nos vayamos. ¿De qué vamos a charlar? De la economía, estúpido.
Capital Federal, 1994, pleno auge de la política económica del “uno a uno”, estamos en el final del primer mandato de Menem y durante la arrasadora temporada del “muñeco” Gallardo jugando en la primera de River Plate; aquel primero de marzo, nace Santiago Bulat.
—Para ese entonces mis padres estaban juntos, pero a los tres años se divorciaron. A partir de ahí, me quedé viviendo con mi madre en Núñez y después me fui a vivir “solari”.
—¿Dónde estudiaste?
—Fui al colegio Esquiú que queda en el barrio de Belgrano. Ahí estuve desde sala de cinco hasta que me recibí del secundario.
Era un nene, en una cancha de tenis, que probaba sus talentos potenciales. Al principio, con clases particulares. Problemas económicos complicaron las cosas, pero su padre consiguió que siguiera, aunque ahora en clases grupales. Los años transcurren, y los partidos de tenis se convierten en intercolegiales de fútbol. De la performance individual al equipo eterno con amigos del colegio. Aquellos sábados gloriosos. Quien conozca a su equipo, “El Pinche FC”, recordará su mítico bicampeonato en 2017 (apertura y clausura). Es hasta el día de hoy que, con todos los del colegio, siguen juntos para comerse las canchas de fútbol 11, con Santiago el “Topo” Bulat jugando de cinco y de capitán. El apoyo y perdón de todo su equipo son clave, porque ¿cuántas probabilidades hay de que un economista full time vaya a todos los partidos?
Paritaria infantil
Su viejo, Tomás Bulat, fue quien le había enseñado a manejarse con la plata de chico. Ya en la primaria, Tomás le daba una mensualidad, y Santiago la dividía por día para gastar lo justo; su hermana, Lucía, se gastaba todo y su hermano más chico, Fausto, moría de hambre antes de gastar un peso e, incluso, el menor hacía el sacrificio de bañarse u ordenar su cuarto a cambio de un peso. Algo llamado “inflación” hacía que los precios aumentaran cada mes y, por lo tanto, los tres chicos Bulat se motivaban para reclamarle a Tomás, quien supo ser un ávido impulsor de la pedagogía económica infantil: “Papá, queremos paritarias”.
En parte por la vida familiar, en parte por el colegio, los oídos de Santiago recibían cada vez más economía cada vez más seguido, hasta que esta temida ciencia social lo atrapó por completo. En los tiempos en que el INDEC estaba intervenido, Santiago pensaba que todo era un desastre. Soñaba con construir fuentes de datos y estadísticas fidedignas. Finalmente, los deseos por mejorar la realidad lo llevaron a preguntarse: ¿por dónde voy? Y la respuesta, había estado ahí siempre. A partir de trabajar con microcréditos, supo cómo la economía sale de los libros y puede ser una herramienta social para impulsar proyectos a pequeña escala.
Los senderos de la economía
—Sin embargo, optaste por otro camino ¿por qué?
—Recuerdo haber tenido una charla con mi viejo en la que le contaba que me parecía haber encontrado el rubro, y él me dice: «vas a cambiarle la vida a muchas personas probablemente, pero no vas a hacer un cambio en la sociedad. Si queres hacer un cambio en la sociedad, te vas a tener que meter en la política».
Por supuesto que sería significativo ayudar a cientos de familias con los microcréditos. Sin embargo, aquel que aspire a mejorar la vida a más de un cuarto de la población en situación de pobreza, tal vez, tenga que buscar por otro lado.
—La decisión fue medio utópica en primera instancia. Dejé los microcréditos y me metí en la financiera, finalmente estudié macroeconomía, es lo que a mí me gusta y lo que quiero hacer, por lo menos, un tiempo más. Como muchos, las ganas de cambiar las cosas están al principio, pero luego te chocás con muchas paredes en el camino.
Un 31 de enero de 2015 fallece Tomás, su padre, en un accidente automovilístico. Santiago, que tenía veinte años y que estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires, decidió continuar con el programa televisivo de su padre y buscar otros laburos para ayudar a su familia.
—Hablé con el presidente de la financiera, que hoy es buen amigo mío. Le digo “no me sirve más tener una pasantía, necesito un trabajo full time”. Me lo dio al día siguiente para que me quedara tranquilo. Ahí fue cuando empecé a trabajar formalmente.
—¿Se puede estudiar Economía y no llevarte bien con las matemáticas?
—Hay matemática aplicada, vas a padecer algunas materias, pero otras te van a gustar y la verdad es que podés, pero la vas a tener que remar.
“Ya fue, hago economía”
Para Santiago, estudiar Economía supondría ser comparado con su padre, que ya empezaba a ser conocido al momento de elegir la carrera. Administración de Empresas, “algo parecido”, sería la alternativa, en la Universidad de Buenos Aires.
—Mi viejo nos decía que la UBA te hace bueno en buscar tus cosas, en ganártelas, pelearla, saber que no te dan pelota a la primera porque sos un número. Empecé ahí, por eso, y me enamoré a fondo de la facultad. Sufrí un poco al no entender bien la dinámica de tener que buscar todo, pero se aprende mucho para los laburos.
Sin embargo, duraría un año en la carrera.
—Me di cuenta de que no era lo mío, y dije “ya fue, hago Economía”, dice, entre resignado y consciente de que, por fin, sería su elección, restándole importancia a las especulaciones externas.
De Yunus a las aves de rapiña
En paralelo, un profesor del colegio le propuso que se uniera para laburar en una fundación, que consistía en darle microcréditos para pequeños emprendimientos y créditos personales a sectores de bajos ingresos. Así, Santi se tomaba el tren a Moreno tres veces por semana, ad honorem.
—Trabajar con personas de bajos recursos es un tema porque apretarlos para que te den la plata que les habías prestado de vuelta es una complicación, porque sabés que estás apretando a un tipo al que querés ayudar, ¡la puta madre! Pero a la vez, darle esa responsabilidad de que se sientan dueños del dinero es muy valioso.
—¿Qué pensás de los microcréditos?
—Hay un libro llamado El Banquero de los Pobres, del banquero y emprendedor social Muhammad Yunus, que me enseñó bastante. Yunus le había dado a un grupo de mujeres de Bangladesh unos dólares, sin intereses, para que pusieran en marcha sus emprendimientos. La política de microcréditos se quiso aplicar en la Argentina, pero no funcionó.
—¿Por qué?
—Son sociedades recontra distintas culturalmente. Funcionó en Bangladesh, que es un país muy pobre, y ahí todos se dedicaban a emprendimientos muy similares, acá hay otra variedad, y otras necesidades, no se logró un efecto directo. Además, los microcréditos son super personalizados y no son escalables, por esa razón y estarle atrás al que te tiene que pagar.
—¿Hasta cuándo seguiste en la Fundación?
—Hasta que empecé la pasantía en la financiera. Cuando llegué, me dijeron “acá hay que ser buen tipo, pero sabé que son aves de rapiña, todos”. Ahí dije “Uy, ¡Yunus a la mierda!” (risas).
—¿Y qué te enseñó?
—Muchos profesores no entienden cómo se manejan las personas de bajos recursos. Además, muchos documentos no condicen con la realidad, que es lo que pasa acá en los últimos años.
Veinte años no son nada: radio y televisión
—Mientras te encontrabas cursando Economía eras también periodista en el programa de televisión El Inversor. ¿Cómo pasó?
—Mi viejo tenía contratado el espacio en la televisión por el resto del año y cuando falleció, me preguntaron si yo quería seguir con el programa. Faltaban los auspiciantes. Claudio Zuchovicki me dio una mano muy útil, ya que como gerente de la bolsa de comercio tiene experiencia y se unió conmigo al programa.
—¿Cómo te animaste?
—Lo primero que dije fue “no voy a hablar de economía porque tengo 20 años”. Entonces fui entrevistador y aprendí a los golpes. Lo único que sabía de comunicación era ver a mi viejo en los medios. Después vino la radio, y un día me llamó Juan Pablo Varsky. Me dijo: “se va José del Río, quiero que seas el economista de la Metro”. Mi reacción fue un gran “¿¡Qué?! Tiene que ser un amigo jodiendo, me están pelotudeando”, si yo hacía de periodista solo porque me quedó el programa que hacía mi viejo. Varsky había pedido recomendaciones, se quedó con 3 candidatos, y escuchó mi programa.
— Me imagino que fue un “si te animás a levantarte a las cinco, venite”.
—¡Nunca más! (risas). Iba a la radio de seis a nueve; después, hasta las cinco de la tarde en la consultora; y por último, cursaba hasta las nueve de la noche.¡Todo el día! No es sano. No estuve bien esos meses, cuenta entre la aflicción y las risas.
—¿Y cómo fue al principio?
—Yo estaba detrás del vidrio viendo durante las tres horas cómo era todo. El primer día que hablé me llovían mensajes en Instagram, Whatsapp, Twitter. Mi pensamiento fue: “No, ¡boludo! Me metí en un quilombo, no estoy ni recibido”. Tenía 8 mil seguidores en ese momento y hoy 47 mil, una locura, era el tercer programa más escuchado de la estación. Después las oportunidades se fueron dando. Estuve poco tiempo ahí, empecé en agosto de 2017, y me recibí de la carrera en diciembre.
Tras la graduación, trabajó un año más en No Somos Nadie por Radio Metro, y este 11 de marzo comienza un nuevo programa en la Radio CNN nuevamente junto a Juan Pablo Varsky.
—Va a haber menos gente en el equipo, un público más grande, pero otro perfil más A.M. en otro horario.
—¿No estabas en radio Millenium también?
—Sí, pero me anoté en una Maestría de finanzas y ya va a ser mucho. Lo dejé para no quemarme la cabeza. Me ha costado mucho ponerme límites. Al inicio, casi no veía a mis amigos porque no te podés dormir ni a las once que ya a las cinco te estás yendo a la radio. Los partidos, los asados, todo ese sacrificio valió la pena, aunque no fue para nada fácil.
—¿Qué te gusta de la radio y qué diferencias le encontrás con la televisión?
—Lo que me gusta mucho de la radio es que puedo explayarme un poco más, tengo los datos ahí y es más largo y distendido. En la tele es: «¿¡cuánto va a estar el dólar!? ¿¡a cuánto va a estar la inflación?!». Hay que bajar la intensidad. En la tele, lo que importa es la frase corta y que pegue. Y no soy tan así. Cuando estuve en el programa de Novaresio fue como: «¿te animás a un número para el dólar?». Le dije: «el dólar no te lo puedo decir, la verdad es imposible». La inflación le tiré un número, pero bueno, vamos a ver.
Cada estudiante de Ciencias Económicas de la UBA, antes de darle un cierre a su cursada de grado, debe someterse a la producción de una tesis propia. Santiago decidió hacer la suya sobre la base de la coparticipación federal de impuestos. Así, investigaría el porcentaje de impuestos que se le atribuye a las provincias de lo que recauda la Nación.
Las finanzas a partir del mate
—Arrancamos con la parte de economía.
—¿Ahora se viene lo difícil? (risas)
—¿Crees que las finanzas pueden salvar al mundo o a la Argentina?
—No sé si la respuesta es salvar al mundo, pero me parece que ayudan mucho. ¿Por qué lo digo? Todos los países más desarrollados tienen un mercado de capitales muy avanzado.
—¿Qué pensás de la “timba financiera”?
—Las acciones existen porque las empresas necesitan dinero, entonces estas dicen: «A cambio de que vos me des dinero ahora te hago partícipe de mi sociedad, voy a empezar a fabricar mates, y si vos querés bancar mi proyecto de fabricar mates entonces me comprás el 10 %, pero me tenés que dar la plata ahora y te convertís en un accionista con el 10 % a futuro con ganancias». Si yo no necesitara esa plata para hacer ese proyecto porque soy millonario, entonces me arreglo solo. Las finanzas están en todo el mundo, y si todo el mundo invirtiera como si fuera una lotería o una timba, donde tenés las de perder, serían todos unos pelotudos.
—¿Qué pasaría si no existieran las finanzas?
—Probablemente, solo tendrían éxito o solo podrían crecer quienes tienen la plata para hacerlo, los que no tienen el capital se les complica.
—Sería como un sistema de favorecimiento a la competencia.
—Sí, exactamente. Bien regulado sí, porque los bancos se hacen de los depósitos que devuelven a diferentes tasas, y con eso financian con créditos a otros que no tienen el dinero ya y que también los pagan con interés. Si los bancos no lo hicieran, no sería probable que creciera la economía, puesto que mucha gente no podría acceder al financiamiento, y si los que tienen más “guita” no quieren hacer ningún proyecto entonces se quedan con su plata y no mueven la economía. Es realmente importante.
Invertir para innovar, esa cuenta pendiente
—¿Argentina es innovadora?
—Particularmente, sí. Hay un montón de proyectos innovadores radicados en el exterior lamentablemente, como Mercadolibre. Por regulaciones o malas prácticas, estas empresas no están acá, pero sí son ideas argentinas que sin capital hubiera sido difícil hacerlas.
—En este sentido, ¿te parece que sería igual de importante la inversión en el capital humano o de las ideas educación y formación?
—Totalmente, de hecho hay líneas asociadas a eso y proyectos gubernamentales históricos que no son de este Gobierno. Hoy estamos con tasas de interés muy altas y el Gobierno interviene en ese sentido, dice: «bueno, ante la dificultad que están teniendo las empresas para financiarse, voy a dar un subsidio para que puedan financiarse a una tasa más barata».
—¿Qué no debería estar pasando con las empresas?
—Algunas empresas deciden no tomar un crédito porque la tasa está muy alta, y directamente empiezan a poner guita de sus bolsillos o pedirle guita a sus amigos, situaciones que no tendrían que pasar porque deberían tener una dinámica con el banco. El Gobierno tiene que estar en esas cosas que, si bien no es lo óptimo, porque no está bien que el Gobierno gaste plata en subsidios privados, ante la dinámica de los quilombos que tiene la Argentina me parece que es importante que pueda facilitar el financiamiento hacia algunas empresas, sobre todo, a las más chicas.
—¿Qué opinás de Vaca Muerta? ¿Lo ves viable?
—?Tiene que estar bien controlado, pero ahí también tenés un problema. Si no lo hacía TecPetrol o Geneias o el resto, sería improbable que el gobierno pudiera haber hecho algo para explotar esos pozos. Mi papá tenía una frase que era muy buena, la comparto bastante, que es: «muchas veces, se dice que la Argentina es rica por los recursos naturales, si vos dejabas los pozos petrolíferos ahí, no sos rico un carajo porque es piso y el petróleo está abajo. Alguien lo tiene que explotar». Después podemos discutir si las prácticas que usó el Gobierno están bien o no (para mí, no estuvieron bien). Si no hubiera sido así, no creo que estaríamos exportando petróleo como pasa ahora. Pero como todo, requiere control.
La generación pos 2001
—La economía es cotidiana. ¿Cómo ves a los de nuestra generación con respecto a las finanzas? Bitcoins, plazos fijos, etc.
—Tenemos una lógica diferente: si bien sabemos lo que es un corralito y una hiperinflación, es gracias al relato de nuestros padres, pero no lo vivimos. Esto no es menor. Tenemos más confianza en la institución económica. No perdimos nuestros ahorros bancarizados. No hay persona que haya perdido su dinero en el 2001 que no te diga que tiene la plata debajo del colchón. La lógica en el sentido común es plazo fijo o dólares, y yo les digo: “¡hay tantas cosas más!”. Se necesita resiliencia para abrirnos a otras opciones.
—Con la corrida cambiaria de agosto del año pasado muchos argentinos con ahorros en pesos decidieron ir a “cuevas” para cambiar pesos por dólares y guardarlos bajo el colchón. ¿Qué pasó ahí?
—Pasaron cosas (risas). Lo del año pasado no fue igual al 2001, por más que muchos decían: “vuelve el 2001”. La situación era completamente diferente y ese miedo está muy presente, excepto en nuestra generación; y eso, como decía, es una buena oportunidad para educar en pos de la institución. Se dan préstamos en dólares a quienes exportan y tienen divisas para pagarlos. Hoy no puede hacerse, y no puede pasar algo así.
—Vamos por un consejo, ¿qué les recomendarías a los jóvenes como nosotros?
—Voy a dar la recomendación más pelotuda del año. Abrirse la cuenta en el banco o en una sociedad de bolsa. Depositar mil pesos. Cuando perdés 100 pesos de esos 1000, vas a decir “bueno, ahora voy a entender cómo funciona”. Recomiendo los fondos comunes de inversión, en vez de tener tu plata en una caja de ahorro, abrís una cuenta comitente, anexa en ese banco para comprar bonos, acciones, etc. Lo ponés en un fondo común compartido con otras personas, eso lo maneja un especialista y circula. Además, financia a los bancos, que a la vez, a través de ciertos incisos, tienen la obligación social de financiar pymes.
Entre Miami y Villa Gesell
—Cuando ves que mucha gente se va para Miami, preocupate. A los dos años, hay crisis. Al menos eso decía tu viejo.
—(risas) Fijate que en 2017, el tipo de cambio estaba atrasado, tenías inflación del 25 %, y el dólar subió un 17 %. Fijate, el dólar debajo de la inflación, algo hay. No había tanto problema porque los dólares entraban, era la “confianza Macri” en los mercados lo que hizo entrar dinero.
—Según los datos 2017 fue un año con inversiones.
—Sí, inversiones de cartera, no productivas, aún así, necesarias por las divisas. Al quedar el dólar barato respecto del mundo y de la inflación, te podés ir de vacaciones pero después, se va a la mierda.
—Sólo se vive una vez.
—Papá decía: “son dos años de Miami y dos de Villa Gesell”.
—La capacidad industrial de las PyMES está a niveles pos 2001 según el INDEC; y la actividad industrial cayó el 5 % el año pasado según la UIA. Muchos hablan de un nuevo 2001. ¿Cómo lo ves?
—La serie histórica de quiebres empieza en 2008. El Gobierno anterior creció en torno al consumo, le faltó la pata de la inversión.Si todos tenemos más plata, pero hay un solo mate, va a subir el precio del mate por incremento de la demanda. Si tenemos plata para invertir y fabricar más mates, el precio se estabilizará. Tendríamos el mate, y más trabajo, un sueldo mayor. Entonces,subieron los sueldos, pero no la cantidad de mates. Ahí se anclan el dólar y las tarifas para frenar la inflación; sin embargo, fue del 30 % aproximadamente. Y se intervino el INDEC. Por otro lado, este Gobierno desalienta el consumo demasiado, como si fuera la herramienta para bajar la inflación. Ahora serían más tarifas y menos mates. Los precios subieron de todas formas, incluso cuando se paralizó el consumo. Se apostó a que en los períodos de recesión los precios no subieron tanto como en los períodos en los cuales había más plata para el consumo.
—Se emitía menos para frenar la liquidez, pero las tasas subieron.
—Suben porque te dicen: “en vez de gastarte la plata, vení a invertir conmigo, dame tu plata, y con la tasa alta que te ofrezco, vas a tener mayor rendimiento, entonces a fin de año, en vez de comprarte ese celular, lo ponés en el BCRA y te devuelve lo que la tasa vale, añadido a lo que habías puesto al principio”. Inversión por sobre el consumo es igual a crecimiento.
Las PyMES, las que aguantan la crisis
—¿Qué sucede con las empresas en esta situación?
—Como empresa, recortás (recursos humanos, principalmente). Hoy mantener personal y echarlo, es muy caro en el país. Si se frena una planta en su defecto y baja el sueldo, se trabajan menos horas. Una contracción bastante grande es la que produce esta tasa de interés. Aún así, considero que la inversión tiene que estar; aunque también, el equilibrio.Las PyMES, y también las grandes empresas, pagan tarifas que cada vez valen más y pagan sueldos que cada vez valen menos por el tipo de cambio y la suba de tarifas.
—Y los créditos para las empresas.
—Ahí está. Las empresas dicen: “este es un momento malo, entonces voy a buscar plata al banco para pasarlo”, pero cuando vas, los del banco te dicen: “te presto al 90 %”, y las empresas responden: “no, ni loco pongo plata mía, pido prestada; pero, ¿hasta cuánto puedo aguantar?”.
¡Que llueva, por el granero del mundo!
—¿Hay algo más allá de la clásica salida neoliberal (recesión, exportación) o neokeyneasiana (gasto del Estado, déficit fiscal)?
—En Ámbito Financiero dije que era complicado lograr el equilibrio…, la sociedad argentina es particular. El Gobierno anterior intentó fomentar el empleo y la industria a costa de subsidios y del Estado. El problema es cuando el Gobierno financia las industrias y no se vuelven competitivas. Probablemente, sea el caso de Vaca Muerta en la actualidad. Teníamos una ensambladora de electrónicos en Tierra del Fuego. Importar los componentes, transportarlos hasta la planta y armar los celulares, para traerlo a capital. Generaste empleo, sí, pero ¿cuán sostenible es?Los países desarrollados tuvieron en gran medida la ayuda del Estado.Eso puede estar bien solo si hay un plan a largo plazo en pos de la competitividad para no obligar al mercado interno a pagar precios caros y es contraproducente. Vamos a ser más libres para abaratar los costos dicen, como con las aerolíneas. Industrias que se habían plantado, hoy están quebrando porque no eran competitivas. Hay que pensar qué modelo queremos tener. El campo se hizo mierda el año pasado con la sequía, y repercutió bastante. Ser el granero del mundo no es más sostenible que el servicio, por más que sí sea una pata importante, porque no vamos a andar dependiendo de si llueve o no llueve.
—¿Cuál es el equilibrio entre evitar tanta fuga de capitales e incentivar la inversión?
—El cepo cambiario se estableció porque la fuga en ese momento era masiva, pero fue una burrada. Chile tiene un sistema interesante: por el periodo de un año no pueden llevarse la plata al exterior. Este Gobierno liberó esa restricción. Probablemente, los fondos que ingresaron serían menos si no lo hubieran hecho, la corrida cambiaria que vivimos entre abril y octubre tendría que haber sido más brutal. Emitir al exterior bonos y títulos era necesario por la entrada necesaria de divisas. Te compro las acciones argentinas, después te las vendo, después me compro dólares y me los llevo de nuevo al exterior.
La bicicleta, pinchada
—El carry trade, ¿es bicicleta financiera?
—No. Te lo explico rápido. Venían a traer dólares acá, los vendían, esos pesos que obtenían los ponían para que rindieran con tasa de interés; al mes, compraban dólares de nuevo y podían sacarlos fuera del país. Si alguien lo hizo en 2017, supongamos, cuando la inflación fue alta (tasa del 38 % y el dólar creció un 17 %), ganó plata porque con esos pesos pudo comprar más dólares de los que tenía. En 2018, alguien vino con dólares, los vendió, obtuvo pesos y el tipo de cambio subió un 100 %, no hubo instrumento en pesos que le gane a eso. Alguien que puso mil dólares, se volvió a ir con menos dólares y perdió plata. Por eso, no es bicicleta, porque no ganás.
—La bicicleta pinchada (risas). ¿Y qué puede aplicarse en relación a esto?
—Efectivamente, trajeron dólares, vendieron y se quedaron con los pesos. Al año, el dólar subió un un 100 %, fuiste a comprar los mismos dólares que salían 100 % más y ningún instrumento subió un 100 % para recuperar eso. Un mercado de capitales regulado, que ofrece buenos rendimientos, y con plazos establecidos que, por ejemplo, si es a 180 días, sabés que ese día se te van tantos dólares y tenés que salir a vender.Esa es una de las cuestiones que pueden aplicarse hoy.
Entre la renta y los impuestos
—¿Las retenciones al campo son una buena opción?
—No me parecen mal, pero hay que ver el contexto. Si la soja está a buen precio internacional, el sector no se desalienta tanto y si se transfiere a otros sectores con horizontes de competitividad, puede ser. No plantas de ensamble, sino la industria de la minería y del petróleo (que tiene un buen posicionamiento en el mundo). También la industria del software, ni la de los textiles, que es un sector bastante informal y uno de los más afectados por la caída de la actividad. En referencia a la industria, no soy partidario de decirle a las empresas cuánto ganar: ¿por qué? Lo más productivo sería un impuesto a las ganancias progresivo, en contraste con bajar el impuesto general (IVA) que lo pagan todos por igual. La lógica es no desalentar la producción.
—¿Y el impuesto a la renta financiera?
—Es una basura. Si el plazo fijo te da el 10 % ahora te va a dar un 12 % porque sabe que vas a tener incorporado el impuesto sobre eso. Lo único que hacés es subir la tasa. Antes te depositaban 100 pesos, y a fin de año tenías 110 pesos; ahora te ponen el impuesto y te vas al dólar o a otro país; entonces el banco te dice “pará, te pago un 12 %” y no recibiste un carajo, es una carga al sistema. En 2018, la gente ni siquiera ganó en pesos. El Merval no subió en pesos nominalmente. La inflación fue del 47 %, y el que invirtió en la bolsa perdió un 47 %. Un impuesto sobre eso es más pérdida.
—¿Y por qué se hizo?
—Por temas políticos. “Apoyame con la reforma jubilatoria y te pongo el impuesto a la renta financiera”. No fue por temas fiscales. El mundo lo aplica al impuesto: si tengo este mate y no lo vendí, no me cobran; acá si no lo vendiste, te cobran igual por la ganancia efectuada. Lo que incentiva es que lo venda igual porque es indistinto, en vez de reinvertirlo, saco la plata de circulación, y no apuesto a que el mate crezca. Te cobra sobre las pérdidas y no recaudás.
El futuro es político
—Pasar de la fundación de microfinanzas en el conurbano a una consultora financiera y a CNN, es un salto grande. ¿De qué lado ves tu futuro a largo plazo?
—Las intenciones de política están. No me interesa hacer plata con la política. Hasta que no sienta que soy bueno en serio, no me meto en política. Es muy irresponsable ingresar de otra manera. Quiero cambiar esa lógica de: «me meto en política y voy haciendo carrerita y voy ligando un contrato allá y otro allí». Hoy tenemos a cada uno que no sabe absolutamente nada y vienen tomando decisiones en el Congreso.
—¿Qué te parece nuestro Congreso?
—Tenemos un Congreso bajísimo. De nivel tan bajo que me da mucha pena. Esa lógica tiene que cambiar alguna vez, y quiero ser parte de eso. Si en algún momento entro en la política, va a ser cuando esté realmente preparado para hacerlo y con un partido que de verdad me convenza.
—Y que actualmente no se encuentra consolidado…
—(risas) De ninguna manera. Pero creo en esa frase que me dijo mi viejo: los cambios vienen desde la política. Y las ganas están intactas.
POR: NATASHA GAZVODA Y JUAN ZINGONI / SENDERO ELEGANTE
FOTOGRAFÍA: LUCAS BAYLEY / SENDERO ELEGANTE
COLABORACIÓN: LILIANA VELASCO / SENDERO ELEGANTE