POR: RAMIRO GAMBOA
Toda la vida de Héctor Recalde estuvo signada por la participación sindical. Se dio cuenta de que se dedicaría toda su vida a ser abogado laboralista, ya durante la facultad, cuando le “importó más militar junto a los laburantes que a los estudiantes”. Es abogado de la CGT hace 55 años y considerado por muchos como el cerebro legal de la central obrera. Hoy, se declara peronista, republicano, democrático, latinoamericano y feminista; hubiera votado a favor de la legalización del aborto y, por eso, tiene un pañuelo verde sobre su escritorio.
¿Sindicato de giles?
Tanto Mauricio Macri como algunos empresarios dicen que ha montado un régimen laboral que hoy por hoy es prácticamente insostenible para las empresas; con un costo tan alto para sostener a los trabajadores que, argumentan, las empresas prefieren no contratar gente.
Durante un acto oficial, el jefe de Estado Mauricio Macri lo acusó de “conducir la mafia de los juicios laborales”. Héctor le responde: “El ladrón cree que todos son de su misma condición. En realidad, debería haberle hecho una nota de agradecimiento a Macri, soy un ingrato. Pero que no nos engañen. ¿Cómo pueden ofrecernos una paritaria del 10 % cuando la inflación fue del 40 %? ¿Macri piensa que somos del sindicato de giles?”.
Conoce a Hugo Moyaño desde los setenta gracias al dirigente Saúl Ubaldini. Héctor llegó a la Cámara de Diputados porque Hugo se lo pidió a Néstor en 2005. En 2012, Recalde dejó de asesorar a la CGT encabezada por Moyano. Los días previos al distanciamiento, advierte, conversaba con Moyano todas las mañanas. El actual presidente de Independiente fue durísimo con el gobierno de Cristina durante los últimos años (2012-2015). “La cosa era con Cristina, fue una pelea personificada. La cuestión del machismo también incidió”, aclara.
Héctor es de los que desconfían de recordar todas las cosas y, por eso, fija todo en imágenes: fotos con Perón; Fidel Castro; José “Pepe” Mujica; sus tres hijos: Mariano, Leandro y Mora; Néstor; Cristina; Nora Cortiñas e Illia. Si bien asegura ser igualitario con todos sus nietos, la oficina está repleta de portarretratos de su primera nieta, Julieta.
En esas fotos, el pasado permanece y dura como cuando charló con Perón en el exilio. “Ayudé a Perón mientras se ponía un sobretodo de pelo de camello, y él me mira, me guiña el ojo y me dice: m’hijito, en la lucha entre el hombre y el sobretodo siempre ganó el sobretodo”, evoca Héctor mientras se le dibuja cierta sonrisa de alegría. Era el invierno del año 1965 cuando acompañó a Perón en Madrid. Dice que los cuatro encuentros con Perón lo transformaron de un peronista racional a uno emocional. Perón —entre algunos temas irreproducibles— le contó que se escribía con Mao Zedong y con Fidel Castro. “Podemos criticar a Perón. No hay hombre perfecto. Pero transformó las estructuras del país de acá a la luna. Hoy se reivindica mucho más al peronismo que en aquella época”, dice Héctor.
—Durante la primera presidencia de Perón, Ricardo Balbín, uno de sus principales opositores, fue encarcelado. ¿Fue un error?
—Cualquier acto que cercene las libertades públicas es un error. Hay que ver las circunstancias, el momento y qué pasaba. En esa época, había mucho golpismo. De todas maneras, hoy tenemos otro concepto de lo que significan las libertades públicas. En ese momento, no se hablaba de Derechos Humanos ni el peronismo ni la ultra izquierda.
—Después, en 1972, Perón se abraza con Balbín. ¿De quién es la mayor virtud en ese abrazo?
Se queda pensativo.
—El mayor mérito lo tuvo el más poderoso. Que no era Balbín.
Ser padre en el exilio
Mientras Perón se pasó los últimos días de su vida rodeado de “la más maravillosa música, la del pueblo argentino”; Héctor se exilió de la Argentina escuchando su melodía preferida: la voz de sus hijos Mariano, Leandro y Mora. Partieron hacia Atlántida (Uruguay), en 1976. La búsqueda de cangrejos por la playa junto a sus hijos no se borrará nunca de su memoria. “El exilio comenzó como una larga temporada veraniega. Siempre transformé lo negativo en positivo”, cuenta y le busca la vuelta a esos momentos en que los sueños se van, derechito, a la mierda.
Le pregunto a Héctor sobre sus errores y aciertos como padre. —Quizá uno siempre piensa que fue mejor padre de lo que verdaderamente fue; sería bueno tener una charla descarnada con mis hijos para que me digan cuáles son las quejas y las críticas, pero me aterra, entonces no la hago.
“Mi papá fue más cariñoso con los nietos que con los hijos. Conmigo jugaba poco, aunque recuerdo algunas lindas partidas de ajedrez”, dice Mariano Recalde, su hijo mayor. “Héctor no faltó nunca a un sólo cumpleaños de sus nietos. Se le cae la baba por cada uno”, cuenta Diana Conti.
—¿Qué aprendió de sus hijos?
—Aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel de pensar siempre, nada más que en ellos.
El vice
En 2011, Moyano quería a Héctor de vicepresidente.
—¿Le hubiera gustado ser el vice de Cristina?
—Nunca me lo plantee. Con autenticidad y respeto, me parece una figura decorativa.
El exvicepresidente, Amado Boudou, fue condenado a cinco años de prisión por el caso Ciccone. A su vez, se lo investiga en dos causas penales por la falsificación de documentos de un vehículo y otra por la presunta compra irregular de 19 autos de alta gama cuando era ministro de Economía.
Héctor defiende al exvicepresidente: “A Boudou le tengo estima, aprecio y respeto, me parece una víctima. De ninguna manera lo voy a juzgar. Cuando estuvo preso lo fui a visitar. Sí, creo que este gobierno ha manejado no con torpeza, sino con una ferocidad brutal, las libertades públicas. Tenemos más de treinta compañeros detenidos que no tendrían por qué estarlo. Hay un abuso de la prisión preventiva sin ninguna duda. Yo fui a ver a Julio De Vido, a Milagro Sala, y traté de ir a ver a cuanto compañero estuviera injustamente detenido.
El arte de la conciliación
“Una de las virtudes de Héctor es que es un gran componedor, tiene una paciencia infinita, y eso para la coordinación de un grupo diverso ha sido fundamental”, elogia Diana Conti. “La mayor virtud de mi viejo es su capacidad conciliadora”, cuenta su hijo Mariano.
—¿Usted imagina hacia octubre un frente peronista unido?
—Es lo que quiero, el límite es Macri. Hay que buscar la unidad, no sólo con el peronismo, sino también con otros sectores afines. Para eso me he comprado varios condimentos para varios sapitos que me voy a tener que comer, sapitos, no cocodrilos.
—¿Se imagina a Massa junto a Cristina?
—No hago nombres propios, ¿eh?. Todo el que ponga a Macri como límite es bienvenido. Si quiero buscar la unidad excluyendo, estoy en pedo. Además, nuestra conducción es Cristina y ella está buscando la unidad.
“Si Macri reelige sería terrible y sería culpa nuestra porque el 70 % de la sociedad está en contra. Es un problema de los dirigentes”.
¿Cristina 2019?
“Héctor está como senador suplente de Cristina Kirchner. Cuando Cristina vuelva a ser presidenta, Héctor tiene mucho para aportar como senador”, dice Diana Conti.
—Si Cristina volviera al poder…
—No. Si volviera, no, va a volver, interrumpe Héctor.
—Si Cristina hubiera cedido el protagonismo y respaldado a otro candidato después de 2015, ¿hoy el escenario sería más fácil para el peronismo?
—En la cancha, se ven los pingos, que cada uno proyecte de acuerdo con su capacidad y no por el dedo mágico. Está bien que ella deje que en la cancha se vean los pingos. Honestamente, creo que Cristina va a ser la candidata.
—¿Qué errores se cometieron en 2015 que deberían corregirse en 2019?
—Tengo la sensación de que la sociedad quería un cambio y pensó que el cambio venía con lo que prometieron. Pero el cambio de Macri fue cambio y fuera. Por supuesto, tuvimos errores y hubo un agotamiento, pero como ya nos critican tanto para qué voy a hacer autocrítica.
—¿Qué error no debería volver a cometer Cristina en un supuesto nuevo gobierno?
—Repaso rápidamente y no encuentro uno. Podría decir que tendría que haber modificado el impuesto a los altos ingresos, mal llamado impuesto a las ganancias.
—Cristina hizo en ocho años alrededor de cien cadenas nacionales, en las que habló más de 4600 minutos. ¿No fue un exceso?
—Pienso que es poco, ¿en ocho años solo 100? Es muy bueno que el presidente o la presidenta le explique al pueblo cuáles son los planes de acción, lo que piensa, porque eso provoca la participación.
—¿Por qué no hizo conferencias de prensa en lugar de cadenas nacionales?
—No soy un especialista en medios de comunicación, pero es importante que la presidenta le hable al pueblo.
—¿No le parece justo que conteste algunas preguntas incómodas?
—Una cosa es la pregunta incómoda y otra la mala leche. Me acuerdo de algo que había leído de joven, decía si una espina me hiere me aparto de la espina, pero no la aborrezco.
—Jaime Durán Barba escribió: “Las que cometen los asesinatos masivos en Venezuela son las guardias revolucionarias paramilitares. Si Cristina gana las elecciones, cambia la Constitución, como anuncia, y arma a los barras bravas, a su Vatayón Militante de presos comunes, a los motochorros y a grupos de narcotraficantes para que maten a sus opositores tendríamos una guardia semejante”.
—Durán Barba es un energúmeno. Piensa que es bueno castigar de esa manera a la oposición. Lo hace por las encuestas. Él se maneja con las encuestas, no con los principios y las convicciones. Es un engañador.
—¿Unidad Ciudadana o Cristina no deberían desmentir lo que dijo Durán Barba?
—Uno no tiene medios que recojan las opiniones. Yo le mandé un artículo a Página 12, ¿a quien más le voy a mandar? Ni intento que Clarín me publique. TN no me invita desde hace diez años. Yo hablo con todos.
—¿Lavagna podría ir a una interna con Cristina?
—Las PASO son una gran solución para todo; pero no creo que Lavagna se anime a competir con Cristina.
—¿Cristina Kirchner respalda a Maduro?
—En primer lugar, creo en la autodeterminación de los pueblos, Maduro está castigado y perseguido fundamentalmente no por errores que puede haber cometido gobernando, sino por el petróleo de Venezuela. Obviamente, los Estados Unidos están detrás de su caída. Mientras el pueblo venezolano apoye a Maduro, él es el Presidente. Punto.
Nunca se sabe cuándo algo termina
Su pasión por el tango comenzó a los doce años. Los domingos lluviosos, en su casa de Colegiales, se sentaba en la cocina —”chiquitita”— junto a sus dos papás, Alfredo Antonio y Sara, y cantaban. Dice que su mamá parecía Libertad Lamarque. El pasado de aquellos días se mantiene, tenaz, en el presente.
Héctor cantó tango en algunas radios. Su preferido es Cambalache por su simpatía: “no representa mi espíritu, pero es una caracterización dolida y perfecta de la realidad”.
Héctor, como todos, se desliza entre las luces de lo que no fue y las oscuridades de lo que pudo haber sido. Algo que hubiera podido ser: cantor de tango. La mayor frustración de su vida es no tener la capacidad para cantar Uno como corresponde.
Su película preferida es Casablanca porque representa la lucha por la libertad. Tiene en su oficina una foto de la protagonista, Ingrid Bergman.
“¿Una asignatura pendiente de mi papá? Le falta fútbol”, dice Mariano. “Héctor de fútbol cero. Como es muy simpático, a veces, para entablar una charla me pregunta un martes ´¿cómo va River?´, un martes que no juega nadie”, me cuenta José, el encargado del edificio.
La mayor enseñanza del papá de Héctor fue la honradez. De su mamá aprendió a ser alegre. Ningún sufrimiento, dice, fue comparable al de la pérdida de su madre. Un infarto sorpresivo. Sara tenía tan sólo cuarenta y ocho. Su papá, colectivero de toda la vida, murió siete meses después. Héctor dice que se murió de amor.
“El peronismo es tan indispensable como Borges”, dijo Beatriz Sarlo. Permitir que una historia como la de Héctor se pase de largo hubiera sido un acto de alta traición para entender ese fenómeno que algunos creen que nos salvó y otros que nos jodió la vida.
Los espacios inexplicados se entienden con historias.
POR: RAMIRO GAMBOA
FOTOGRAFÍA: LUCAS BAYLEY / SENDERO ELEGANTE