Planeta Cortázar

POR JOAQUÍN CORONEL / SENDERO ELEGANTE

 

El escritor “accidentalmente” nacido en Bruselas vive en el imaginario de sus contemporáneos y de toda una generación que ha transitado el secundario habiendo leído -al menos- uno de los cuentos de Bestiario. ¿Pero cómo hay quienes llegan a habitar tan visceralmente las palabras de un tipo fallecido hace ya 38 años? En mi caso se dio en aquel vértice entre adultez y adolescencia, tiempo repleto de dudas y contradicciones, tiempo en el que, sin pensarlo demasiado, echamos mano de algo o alguien que se muestre en el intento de asistir a algún tipo de certeza. Quienes hemos encontrado refugio –y un subterfugio- en esa interminable búsqueda del centro del mándala que se describe en Rayuela, compartimos nociones que nos acercan como dos hinchas del mismo equipo de fútbol.

 

Backstage

 

En el vocabulario del día a día, la palabra “librero” se encuentra algo fuera de uso; sin embargo, es común que entre las personas que manejan el código del aroma a libro y la utilidad del ISBN exista cierta cadencia para las identificaciones. “Soy lector de Cortázar”, ergo encontraremos el punto y aparte a la vuelta de la esquina o en algún jazz de Louis Armstrong.

 

Hace unos años me anoticié de que en algún lugar de Buenos Aires habita el mayor coleccionista de Cortázar: Lucio Aquilanti. Si existe título concreto y meritorio para el librero contemporáneo, que coexiste con Internet y Kindle (el dispositivo que lee e-books), es el que desempeña Lucio como librero anticuario. Lucio accedió a contarme un poco cómo fue que se inició en este campo: “Comencé a leer a Cortázar a los 14 años y enseguida me sentí sumamente atraído por esa lectura tan cálida y cercana. A los 18, ya siendo librero anticuario, conseguí un ejemplar de Los Reyes con dedicatoria autógrafa de Julio y gasté mi magro aguinaldo para adquirirlo. Sentí gran emoción al tener en mis manos ese ejemplar que había sido tocado por él. A la hora de haberlo comprado ya había terminado de leerlo, sentado bajo el gomero de Plaza Lavalle. Allí entendí que tenía que coleccionar toda su obra, algo que me llevo 27 años de colección”.

 

Es irrebatible: la literatura de Cortázar con su característico swing toca las cuerdas del afecto y sopla los vientos de la cercanía. Es entonces cuando apelamos a la memoria – que en palabras de Julio no es otra cosa que el lenguaje de los sentimientos- para atesorar aquellos momentos que hacen de bisagra y abren las puertas de su realismo fantástico. El otro lado de aquella realidad puede ser el laberinto donde se encuentra el Minotauro poeta que se describe en “Los Reyes”, o bien el ensayo donde Johnny Carter –alter ego de Charlie Parker- frena de repente a sus músicos diciendo: “Esto lo estoy tocando mañana”. Los caminos son continuos, infinitos si se quiere. Reafirmar ese espacio común –una pasión, acaso- es la base para pensar quién fue Julio Cortázar y cómo es que puede llegar a obrar en el backstage de la vida de cada uno de sus lectores y lectoras.

 

Arte: Rocío Belén Pérsico

 

El noble oficio

 

Es cierto que los caminos son variados, pero de un modo u otro siempre la realidad se antepone. La que vivimos muchas veces intenta conformarnos con la inmediatez de textos e imágenes, estímulos a diestra y siniestra. Pero no tiene sentido alguno enarbolar las banderas del “todo tiempo pasado fue mejor” ante la falta de solidez en lo que percibimos cotidianamente. 

La modernidad líquida -en palabras del fallecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman- nos invita a tomarnos un café con nuestras contradicciones y pensar cómo vivimos nuestro trabajo. Por eso, lo mejor es ponderar labores como la de Lucio, por su valor afectivo. Veintisiete fueron los años que le tomó a Lucio Aquilanti tener la más vasta colección de Cortázar; años que sin duda contribuyeron a su carrera en el noble oficio de librero, pero también al camino que iniciara a los 14 años: “Como ves, la decisión no se debió tanto a la admiración que yo sintiera por él, sino más bien al cariño que le tenía. Admiro mucho más a otros escritores (Borges o Di Benedetto), pero a nadie quiero tanto como a Julio. Por otra parte, en aquel entonces noté la magnífica inexactitud de las magras bibliografías sobre Cortázar y me propuse remediarlo. Lo logré al publicar junto a Federico Barea en el libro `Todo Cortázar. Bio-bibliografia´”.

 

Hoy por hoy, cualquiera puede acercarse a la librería Fernández-Aquilanti, a tan solo dos cuadras del Congreso de la Nación, y comprobar con todos los sentidos la auténtica labor de la pasión por la literatura.

 

Arte: Rocío Belén Pérsico

 

Máquina del tiempo

 

Son incontables las veces en que me quise subir al Delorean -el entrañable auto conducido por el Doc en “Volver al Futuro”- para visitar a aquellos ídolos de esta tierra que viven en nuestra memoria. Por suerte, la humanidad cuenta con el bello móvil del lenguaje, el cual nos permite escuchar las palabras de los ojos que vieron y oyeron a esa personalidad que llegó a fascinarnos. Es así, esbozando  una visión orgánica del imponente pasado y el líquido presente, que llego a Diego Tomasi, autor de la biografía “Cortázar por Cortázar”.

 

¿Qué impresión pensás que causaba en la gente en aquellas épocas? 

 

—A través de las personas que lo conocieron uno puede acercarse a conocer a alguien que vivió en otro tiempo. Lo que más me llamó la atención de eso es que no hubo ninguna persona de los que dieron testimonio para mi libro, por ejemplo, que hablara mal de él en términos personales. Todos destacaban el carácter íntegro de su personalidad. Esa fue la palabra que mas escuché, junto con la palabra “libre”. Era un ser esencialmente libre. 

Integridad y libertad, dos palabras que seguramente aparecerán en cualquier debate entre Camus y Sartre. No puedo evitar recordar un pasaje de Rayuela: “(…) la elección de una in-conducta en vez de una conducta, una módica indecencia en vez de una decencia gregaria (…)”. La integridad para hallar la síntesis en un mundo donde estamos condenados a ser libres, donde la nada nos obliga a elegir, a hacer de nuestras posibilidades nuestro juego. Es así que podemos aventurar en los vericuetos que excedieron su trabajo; es decir, el anecdotario de su vida, que tantas veces nos llama a querer subirse a ese Delorean. “Si bien es una historia, la suya -su vida-, llena de recovecos y situaciones que uno podría catalogar incluso como cortazarianas, por lo absurdas o lo increíbles, creo que hay una que él no contaba, pero que sí sucedió con él: cuando volvió por última vez a Buenos Aires, en 1983, fue al cine a ver `No habrá más penas ni olvido´, la novela de Osvaldo Soriano. A la salida se encontró con una manifestación de presos políticos y de organizaciones de Derechos Humanos. Un montón de gente se acercó a pedirle autógrafos, inclusive fueron a librerías cercanas de la calle Corrientes a comprar libros suyos para que los firmara. Él firmó, se sacó fotos e incluso firmó un libro de Carlos Fuentes porque decían que se habían agotado los de Cortázar. Toda esta escena la vio una chica que estaba enfrente, en otro café, muy lectora y fanática de su obra, y que decidió regalarle como homenaje por habérselo cruzado un ramo de jazmines que él apreció mucho”, agrega Diego Tomassi.

 

Arte: Rocío Belén Pérsico

 

Desorden meticuloso

 

¿Hay que leer Rayuela? Definitivamente. Tomasi, concuerda: “Rayuela hay que leerla. Inclusive para discutirla o para pelearse o para… quererla. Para entender la literatura de Cortázar, su proyecto literario, es inevitable. Al margen de si nos gusta después”. Rayuela es una obra maestra de desorden meticuloso. Así es como percibo el libro que tanta añoranza evoca: esas ganas tremendas de tirarse en el piso de una habitación y emular las reuniones de madrugada a puro jazz y borracheras casi esotéricas. Y sin embargo, lo que dice Diego es cien por ciento real: obra maestra o no, genera controversias. ¿Utilidades y enseñanzas prácticas? ¿Para qué? Rayuela es como un adorno para el alma, uno termina por preferir con quedarse con las frases memorables y las descripciones de Oliveira a tratar de encontrarle un sentido trascendente a la historia. O no. Hay personas que por un motivo u otro –gustos, circunstancias y otros avatares- no compran, no gustan de ese adorno. Todavía mantengo mi sorpresa cuando un gran amigo a quien respeto mucho me dijo que no le gustó la primera vez que la leyó. No supo decirme por qué; simplemente que no le había “pegado”, me dijo, como si se tratara de alguna droga. También recuerdo que logré que una novia sueca leyese la traducción, Hopscotch. Le gustó, pero la pasó unos buenos días despotricando contra Oliveira por ser un asshole con la Maga. En definitiva, entender que la pasión que Rayuela despierta es solo una cuestión de voluntad –aunque debo decir que una vez se enciende la llama no se apaga- es parte de la reglas del juego, acaso uno de los aprendizajes más auténticos que el desorden meticuloso de Julio puede dejarnos.

 

Arte: Rocío Belén Pérsico

 

Miradas del mundo

 

La pluma de Cortázar es mundialmente reconocida, hay que decirlo, su estilo es unívoco. De cualquier modo es importante pensar a los y las artistas no solo por su producción, sino también es válido –e importante- considerar su contexto histórico, sus circunstancias y posibilidades. Es así que podemos hacer valoraciones sobre el Cortázar humano, y no el Cortázar creador de personajes entrañables como Manolo Traveler o Andrés Fava. Sobre los modos de ubicar ideológicamente a Cortázar, Tomasi comenta: “Hay como dos sectores, o dos grupos de lectores, muy divididos y muy diferenciados acerca de cómo percibir las ideas o las mirada del mundo de Cortázar. Están los que se quedan con su primera etapa, sus primeros años, incluso hasta su partida a París (1951) y un poco más, que lo consideran básicamente un escritor antiperonista o antipopular; y están quienes lo consideran un escritor comprometido con las causas populares de América Latina por su actuación en su primera visita a Cuba en 1968 y todo lo que vino después: Cuba, Nicaragua, Chile. Yo diría que la mejor manera de pensarlo es aceptando que una persona puede pasar de uno de esos estadios al otro, y que eso no tiene que ver con `panquequear´ o con no tener convicciones, sino todo lo contrario.

 

Él fue muy crítico con su primera lectura de la realidad política social, y siempre dijo que comprendió que había que mirar el mundo y había que mirar al otro de una manera diferente. Y que eso lo aprendió en su primer viaje a Cuba, cuando vio las primeras movilizaciones populares que realmente lo impactaron”. Es claro, la libertad e integridad vienen dosificadas con la humildad necesaria para revisar palabras y fundamentalmente acciones. Su Libro de Manuel es el mejor ejemplo que se me ocurre: Cortázar lo escribió plenamente consciente de la necesidad de un libro con la temática política que trata, y dispuso que las regalías fueran destinadas para ayudar a presos políticos de Argentina.

 

Mirar adelante

 

El año 1984 no es únicamente el año que ficcionaliza George Orwell en su obra más conocida, sino que también es el año en que Cortázar pasa a vivir en otro plano de la realidad: la memoria de quien haya leído su obra. Alguna vez Patti Smith dijo: “Me niego a creer que Hendrix tuvo la última mano poseída, Joplin la última garganta ebria, que Morrison tuvo la ultima mente iluminada”. Sabiendo que Julio ya se ha topado con el muro de Sartre, es menester cultivar la fe por las ideas raras y las nuevas búsquedas como Smith propone. Nos negamos a creer que Julio fue el último escritor de libre ludismo, alguien que creía en la alteridad de las personas -la capacidad de ser otro, distinto- y su literatura para abrazar y comprender la existencia como un lugar realmente fantástico en el que todo puede cambiar de un segundo a otro. Para bien, o para mal. Entonces quizás podamos conjeturar sobre lo que Cortázar opinaría acerca de nuestra literatura argentina hoy en día.

 

Diego Tomasi se le anima a la pregunta: “Es muy difícil pensar en términos de suposiciones. Pero diría que después de Cortázar hubo todo una literatura cortazariana, que yo creo que le aburriría muchísimo. Me parece que apreciaría muchísimo mas a las personas que toman riesgos. Digamos, a las personas que escriben de un modo en que no se está escribiendo en su tiempo, que se preocupan por experimentar con el lenguaje o con las formas, las temáticas. En ese sentido creo que estaría conforme con un montón de producción actual de la narrativa argentina. Así que al margen del ejercicio un poco forzado, era un buen lector Cortázar entonces sabría apreciar los buenos autores que hay en Argentina en estas décadas”.

 

La palabra “cortazariano” me suena como un eco. Así como se dice cortazariano, seguramente hemos escuchado más de una vez el término spinettiano. Dos nombres que de un modo u otro han encontrado la adjetivación mediante sus acciones en vida. A ambos, seguramente, este hecho les parecería raro o fútil. No obstante los términos se usan y es innegable: el futuro ya no nos pisa los talones, el futuro es nuestro tiempo y el lenguaje nuestro espacio. El sentir que hubo -y habrán- personas empeñadas en la buena tarea de construir realidad mediante ficciones, arriesgándose así en el intento de encontrar ternura y empatía en la otredad: así es como, “quedándonos o yéndonos”, podemos mirar adelante. 

    

POR JOAQUÍN CORONEL / SENDERO ELEGANTE

 

Revista Sendero

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