LO QUE LA PRIMAVERA ÁRABE DEJÓ

POR NICOLÁS LUNA / SENDERO ELEGANTE

 

El año que viene se cumplirán 10 años de la Primavera Árabe. ¿A dónde llegaron esas revoluciones que prometían la liberalización de algunas de las sociedades más cerradas del mundo? ¿Cómo surgieron, quiénes fueron sus líderes y qué les ha ocurrido a estos procesos?

 

En 2010 ocurrió algo singular en Túnez. Un evento que pasaría desapercibido para cualquier analista internacional de prestigio desencadenaría la sacudida política más grande en el mundo árabe desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un joven vendedor ambulante se inmolaba en la mitad del día. En la mañana de ese día había sido despojado de su mercadería por carecer de los permisos para vender en la vía pública. La policía había decomisado sus herramientas de trabajo, lo había humillado y había intentado obtener un soborno de él. Sin contar con los medios para subsistir, tomó una lata de gasolina y se inmoló frente a la gobernación. Aquel suceso diminuto y trágico sería el primer acto de lo que sin dudas ya puede calificarse como una “tragedia árabe”.  Actos y movilizaciones siguieron tras la muerte del joven. El reclamo no sólo exigía una mejora en las condiciones de vida, detrás de eso existía un reclamo por la apertura democrática, el alto a la corrupción y la conquista de nuevas libertades. 

 

La muerte de este joven sacudiría al estoico Túnez. Un país signado por 30 años de autoritarismo, sin experiencias democráticas se sacudía los grilletes de una dictadura y hacía sonar sus cadenas. El gigante se movía. En menos de 45 días el presidente tunecino abandonaba el país y un gobierno de transición se hacía con el control del Estado. Esta revolución tendría réplicas en todo el mundo árabe, extendiéndose desde la costa Atlántica de Mauritania hasta Omán, en el Mar Arábigo. 

 


Soldados británicos marchan sobre Egipto durante la Segunda Guerra Mundial. Circa 1942

La Primavera Árabe, a pesar de lo que uno pudiese creer, no necesariamente trata de una apertura hacia una vida más secular. Muchos de los países árabes ya cuentan con una relativa separación entre el mundo religioso y la política, como en Túnez o en Egipto, o incluso hay casos donde existe una entera sumisión de la esfera religiosa ante el mundo político, como en el caso de Libia. En principio, la Primavera Árabe buscó la apertura de estos países a sistemas más democráticos y republicanos; más universales.

 

El caso paradigmático ha sido Egipto. Desde hace más de 2000 años este país sirvió a Occidente como un punto crucial para la dominación de África y Medio Oriente. Su ubicación sobre los márgenes del Mar Mediterráneo, su geografía desértica, su cercanía al Mar Rojo y el Río Nilo que parte su territorio por la mitad lo vuelven un punto estratégico en el mundo. Su valiosa ubicación hizo de Egipto una tierra acostumbrada a la dominación extranjera. 

 

Recién en 1954 bajo el gobierno de Gamal Abdel Nasser, Egipto recuperará su soberanía efectiva y utilizaría su ubicación estratégica a fin de volverse un punto de agregación para los países árabes del tercer mundo. Nasser fue la síntesis de una serie de tensiones que sobrevivían en Egipto. Fue con él que Egipto no solo se enfrento a un occidente que buscaba dominarlo, sino que también supo ser un muro de contención para el radicalismo islámico. De esta forma, Egipto se afirmó no sólo como un líder para la región, sino como una suerte de tapón que detenía el avance de ciertos grupos religiosos sobre las esferas de gobierno. El carácter independiente y secular de su gestión le sobrevivirían a él y se mantendrían vigentes durante el mandato de su sucesor, Anwar al-Sadat.

 

Las tensiones en Egipto irían creciendo bajo los mandatos autoritarios y carismáticos de sus líderes. Esta tensión entre una vida secular y religiosa tendría un momento espectacular con el asesinato de Sadat, llevando a su vicepresidente Hosni Mubarak a ocupar la presidencia. De forma repentina y sin buscarlo, Mubarak se había vuelto el nuevo líder de Egipto y mantendría esta posición durante los próximos 30 años.

 

Momento del asesinato contra Anwar Al-Sadat. Perpetrado por miembros de la organización Jihad Islámica durante un desfile militar. Su principal motivo de descontento fueron los acuerdos de paz firmados con Israel.

No tanto por su capacidad, sino ante el avance de un mundo cada vez más conectado Egipto experimentó la aparición de una pujante clase media alrededor de sus principales ciudades. Acostumbrados a vacacionar en el extranjero y a seguir la moda europea, los jóvenes de este grupo tenían nuevas expectativas y compartían patrones de conducta con la gran mayoría del mundo occidental. Entre estas expectativas se encontraban una anhelada apertura política, la realización de elecciones libres y una mayor conexión con el resto del mundo globalizado.

 

Ante las protestas en Túnez y la capacidad que tuvieron estas para modificar el statu quo, los jóvenes egipcios se convocaron en la Plaza de la Liberación exigiendo la renuncia de Mubarak y el llamado a elecciones libres. 18 días más tarde, Mubarak abandonó el país.

 

El escenario era sumamente alentador: Egipto, uno de los países líderes del mundo árabe se preparaba para celebrar las primeras elecciones libres de su historia. Se especulaba que la Primavera Árabe traería consigo una ola democratizadora para África y Medio Oriente, y que junto a los autoritarismos caerían los extremistas religiosos. Sin embargo, Egipto sufrió lo que se dio a conocer como el “verano islámico”.

 

Las elecciones del 2012 se celebraron con relativa normalidad y el vencedor fue Mohamed Morsi, un prominente líder de los Hermanos Musulmanes. Este grupo tiene presencia en casi todo el mundo árabe y brega por un rechazo al mundo occidental y la penetración de valores religiosos en la esfera pública. Para los Hermanos Musulmanes el fracaso político de Egipto no se debe a la falta de dispositivos institucionales. Al contrario, su fracaso se debe a la práctica incorrecta del islam. Esta organización Incluso va más allá y tiene una concepción correctiva sobre la sociedad egipcia.

 

Los resultados de la elección fueron difíciles de procesar para muchos egipcios y extranjeros. No solo el movimiento que había buscado la apertura de Egipto al mundo había fracasado, sino que, en el intento, le había abierto las puertas del poder a una organización religiosa. Las demostraciones que habían expulsado a Mubarak ocurrieron en las ciudades, lo que muchos no pudieron prever fue la masa de votantes que residían en el interior de Egipto y que no habían sufrido las consecuencias de la modernización de la sociedad. Aquel Egipto tradicionalmente secular y moderno, ante el fenómeno de elecciones libres, estaba virando hacia una teocracia, un gobierno religioso. 

 

Sin embargo, en 2013 un nuevo golpe de Estado ocurría. Abdelfata Al-Sisi, ministro de Defensa de Morsi, tomaba el poder. A diferencia de Morsi, Sisi no era parte de los Hermanos Musulmanes. De hecho, Sisi comparte características mucho más cercanas con Nasser: ambos fueron militares de carrera, han desarrollado un culto a la personalidad alrededor de sí mismos y, aunque musulmanes, ambos llevan vidas seculares. 

 

Al golpe de Estado le siguió una ola represiva muy fuerte. Se persiguió a los miembros de los Hermanos Musulmanes, Morsi fue encarcelado y como parte de la persecución a este grupo fueron condenadas a muerte 529 personas.

 

Morsi, encarcelado. De no haber sido la principal figura de la oposición, el expresidente probablemente hubiese sufrido la pena capital de la misma forma que les pasó a cientos de Hermanos Musulmanes.

 

Con el líder de la oposición encarcelado no fue difícil para Sisi ganar las elecciones convocadas para 2014. Cuatro años más tarde, él volvería a utilizar las mismas prácticas para mermar la oposición, logrando ser reelegido para un segundo mandato. 

 

El 17 de junio de este año Morsi murió en la cárcel. De esta forma, se cerró el último capítulo de la democracia egipcia. Es sorpresivo descubrir que -Egipto- uno de los líderes en la región, ejemplo de laicismo y soberanía, no logró sobrevivir a elecciones libres. Estos sucesos también crean incertidumbres acerca de las movilizaciones masivas, su grado de representatividad y su poder real. Sisi demostró ser un populista en la peor acepción de la palabra, sin embargo, también demostró ser el mejor exponente de los valores occidentales y probablemente encamine a Egipto hacia la apertura que los manifestantes reclamaban. 

 

Por el momento, y en términos de política internacional, se espera una fuerte moderación en la región, por lo menos de parte de Egipto. La tolerancia cero del gobierno de Sisi hacia los Hermanos Musulmanes probablemente se traduzca en una mejora sustancial de las relaciones con Israel. Esto se debe a que la filial palestina de los Hermanos Musulmanes -Hamas- gobierna de facto la Franja de Gaza, que se encuentra entre la frontera de Israel y Egipto y ha sido fuente de disputa en el pasado. También, el gobierno de Sisi parece enfriar las relaciones con la Turquía que gobierna Recep Tayyip Erdogan. Aunque similares en su estilo, Erdogan y Sisi bregan por dos paradigmas distintos del mundo árabe. Eso, sumado a la simpatía que el mandatario turco ha mostrado en el pasado por los Hermanos Musulmanes, dificultará las relaciones entre los líderes de la región. Quien sí parece hacer buenas migas con el líder egipcio es Vladimir Putin, que no solo ha celebrado la victoria de Sisi en las urnas, sino que también ha puesto a Egipto como un “ejemplo de estabilidad” y ha enviado señales para avanzar en la lucha contra el terrorismo de forma coordinada. 

 

Lo único que podemos hacer por el momento es esperar. Probablemente Egipto sufra de una mayor estabilidad en el panorama general, mientras que experimenta una reducción de libertades civiles y políticas. Por el momento, el gobierno de Sisi se encuentra parapetado por el gobierno ruso y una población que continúa eligiéndolo. Estados Unidos no ha tenido grandes demostraciones de aprobación ni de rechazo de este gobierno, sino que más bien, parece estar esperando una mayor estabilización de la región o  una nueva ruptura en el seno del mundo árabe. 

 

Como en 1952 con el ascenso de Nasser al poder, Egipto se encuentra signado por un caudillo. Solo el tiempo dirá si Sisi entrará en la historia como un héroe o como un criminal sediento de poder.  

 

POR NICOLÁS LUNA / SENDERO ELEGANTE

lunanicolas95

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