UNA NACIÓN, DOS PAÍSES: ¿QUÉ SUCEDE EN COREA?

POR GERALDINA DANA / SENDERO ELEGANTE

La península coreana es la postal más antigua de la Guerra Fría presente en la actualidad. En ella, se dio el primer conflicto armado que opuso a la Unión Soviética y a los Estados Unidos: la Guerra de Corea (1950-1953). Ésta comenzó cuando las tropas norcoreanas avanzaron hacia el sur del paralelo 38º, línea demarcatoria establecida por las dos superpotencias como límite a cada uno de sus dominios. La reacción occidental no se hizo esperar, y llegó bajo la forma de la misión de las Naciones Unidas -establecida en ausencia de la URSS- bajo liderazgo norteamericano. Gran Bretaña aportó también 12.000 soldados al territorio surcoreano. La China maoísta, por su parte, colaboró con el régimen de Corea del Norte. 

Península de Corea, dividida en el paralelo 38º desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) hasta la actualidad. 

Como se dio en otros sucesos bélicos en la segunda posguerra, la Guerra de Corea se montó sobre una división civil preexistente en la península. Corea había sido colonia y territorio de ocupación de Japón, su vecino del sur. Fue liberada por el Ejército Rojo de la URSS por el norte, al término de la Segunda Guerra Mundial. De allí que el norte adoptó un régimen comunista de partido único: la República Popular Democrática de Corea, bajo el mando de Kim Il-sung. Al sur, se estableció la República de Corea, de corte nacionalista. Esta división política, establecida en 1948, persiste hasta el presente. Esto se debe a que, al finalizar la cruenta Guerra de Corea -donde se destruyeron importantes ciudades y centros industriales de toda la península, se arrojaron bombas con napalm —combustible de textura gelatinosa que produce una combustión más duradera que la gasolina simple que comenzó a utilizarse en la Segunda Guerra Mundial, siendo posteriormente refinada y utilizada en otros conflictos, debido a su amplio poder destructivo —, y se estuvo cerca de lanzar otra bomba atómica en Asia-, nunca se firmó un tratado de paz. Rige entre ambos países un acuerdo de alto al fuego, de modo que, técnicamente, continúan en guerra. A la altura del paralelo, se halla la Zona Desmilitarizada de Corea, límite territorial de la tregua. Paradójicamente, es la frontera más militarizada del mundo. 

Al término de la Guerra, ambas comunidades tuvieron que afrontar una profunda reconstrucción. Sin embargo, a diferencia del panorama actual, en esos años la mayor parte de los recursos y la infraestructura clave estaba del lado norcoreano. Esto, sumado al modelo de planeamiento económico, dio como resultado que Corea del Norte viviera un rápido crecimiento industrial durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, principalmente en la industria pesada, que fue desarrollada también por la riqueza mineral del territorio. El PBI per cápita de Norcorea casi se cuadruplicó entre 1953 y 1960 (de 55 a 208 dólares), contrastando con el estancamiento de Corea del Sur (de 56 a 60 dólares). El país comunista contaba con cobertura médica universal, llegada de agua a todos los hogares y una gran modernización en los vínculos de género. En contraste, a fines de los setenta, el PBI per cápita de Corea del Norte fue de aproximadamente un tercio del de la del Sur, que actualmente se ubica en el 13º puesto mundial, mientras que Norcorea se encuentra el el puesto 181º (de 196). La República Popular Democrática de Corea se ha visto asediada por sucesivas hambrunas desde los años noventa hasta hoy, mientras que la economía surcoreana despegó desde los ochenta y se insertó plenamente en el capitalismo global.  

Arriba, a la izquierda, Kim Il-sung, Líder Supremo de la República Popular Democrática de Corea desde su creación, en 1948, hasta su muerte, en 1994. A la derecha, su hijo y sucesor hasta 2011, Kim Jong-il. Abajo, Kim Jong-un, hijo y sucesor de Kim Jong-il, desde 2011 hasta hoy.

Las políticas llevadas adelante por la República Popular Democrática de Corea se rigen, desde su primer mandatario hasta hoy, por la ideología Juche, “de autoconfianza”. Este sistema filosófico -de base marxista-leninista- tiene como pilares centrales: la defensa de la independencia económica y política respecto de países extranjeros, la exaltación de los símbolos tradicionales, la defensa de la patria norcoreana ante la amenaza “imperialista”, y el Songun, “los militares primero”. Es por este último aspecto que en  Norcorea hay un porcentaje desproporcionadamente elevado del PBI, alrededor de un 22%, dedicado por parte del Gobierno a los gastos militares. Actualmente, Corea del Norte es uno de los países más militarizados del globo, teniendo el cuarto Ejército más grande del mundo; contando, aproximadamente, con 1.106.000 cuadros armados y con alrededor del 20% de población masculina, de entre 17 y 54 años, sirviendo en las fuerzas armadas regulares. El servicio militar de 10 años es obligatorio para la mayoría de los varones. También existe una fuerza de reserva de unos 8.200.000 hombres. El Ejército Popular de Corea posee una extensa red de instalaciones militares dispersas por el país, un denso sistema de defensa aérea, la tercera reserva de armas químicas del mundo y el contingente de fuerzas especiales más numeroso del planeta (conformado por 180.000 hombres). También posee capacidad nuclear, por un programa que ha desarrollado desde los años sesenta y perfeccionado a partir de la década del 2000, cuando se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear. Así, aunque sus exportaciones se limiten a algunos minerales, productos metalúrgicos, manufacturas -incluyendo armamentos-, textiles y productos agrícolas y pesqueros, con China y Corea del Sur como principales destinos, su programa nuclear se desarrolla porque el Gobierno lo prioriza por sobre otras inversiones. Esta última se vio aún más deteriorada cuando, en 1991, la URSS dejó de brindarle apoyo financiero al país del norte, al igual que China, en 1994, lo que dejó a la República Popular Democrática de Corea en una situación dependiente de la ayuda humanitaria internacional y con una abultada deuda externa.

El camino seguido por Corea del Sur fue el contrario: contó con créditos blandos por parte de Estados Unidos, quien, junto a Japón, fue también un importante consumidor de sus productos, conoció un despegue industrial sin precedentes a partir de los años ochenta, el cual fue fomentado desde el propio Gobierno, a través de la dictadura iniciada por Park Chung-hee, y continuada por Chun Doo-hwan, alentando la creación de chaebols: grandes conglomerados económicos altamente diversificados. La labor de estos grupos contribuyó con el crecimiento de Corea del Sur, hasta posicionarla como uno de los “cuatros tigre asiáticos”. Ejemplos de chaebols son Samsung, LG o Hyundai. Se les ha criticado su falta de transparencia, el pago de sobornos y su generación de una economía desigual, donde sólo algunas familias concentrarían la mayoría de los ingresos. 

En términos militares, Corea del Sur alberga en su territorio 28.500 militares norteamericanos y ocho bases, una de las cuales es la mayor base militar en el extranjero emplazada por los Estados Unidos. El país norteamericano también construyó allí la Terminal High Altitude Area Defense, un sistema para derribar misiles balísticos de corto, mediano y largo alcance. De modo que, mientras Norcorea se encuentra en una posición autárquica respecto del resto del mundo, Corea del Sur no puede permitirse tener ningún problema con el país que gobierna Donald Trump.

En la República de Corea, la democracia política sobrevino recién en 1987. La consolidación democrática fue un antecedente importante para el establecimiento de conversaciones entre las Coreas. Con la elección de Kim Dae-jung como presidente surcoreano en 1997, se inició una oportunidad para ello. En junio del 2000, se dio la primera reunión de alto nivel entre los líderes de estos dos países, y en 2007, la segunda. Con ellas, se iniciaron las rondas de reunificaciones familiares, ya que, producto de la Guerra, 132.000 personas quedaron separadas de algún miembro de su familia, a quien no ven desde hace más de seis décadas. Hasta la actualidad se han llevado a cabo 20 reuniones de este tipo, juntando alrededor de 20.000 familias. Estos encuentros no pueden seguir esperando mucho tiempo más, dado que más de la mitad de los inscriptos originales en el programa de reunificación han fallecido. Actualmente hay 57.000 personas dentro de las bases de datos del programa y, de ellas, 36.000 son mayores de 80 años.

Reunificación de familia coreana.

Sin embargo, estos gestos de distensión se vieron interrumpidos todas las veces que Pyongyang llevó adelante pruebas nucleares y de misiles, lo que además complicó su situación financiera. Como consecuencia de estos ensayos nucleares, Corea del Norte fue objeto de sanciones económicas por parte de la Unión Europea, los Estados Unidos, y las Naciones Unidas. Recientemente, también se han vuelto en su contra los gobiernos de China y Rusia, antiguos sostenes del régimen. Fue quizás este “ahogo” lo que llevó a Kim Jong-un a tener la primera reunión con un par norteamericano, el 12 de junio de 2018, en Singapur, y repetir dos encuentros más: en Hanoi -el 27 y 28 de febrero de 2019- y en la propia frontera intercoreana el 31 de junio del corriente.

Aunque no sin sobresaltos, Donald Trump llegó a reunirse con Kim Jong-un en la Zona Desmilitarizada de Corea, y se convirtió así en el primer presidente norteamericano de la historia en pisar territorio norcoreano. 

Hoy asistimos a un escenario particular de este antiguo conflicto: a comienzos del año pasado, Corea del Norte ha retomado sus reuniones de alto nivel con su par del sur, y ha comenzado un diálogo con los Estados Unidos, algo impensable hace poco tiempo atrás.

En el marco de la guerra comercial y tecnológica que enfrenta a China con los Estados Unidos en la actualidad, no sorprende que tanto Xi Jinping como Donald Trump quieran mostrarse como artífices virtuales de la reciente distensión entre las Coreas. Así como tampoco sorprende el gesto de Trump de desviar la atención de la opinión pública interna hacia un conflicto extracontinental, cuando las investigaciones en torno a sus manejos de campaña se endurecieron. Sea como sea, esperemos que estos diálogos de alto nivel no dejen sin ningún beneficio a la población civil.

Revista Sendero

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