BAD BOY BUBBY: LA AVENTURA DEL DESCONCIERTO

POR FRANCO PÉREZ / SENDERO ELEGANTE

¿Cómo funciona la imaginación de una persona que pasó casi toda su vida encerrada y repitiendo conceptos y palabras sin entender sus significados?

Suena raro, pero es uno de los tantos planteos que puede generar Bad Boy Bubby, un film australiano, que se estrenó en 1994, y desconocido para muchas personas en este hemisferio. A quienes aún integren esa larga lista, hay que advertirles que se están perdiendo de algo grande.

La descripción oficial la define como una comedia negra dramática; sin embargo, los estados de ánimo por los que lleva la producción a lo largo de sus dos horas van desde la risa, la indignación, la tristeza, las lágrimas, la esperanza, el asco, la bronca, pero, sobre todo, la sorpresa. Todo es impensado en esta película; nunca se sabe en qué puede terminar cada escena y, mucho menos, lo que vendrá a continuación.

 

Bad Boy Bubby retrata con humor y reflexión la enfermedad mental de una persona, pero cuyo comportamiento perturbador e impredecible no es su culpa.

La mirada perdida de Bubby es lo primero que nos muestra el director australiano Rolf de Heer, mientras Florence, su madre, lo afeita, lo baña, lo maltrata y abusa sexual y mentalmente de él al hacerle creer que no puede salir al exterior porque el aire es tóxico y podría matarlo. Así, durante casi 35 años. 

Para que su hijo crea sus mentiras, Florence todos los días sale de la casa con una máscara de gas en su rostro. ¿Y qué pasa con Bubby? Se queda en silencio jugando en una mesa, bajo la firme mirada de Jesús, quien desde su cruz observa qué hace aquel incomprendido. “¡Quédate quieto, Jesús puede ver todo lo que haces!”, le suele gritar su madre al irse del lugar. La crítica al rol de la religión, de Jesús y de Dios sobre las vidas de las personas está presente en varios fragmentos de la película, con expresiones tan ácidas que podrían formar parte de “El Anticristo”, de Friedrich Nietzsche, la obra donde el filósofo alemán cuestiona con los tapones de punta al cristianismo, entre tantos otros conceptos.

Bubby es una persona de 35 años que sufre trastornos psicológicos y no sabe que existe un mundo afuera. Su planeta orbita en comer pan con leche y azúcar, y padecer los maltratos de su madre, quien llega al punto de asfixiarlo cuando él le pregunta qué hay detrás de la puerta de su morada. La incomodidad, siempre presente en el hogar.

Tras media hora de tensión dentro de la casa, en la que incluye la aparición del padre biológico de Bubby, un alcohólico que se gana la vida oficiando de cura, el muchacho logra salir y conocer el mundo. Puede sonar spoiler, pero era un quiebre necesario, ya que la continuidad de la historia se vuelve más llevadera y menos dura que al principio. No vamos a decir cómo se produjo la libertad del personaje para no arruinar la sorpresa, pero a partir de ese momento, la risa empieza a formar parte del ambiente, tanto por lo bizarro como por lo irónico, sin abandonar nunca la reflexión, de la cual difícilmente los pensamientos del espectador puedan escapar. Se podría decir que esos estados se mantienen casi al mismo nivel durante toda la producción.

 

Florence, la madre de Bubby, le hace creer a su hijo durante 35 años que no puede salir al exterior porque sino se asfixiará y morirá.

 

Una vez en las calles, Bubby empieza a absorber como una esponja frases y expresiones de todas las personas “normales” con las que empieza a “interactuar”. Traumas infantiles, psicológicos, reflexiones sobre Dios, la manera de comportarse en una sociedad y un pequeño viaje al under de la cultura rock y punk australiana son algunos de los paisajes que se manifiestan. Lo inquietante y lo desconcertante predominará hasta el mismísimo final de la película.

En 1995, uno de los críticos culturales del diario español El País, Augusto Martínez Torres, afirmó que Bad Boy Bubby “tiene un guión mucho más brillante que su realización cinematográfica, pero el conjunto da lugar a una producción muy peculiar, bastante por encima de lo que suele verse habitualmente en las pantallas. Dividida en tres partes claramente diferenciadas, tiene una perfecta estructura dramática, una buena interpretación, en la que destaca el actor Nicholas Hope en el papel de Bubby, unos diálogos muy concisos, pero de los que se saca un partido muy peculiar y un depurado sentido del humor”.

Salvo breves sinopsis idénticas, páginas que dicen falsamente tener la película y algunas crónicas de la época en inglés, hay muy poca información sobre ella. Quizá uno de los datos más llamativos es que en una escena, Bubby se come una cucaracha, la cual… sí, era de verdad. Nicholas Hope, el actor que encarnó a este personaje, lo reconoció durante una entrevista en 1994 con la revista australiana Cinema Papers, cuando el periodista le preguntó qué sabor tenía ese insecto: “Tenía la boca llena de chocolate… aunque un ligero sabor a maní. Rolf (el director) se comió una para convencerme de hacerlo. Me demostró que no me estaba pidiendo que hiciera algo que él mismo no haría. Cuando lo hicimos, fue bajo circunstancias controladas. Primero, sólo habría una toma. En segundo lugar, la cucaracha provenía de un laboratorio de algún tipo, por lo que estaba limpia y saludable. En tercer lugar, tenía sentido en el contexto de la película, por lo que sufrí una pequeña molestia, aunque era más mental que física”.

 

En un momento, Bubby se une a una banda de rock que toca en bares y se convierte en un frontman que atrae al público a los gritos en el micrófono. Las frases que menciona –algunas terribles- las fue escuchando a lo largo de sus 35 años de vida.

 

De ese mismo reportaje también participó Rolf de Heer, el director e ideólogo del film, quien también describió a la película como “un gran experimento”, sobre todo en el método utilizado para grabar los diálogos: “Bad Boy Bubby es el primer largometraje del mundo que se graba en sonido binaural. Un par de micrófonos y transmisores de radio miniaturizados se incorporaron a la peluca que llevaba Nicholas Hope. De esta manera, cada escena se grabó en estéreo, todo desde la perspectiva del personaje principal”. El objetivo era que el público perciba el sonido lo más parecido posible a lo que el protagonista estaría escuchando al momento de la filmación.

Otro detalle peculiar es que durante las grabaciones participaron 31 directores de fotografía distintos (sí, ¡31!), cada uno encargado de una escena distinta desde el momento en que Bubby descubre el mundo. “Una vez que el personaje llega a `afuera´, tuvimos un director de fotografía diferente para cada ubicación hasta el último tercio de la película, lo que permitió una nueva perspectiva de todo lo que Bubby ve por primera vez”, explicó el director respecto a esa decisión.

A través de los ojos de este personaje, las situaciones que para gran parte de la sociedad son cotidianas, para él son una completa extrañeza. Lo sorprende todo: la forma en que la gente borracha canta y canta; la forma en que los clientes de la tienda piden comida; la forma en que las personas «normales» se miran y responden entre sí. El mundo que encuentra es tan deformado, ilógico y extrañamente afectivo como el mundo del que acaba de escapar.

Todo es una aventura y el público forma parte de este viaje a lo largo de dos horas desconcertantes, donde queda claro que siempre hay posibilidades de sorprenderse con una película. La invitación está abierta.

 

Cuando se lanzó la versión en DVD de Bad Boy Bubby en Gran Bretaña, se eliminaron las escenas “crueles” con los animales (particularmente con un gato). En Italia, distintos activistas llegaron a realizar una campaña para prohibir productos australianos cuando se presentó el film en el Festival de Cine de Venecia, en 1994. Sin embargo, vale aclarar que ningún animal fue asesinado durante la filmación.

POR FRANCO PÉREZ / SENDERO ELEGANTE

Revista Sendero

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