POR: PALOMA VIOLETA GONZÁLEZ SANTOS
Este año se cumplieron 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges. Su nombre llenó los diarios internacionales, se habló de él en conferencias, ciclos, lecturas y performances. Durante todo el mes en Buenos Aires, María Kodama, su esposa, con la que se casó poco antes de su muerte en 1986, y quien lleva los derechos de todas sus obras, le hizo varios homenajes y un video con sus memorias que rondó por internet. En todas estas acciones se puso, como siempre, el eje en su gran legado e importancia dentro de la literatura mundial: la rareza de su escritura; hablaron del Borges intelectual, del Borges ciego, del erudito, del genio. El nombre de Borges ronda por las ciudades hoy como un ícono, tan consagrado que, muchas veces, se vuelve lejano e intocable. ¿Qué hace a Borges un gran escritor? ¿Cuál es su influencia en la literatura joven? ¿Con cuáles dificultades se enfrenta hoy su figura?
Borges llevó la literatura latinoamericana hacia el mundo; fue el primero que abrió el espectro de lo que se solía hacer en estas latitudes y por eso fue reconocido a nivel mundial. Esto se debe, según el escritor y crítico literario Ricardo Piglia, a que Borges inventó algo que no existía antes, un nuevo procedimiento de escritura que él denominó la literatura fantástica. Borges es el rey de lo verosímil; en sus relatos cotidianos y locales puede existir cualquier cosa. Dentro de este nuevo género, el escritor introduce ficción a la realidad y, de repente, los barrios porteños tienen escondidos los misterios del mundo, los tiempos se superponen, los universos se crean y se esconden en sótanos. Sus cuentos además mezclan diferentes registros; entre relatos y ensayos hacen que todo se vuelva creíble y lógico dentro de su universo. Esto fue totalmente nuevo y gracias a que lo hizo se pudieron enriquecer cualquier cantidad de escritores que vinieron después como García Márquez, Calvino, Humberto Eco, Nabokov, entre tantos otros.
Además de sus piezas literarias, Borges también creó una red de relaciones nuevas. Dedicó gran parte de su vida a traducir textos y a dar conferencias, lo que aportó a crear este conjunto de referencias que forman el “mundo borgeano”. La cábala, el budismo, la mitología, los relatos nórdicos son parte de él. En el barrio de Boedo, hay una biblioteca donde Borges solía ir en tranvía a trabajar; ahí se encuentra hoy una pequeña muestra donde se ve esto reflejado. Una sala con algunos primeros ejemplares de sus cuentos publicados en revistas o diarios y otra sala para todos los textos que él utilizaba, que lo modificaron y que modificó a lo largo de su vida. Esto es importante de entender: Borges no era solo escritor, sino que era una gran mente con miles de flechas en distintas direcciones, una telaraña de micromundos que al unirse crearon algo nuevo.
La fama de Borges creció con el tiempo. Con un inicio un poco difícil, se consagró del todo con los cuentos de Ficciones, en 1944, y a medida que escribía se consolidó su figura. En 1979, con una gran producción de poesía, cuentos y conferencias en su haber, ganó el premio Cervantes, uno de los premios más importantes de literatura, y su imagen de genio se enraizó y se puso en una cajita de cristal que muchas veces parece intocable.
Es lógico, a 120 años de su nacimiento, preguntarse qué tanto de su literatura pervive en las nuevas generaciones. Nahuel Lardies, editor de la revista Hablar de Poesía, cuenta que la presencia de Borges se diluye en los menores, en las generaciones de veinte y treinta años, y se incrementa, de manera no evidente, un poco en los mayores. “En la mayoría de los casos, ninguno de los poetas publicados [en su revista] remite de manera evidente a Borges, en lo que a temas y formas respecta.Es un motivo de descarte el hecho que alguien suene a Borges; creo que en eso coincidimos varios de los miembros del staff”, dice.
Uno de los pocos casos de alguien joven que retomó a Borges es el de Pablo Katchadjan, escritor argentino que hizo una versión del Aleph titulado El Aleph Engordado, en el 2009. Este texto experimental agregaba palabras al texto original para así “engordarlo”. De las cuatro mil palabras originales de la obra publicada en 1949, Katchadjan le agregó otras cinco mil seiscientas. A pesar de las pocas copias que se realizaron, la noticia llegó hasta Kodama, viuda de Borges, quien demandó al escritor por derechos de autor. El juego experimental terminó en un gran escándalo en el que Kodama demostró su enojo profundo ante este tipo de acciones y, aunque la Justicia benefició al escritor, el manto del Borges intocable se hizo más evidente que nunca. Tanto así que la editorial Alfaguara sacó de circulación la obra El Hacedor (de Borges) remake, de Agustín Fernández Mallo, por miedo a la aparente necesidad de juicio por parte de Kodama.
Esta actitud hermética e impoluta frente a la obra de Borges no es en ningún sentido lo que él profesaba. Borges tenía un espíritu libre y tenía también una imagen de sí mismo mucho más aterrizada que la que se ha formado con los años. En una entrevista, el periodista español Joaquín Soler Serrano (también conocido por su histórica entrevista a Julio Cortázar, entre otros) leyó una cita en la que definió a Borges como “el mejor escritor del mundo” y que “ha llegado a un punto de perfección que parece imposible dar un paso más”. Borges, con su voz aguda y tartamuda, le respondió que sería muy triste que eso fuese cierto porque sería el fin de la literatura y que para él se pueden dar miles de pasos más, incluso hasta olvidarlo del todo. Se podría decir que el Aleph Engordado es uno de esos pasos posibles. Hoy en día, el libro de Katchadjan es considerado uno de los hitos de la literatura contemporánea. Pero esta actitud severa enmarcada en la legitimidad y los derechos de autor hacen que su literatura permanezca, congelada dentro de una construcción mediática donde solo se lo ve como genio absoluto.
La construcción de esta gran figura hace que dentro de la literatura contemporánea sea difícil relacionar frescura con Borges. Más allá del intento de Kadchadjian, quien de todos modos tuvo que afrontar grandes dificultades legales, quienes se remiten a Borges producen más un homenaje que una escritura vibrante y los textos quedan como un eco distante que no les interesa a las revistas. Ahora está en el aire una generación joven que cree en la escritura no creativa (es decir, que proviene de textos previamente editados) como base de creación y que es capaz de sacar de diarios o de páginas de Internet poemas extraordinarios. Así, a veces parece que Borges se aleja lentamente y deja tan solo un eco, un rastro del pasado.
De todos modos, dice Lardies: “Borges es tan ineludible como los ruidos molestos de un vecino: existe, está ahí. Es tan grande para quien lee literatura y la ama (con mayor o menor pericia y correspondencia) como la realidad misma”. El mundo que inventó Borges, sus referencias, sus procedimientos de escritura, sus sueños, han permeado de tal modo la realidad que son ya parte de nuestra atmósfera. Podríamos pensar que Borges es un gran demiurgo que creó un universo y luego se disipó, dejándonos con la libertad de decidir qué hacemos con el tiempo que nos toca.
POR: PALOMA VIOLETA GONZÁLEZ SANTOS