POR PAULA BRANKEVICH
Los debates presidenciales tienen una cualidad que los distingue de cualquier otro tipo de debate: se realizan en elecciones y, además, son una instancia más dentro de las campañas electorales. No sólo interpelan a los votantes, como puede hacerse en cualquier momento de la contienda electoral, sino que les brinda la oportunidad a los candidatos de enfrentar a sus contrincantes directamente.
En la actualidad, si hablamos de debates presidenciales, hablamos de debates televisados. No es una característica menor, ya que su difusión por este medio no sólo cambió las reglas de juego, sino que prácticamente “dio vuelta el tablero”. La masividad con la que estos eventos son observados los vuelve un momento clave en la planificación de la campaña, sobre todo debido a la cercanía que generalmente tienen a la fecha de votación; un ejemplo es el rating que tuvo el primer debate presidencial argentino que duplicó al habitual de canal América, cuadruplicó el de Canal 26 y hasta alcanzó más de 200 mil visitas online a lo largo de la transmisión.
El debate que hizo historia
Para 1960, el televisor había llegado al 90% de los Estados Unidos. “¿Por qué no transmitir también el debate presidencial?”, habrán pensado los entonces diseñadores de las campañas electorales norteamericanas del demócrata John F. Kennedy y del vicepresidente de ese momento, el republicano Richard Nixon.
Los debates presidenciales, una larga tradición norteamericana, habían sido transmitidos históricamente por radio, medio que no fue abandonado, sino que tuvo que aprender a convivir a la par con la señal televisiva.
Esto dio la posibilidad de medir el gran impacto que tuvo la televisación del debate: Nixon, quien se había presentado cansado y sudoroso, con un traje gris que se perdía entre las paredes del set, fue señalado como el perdedor del debate para quienes lo siguieron por televisión; solo los que lo escucharon por radio destacaron la coherencia de su discurso. Kennedy, por su parte, fue asesorado por los brillantes publicistas especialistas en lenguaje televisivo, y se presentó arreglado y con un traje azul que le brindaba una imagen poderosa y atractiva: cautivó a los casi 70 millones de televidentes y fue quien finalmente, una vez terminadas las elecciones, asumió como Presidente de los Estados Unidos.
Debates sobre los debates
Luego del “Gran Primer Debate Televisado”, el evento se volvió una instancia clave en las campañas electorales del mundo, y países como Alemania, Suecia, Japón y Brasil empezaron también a televisar estas contiendas, lo que difundió una polémica acerca de su función, sus objetivos y sus efectos que continúa hasta estos días.
En cuanto a su finalidad, hay quienes defienden el debate porque afirman que son útiles para que los candidatos expongan sus ideas e informen a los electores; pero, por otro lado, están también quienes afirman que los candidatos no exponen sus programas de gobierno, ya que no quieren explicar conceptos porque aburren, y lo que buscan es ganar la elección. El experto en Comunicación Política y consultor Mario Riorda comenta al respecto que “los debates son hoy una pieza publicitaria más, visto preferentemente por el votante mucho más decidido, que no aporta novedad y que incluso tiene el riesgo de poder aumentar los niveles de expectativa porque ya prácticamente se ha dicho todo al momento de la campaña en donde se dan”. Además, explica que lejos de aportar más evidencia sobre políticas públicas, lo que aporta son latiguillos discursivos que tienen que ver con la posibilidad de diferenciarse o de generar recordación en el propio acto del debate.
Si bien existen quienes dicen que aquí se les habla a los indecisos, en realidad lo que se logra es reafirmar posturas preexistentes, ya que no hay un gran cambio en los discursos ni en las estrategias de campaña durante los debates. Riorda afirma: “Generalmente, más que modificar la intención de voto, lo que hace el debate es solidificar al votante decidido; o ayuda a decidir a aquél que, de alguna manera, ya tenía presunción por donde recostar su voto”. Es más, explica que, rara vez la performance de un debate ha modificado, desde el punto de vista electoral, tendencias (señala, muy acertadamente también, que sería difícil demostrar que los debates fueron los responsables de esa modificación, lo que vuelve una ardua tarea el probar su impacto).
En cuanto al contenido, es decir, qué se dice en estos debates, se observa que muchas plataformas expuestas en estas instancias no se cumplen en los mandatos. De acuerdo con Riorda, “el efecto `promesa inclumplida´ a largo plazo tiene consecuencias electorales, en tanto y en cuanto el incumplimiento no esté compensado con algún otro tipo de política pública”. El consultor explica que hay veces que las promesas se olvidan, pero “los gobiernos ofrecen otro rumbo, otro set de políticas públicas o itinerario que terminan siendo valorados en el tiempo”. Sin embargo, asegura que cuando “el incumplimiento es total, se paga muy caro”.
Otro dilema se suele dar en torno a separar al gran orador del gran gobernante, ya que las habilidades para debatir no se relacionan necesariamente con la capacidad de gestionar. En palabras de Mario Riorda, “no necesariamente quien gana un debate es un mejor candidato, porque hay candidatos o candidatas con mejor uso de la retórica o incluso con un mejor nivel de preparación frente a un debate, pero que luego no implica de ninguna manera una garantía de una mejor performance gubernamental”. Por otro lado, no es un hecho científico que quien mejor debate gana las elecciones; de hecho, hay casos como la elección estadounidense de 2012 que demuestra lo contrario.
Por último, Riorda invita a pensar también a los debates como parte de la comunicación negativa: “Básicamente lo que se denomina como comparación explícita, en donde un candidato intenta demostrar por qué es bueno pero también, a la vez, intenta demostrar por qué el otro es malo de forma manifiesta”.
Ahora, si los debates están dirigidos a quienes ya están decididos, si no logran impactar en la intención de voto, si los discursos no necesariamente se apegan a los programas de futuras gestiones y lo que más buscan los candidatos es destacarse de sus contrincantes, ¿para qué un debate presidencial? Dos razones: para promover una discusión pública sobre propuestas lo más concretas posibles a distintos temas, y para tener en el futuro un “archivo” con el cual se podrán evaluar las futuras gestiones. En concordancia con lo que afirma Mario, hay que defender a los debates porque son una instancia más donde uno prueba y ve a los candidatos expuestos, pero no hay que caer en el extremo de mitificarlos como una etapa decisiva en las campañas electorales.
En parte, estas dos razones fueron las que motivaron, hace cinco años, a distintos argentinos a pensar en la necesidad de instalar las instancias de debates presidenciales en nuestro país. Como casi todo en la vida, mejor tarde que nunca.
El backstage del primer debate presidencial
Quienes en 2014 se encargaron de promover la necesidad de un debate presidencial en Argentina fueron un grupo de jóvenes empresarios junto con el Centro para la Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), reunidos en la sociedad civil que se conoció como Argentina Debate.
Una de las primeras decisiones que se tomaron fue la elección de la Facultad de Derecho de la UBA como lugar de reunión y futura sede del debate. Luego, se dialogó con distintas organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y de investigación, para que ayudaran a instalar en la agenda la necesidad de realizar un debate entre los candidatos presidenciales y para que participaran en la selección de temas a discutir. Con los responsables de radios y televisoras se acordó que la señal fuese abierta para que cualquier medio pudiera levantarla, y los medios gráficos trabajaron en la selección de los temas, que finalmente fueron cuatro: desarrollo económico y humano, educación e infancia, seguridad y derechos humanos y fortalecimiento democrático.
Todo estaba en marcha y parecía que el debate iba a ser un éxito: pasadas las PASO de 2015, el diálogo con los equipos de los seis candidatos que competirían en octubre se hizo cada vez más fluido y hasta se definió la fecha para el 4 de octubre, tras una firma en conjunto entre todos los equipos de campaña el 15 de septiembre del mismo año. Sin embargo, unos días después, el equipo de Daniel Scioli dejó de asistir a las reuniones, dando a entender que el candidato no participaría del evento; lo que supuso una crisis para el plan de transmisión ya que los medios habían aceptado transmitir sólo si todos los candidatos presidenciales asistían. Finalmente, días antes del debate América TV, Canal 26, Canal 13 de Río Cuarto, y Canal 9 de Mendoza se comprometieron a transmitirlo.
Así, Mauricio Macri (Cambiemos), Sergio Massa (Frente Renovador), Nicolás del Caño (PTS- Frente de Izquierda), Margarita Stolbizer (GEN Progresistas), y Alberto Rodríguez Saá (PJ Compromiso Federal) participaron el domingo 4 de octubre del primer debate presidencial de la historia argentina. Los distintos canales duplicaron su rating habitual y en las redes sociales se observaron más de 20 mil visitas simultáneas. Con todo, el debate no fue tan exitoso o memorable como el que le siguió.
Pasada la primera vuelta y definida la instancia de ballotage, los todavía candidatos Daniel Scioli y Mauricio Macri decidieron enfrentarse en un segundo debate. ¿Qué cambió para el candidato del Frente para la Victoria? La masividad con la que fue visto el primero se tradujo en un gran descontento por la ausencia de Scioli. Esto, a su vez, se vió reflejado tanto en las encuestas como en las urnas. Con la cabeza en el balotaje, entonces, el equipo del FPV aceptó participar del segundo debate, el cual fue fijado para el 15 de noviembre, una semana antes de las elecciones, y firmar también un nuevo Manual de Estilo.
Más de 160 medios quisieron transmitir el evento, y más de 300 periodistas fueron invitados a cubrirlo. El rating total, de casi 59 puntos, superó al de la final del Mundial 2014 y las visitas digitales superaron las 400 mil.
El debate no fue una instancia en la que los candidatos ampliaron sus plataformas de campaña; es más, giró entorno a la confrontación de los aspirantes presidenciales: no se olvidan frases como “¿En qué te han transformado, Daniel? Parecés un panelista de 678”, o “Aquí hay un triángulo de retroceso al pasado: los fondos buitres, el FMI y la propuesta del candidato de Cambiemos”. Los análisis posteriores de expertos en comunicación resaltaron que no hubo sorpresas, que el estilo creado a lo largo de toda la campaña en sus spots se mantuvo también en el debate, y que faltaron novedades argumentales y de propuestas. Aún así, los ciudadanos llegaron hasta el final del programa, remarcando la importancia del evento y la necesidad de tener instancias de discusión previas a la elección.
¿Qué esperar del debate presidencial 2019?
La primera novedad con respecto a lo que se viene es que, a diferencia del encuentro anterior organizado por Argentina Debate, éste es obligatorio para todos los candidatos y está a cargo de la Cámara Nacional Electoral (CNE).
¿Desde cuándo? El 23 de noviembre de 2016 fue sancionada la ley 27.337 por la Cámara de Diputados que establece la obligatoriedad del debate, además de especificar que el reglamento, los temas a tratar y los moderadores que participarán se decidirán entre los representantes de cada candidato; todos los medios, además, podrán transmitirlo en simultáneo y gratis. También se sancionó que, de no asistir un candidato al debate, se dejará su silla vacía en el escenario, a fin de remarcar su ausencia, y se lo penalizará con la imposibilidad de acceder a espacios de publicidad audiovisual.
Dos serán los debates que se esperan antes de la elección de octubre y todos los candidatos ya han confirmado su participación: Alberto Fernández (Frente de Todos), Mauricio Macri (Juntos por el Cambio), Roberto Lavagna (Consenso Federal), Nicolás del Caño (Frente de Izquierda – Unidad), Juan José Gómez Centurión (NOS) y José Luis Espert (Despertar). El primero será el 13 de octubre, a las 21 horas, en la Universidad del Litoral en Santa Fe (la ley también establece que por lo menos uno de los debates tiene que localizarse en el Interior del país), mientras que el segundo será el 20 de octubre, a la misma hora, en la Facultad de Derecho de la UBA. La Jefatura de Gabinete transfirió a Radio y Televisión Argentina S.E., el órgano ejecutor de los debates, una suma de 224 millones de pesos el pasado 4 de julio como presupuesto para realizar el evento. En caso de que se defina una instancia de ballotage en las urnas, se estableció un potencial tercer debate para el 17 de noviembre, también en la Facultad de Derecho de la UBA.
La estructura de estos futuros debates consta de un bloque de presentación donde cada candidato tendrá 45 segundos para expresarse sobre un tema libre, pero sin interactuar con los otros aspirantes a Presidente. Luego, otros dos bloques con dos temas específicos ya fijados sobre los que cada candidato se expresará por 2 minutos y dos rondas finales de 30 segundos para cada uno; de esta manera, quien lo desee podrá ampliar sobre algún tema o interpelar a los otros candidatos. Por último, se realizará un bloque de cierre final de un minuto por candidato para cerrar la jornada.
Los temas para el primer debate serán, en orden de tratamiento, “Relaciones internacionales”, “Economía y finanzas”, “Derechos humanos, género y diversidad” y “Educación y salud”, mientras que los del segundo serán, también en el orden establecido, “Seguridad”, “Empleo, producción e infraestructura”, “Federalismo, calidad institucional y rol del Estado”, y “Desarrollo social, ambiente y vivienda”.
El pasado jueves 19 de septiembre al mediodía, la CNE fue la que terminó de dirimir las cuestiones que los equipos de los candidatos no pudieron consensuar. Por un lado, se decidió el orden en que ingresarán los candidatos: Mauricio Macri aparecerá y hablará primero en ambos debates, mientras José Luis Espert estará a cargo del cierre en el primer debate y Alberto Fernández en el segundo.
Una nota de color fue que, durante el sorteo, la bolilla 4, que representaba a Mauricio Macri salió primera cuatro veces seguidas en los momentos en que se sorteaban las cuestiones más relevantes de ambos debates. El único sorteo que “perdió” Macri fue el de la ubicación en los avisos con los que se difunden los debates, ya que quedó en anteúltimo lugar después de Del Caño, Fernández, Lavagna y Espert, pero logró estar delante de Gómez Centurión.
Sin embargo, el que parecería obtener una gran ventaja del sorteo es Alberto Fernández quien hablará después de Macri en cada uno de los temas del primer debate, lo que le permitiría “responder” al discurso del actual Presidente.
También se resolvió que los candidatos sólo podrán tener en el atril hojas en blanco y una lapicera para tomar notas durante el evento, no podrán llevar anotaciones previas ni ningún material de apoyo.
En relación a los asistentes al debate, la CNE eligió mediante un sorteo realizado el 1° de octubre a 15 ciudadanos que podrán presenciar los eventos tanto del 13 como del 20 de octubre. Los participantes del sorteo debían llenar una solicitud online pudiendo anotarse sólo a una de las dos fechas programadas. Para el encuentro de Santa Fe se habilitaron 5 lugares mientras que para el de Buenos Aires 10. El resto del auditorio se llenará con periodistas e invitados de los candidatos, quienes pueden llevar hasta 15 personas cada uno.
El periodismo porteño será protagonista
Lo último que definió la Cámara fueron las parejas de periodistas que tomarán el rol de moderadores en cada uno de los debates. Para elegirlas, se les pidió a los equipos de campaña que escribieran en un papelito de forma anónima entre dos y seis parejas de periodistas. Estos no podrán intervenir en el debate como ocurrió en 2015: sólo anunciarán los temas, darán la palabra, controlarán los tiempos y bajarán el micrófono en caso de que los candidatos se excedan. Finalmente, los criterios de selección fueron la paridad de género, que fueran conductores de programas periodísticos de canales de televisión de alcance nacional y que fueran reconocidos por el público.
Aunque fue una decisión muy acertada la de respetar la paridad de género dentro del grupo de moderadores (en 2015 los tres moderadores fueron hombres, si bien estaba prevista la participación de Marisa Andino, de canal 9, y Mariana Gerez, ATA-CANAL 10, quienes debieron autoexcluirse una vez que ATA, la Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas, decidió no transmitir el debate presidencial sin Scioli), cuando los nombres se supieron, las repercusiones giraron sobre todo en torno a la falta de federalismo que los nombres representan.
Los elegidos para el primer debate, entonces, son: María Laura Santillán (Canal 13), Rodolfo Barili (Telefe), Gisela Vallones (TV Pública), quién destacó por ser santafesina, y Guillermo Andino (América). Para el segundo debate se designaron a: María O’Donnell (Net TV), Marcelo Bonelli (TN), Mónica Gutiérrez (América) y Claudio Rígoli (El Nueve). Por último, si eventualmente debe producirse un tercer debate debido a una segunda vuelta electoral, los periodistas serían: Viviana Canosa (El Nueve), Daniel López (TV Pública), Cristina Pérez (Telefé) y Alberto Lotuf (Canal Tres Rosario).
En cuanto al desarrollo de los próximos debates, de acuerdo con Mario Riorda, no es esperable algún nivel de sorpresa importante: por un lado, por la cantidad de participantes en el evento (suele ser más impactante cuando hay sólo dos candidatos compitiendo entre sí), y por el otro, porque mientras más estructurada sea la dinámica del debate, más rígido se vuelve el acto comunicacional, y por lo tanto desaparecen muchísimas de las chances para sorprender. Por supuesto, habrá que esperar para ver cómo resulta.
Por último, si bien la paridad de género será tomada en cuenta también a la hora de elegir a los ciudadanos asistentes a los debates, nada es suficiente para paliar el hecho de que fijaran la primera fecha del debate el mismo día en que se realiza la marcha de cierre del 34º Encuentro Nacional de Mujeres. Debería ser un fin de semana entero, de principio a fin, dedicado a visibilizar las problemáticas que nos tocan atravesar a todas las mujeres y disidencias, los derechos que se nos vulneran día a día y la violencia con la que convivimos sometidas con total impunidad. Esta decisión debería ser objeto de conversación durante el debate porque será imposible pensar una futura gestión, de quien sea que asuma, sin una agenda de género clara y presente.
POR PAULA BRANKEVICH