POR: PALOMA VIOLETA GONZÁLEZ SANTOS
Aparecen en la pantalla las letras en tipografía Windsor, blancas sobre negro; y con jazz de fondo, los nombres de los actores en orden alfabético. Ya en estos primeros minutos estamos seguros: es una nueva película de Woody Allen. Un día lluvioso en Nueva York se centra en Gatsby Welles (Timothée Chalamet), un chico de la élite neoyorquina y con una vestimenta anacrónica de principios de los 60, que acompaña a su novia Ashleigh Enright (Elle Fanning) a la ciudad para que realice una entrevista a un director famoso. A pesar de los deseos de Gatsby de mostrarle sus lugares favoritos y de tener un día soñado, la pareja se enfrenta a la voluntad de la ciudad, que, como un personaje más, los atropella con sus múltiples situaciones que interrumpen sus deseos. La película reúne a las estrellas sub 30 del momento: Chalamet y Fanning, a quienes que se le suma Selena Gómez, que representa a la “chica de ciudad” y cierra este triángulo amoroso, algo desdibujado y sutil.
Tras un juicio con Amazon por detener la producción de sus películas, Un Día Lluvioso en Nueva York salió a la luz y con ella muchas preguntas. En estos días, muchos de los hombres que han producido cosas que valoramos protagonizan escándalos que nos muestran caras ocultas y, en muchos casos, monstruosas a las que no habíamos tenido acceso. Frente a estos casos de abuso, nos encontramos frente a un dilema moral. ¿Dónde nos ubicamos como público? ¿Debemos dejar de ver sus películas? ¿Borrarlas de la historia? ¿Qué tanto se puede separar a un artista de su obra?
» ¿Dónde nos ubicamos como público? ¿Debemos dejar de ver sus películas? ¿Borrarlas de la historia? ¿Qué tanto se puede separar a un artista de su obra?»
Si es culpable o no de lo que se le acusa aún no se ha podido decidir. Ricardo Silva Romero, escritor y crítico de cine colombiano, además de uno de los mayores conocedores de la filmografía de Allen, explica que todo aparenta ser un cuadro de venganza armado para quedarse con la custodia de los hijos y que ha sido agrandado por los medios y agrega: “Los expertos de ahora, que viven en la cuerda floja de las redes, temen poner en contexto y criticar con justicia lo que hace Allen; por más popularidad que traiga denigrar a un maestro del cine de 83 años, me cuesta entender por qué películas como Café Society o Wonder Wheel o Un día lluvioso en Nueva York no son vistas como son, sino como se quiere que sean”. En contraste, Kekena Corvalán, curadora y activista feminista argentina respondió de forma seca cuando se le preguntó por el caso de Allen con un simple: “Todo lo que se me ocurre decir es: estoy con Mia Farrow”.
Una posible perspectiva intermedia es la que dio en agosto a Infobae, Lucrecia Martel, sobre el caso de Polanski: “Jamás prohibiría ninguna obra; ahora hay gente que dice que hay que sacar tal o cual cuadro, y no. Justamente esas son las cosas que nos hacen pensar, si sacamos los conflictos vamos a estar todos como unos bebés en un mar de leche”. Si trasladamos estas declaraciones al caso de Allen, su actual posición polémica hace que, si decidimos no censurarla, nos dé la oportunidad de pensar y pensarnos, no como espectadores pasivos, sino como críticos. Así cuestionar no solo el qué sino el cómo y en qué contexto ha sido producido lo que se nos presenta. Quizás entonces logremos cambiar un poco la pregunta moralista y pensar, ¿realmente vale la pena seguir yendo al cine a ver las películas de Allen, por su propio valor?
» ¿Realmente vale la pena seguir yendo al cine a ver las películas de Allen, por su propio valor?
Un Día lluvioso en Nueva York transita sin sorpresas. Chalamet parece forzar demasiado su postura desgarbada, con los hombros delante y cara confundida, e intenta ser otro avatar del director. Fanning, por su parte, no puede escaparse de interpretar todo de forma similar a Emma Stone en Hombre irracional, Scarlett Johansson en Scoop o a Diane Keaton en Manhattan. Es una rubia graciosa, tierna, con mejillas rojas a la que le dicen todo el tiempo qué inteligente y bella es y que observa pasivamente las locuras que se le atraviesan. La película deja un sabor agridulce, una mezcla entre encanto melancólico por lo que Allen representa y un vacío que lleva a pensar que Allen no hace más que repetirse y arma nuevos guiones con discursos ya usados.
Sabemos que el público de Allen seguirá firme, No es por nada que existen cientos de libros sobre su obra, dice Ricardo Silva. Y es verdad, ya su marca está hecha. Pero, sabiendo el poder que tenemos como consumidores vale la pena preguntarse ¿qué otras alternativas tenemos? ¿Qué narrativas podemos impulsar? Para los amantes del indie estadounidense ¡lo que hay son opciones! Desde hace unos años, crecen nuevos géneros llenos de historias como el mumblecore, que tiene algunas características similares al cine de Allen, pero que se expande y trae nuevos personajes y formas que nos interpelan con su contemporaneidad. Directores como Greta Gerwig (Lady Bird, 2017), Joe Swanberg (Easy, 2016-2019), Andrew Bujalski (Frances Ha, 2002) son solo algunos ejemplos de esta generación joven e interesante que puede alejarnos un poco de estos discursos que ya no presentan ningún futuro posible. Quizás, sin ponernos en la posición de condenar a nadie, lo mejor es dejar el pasado en el pasado, y aunque podamos ver Manhattan algún domingo, dar un espacio real y contundente a estos nuevos discursos que tienen un gran potencial y que muchas veces pasan desapercibidos.
POR: PALOMA VIOLETA GONZÁLEZ SANTOS