EL LADO DEL MACRISMO QUE NO NOS DEJA DORMIR

POR J. M. CAFFERATA 

 

El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos robó la noche. El reemplazo reciente de la luminaria pública por luces LED criticadas por expertos y gobiernos ha condenado a los porteños a vivir en un estado diurno perpetuo que nos imposibilita dormir y admirar el cielo estrellado. Sin embargo, esto pasa desapercibido por la población y los medios de comunicación. Las personas están durmiendo menos y peor, pero no saben por qué. La contaminación lumínica aumentó con gravedad en el afán de ahorrar gastos energéticos cuando se podría haber logrado sin causar efectos tan nocivos. 

 

¿Por qué las luces LED son tan malas para la salud? ¿Cuáles son los efectos específicos de esta contaminación lumínica potenciada? ¿Por qué nadie está hablando de esto? Acompáñenme a ver esta triste historia.

 

Hace poco me contrataron para ir a dronear un campo en Entre Ríos. Llegué por la medianoche al camino de tierra pasando Gualeguaychú. El campo donde yo iba a filmar está bien metido en la zona rural. Podía ver cómo iban desapareciendo las barritas de señal del celular. De repente, el resplandor de la ciudad desapareció completamente. El horizonte, visto desde cualquier ángulo, estaba negro.

 

No sé qué pasó por mi cabeza, pero apagué el auto. Fue como abrir una ventana en la Estación Espacial Internacional. Silencio absoluto.

 

Salí a ver qué onda e instantáneamente se me doblegaron las piernas de la emoción. El cielo estrellado en todo su esplendor. Hace años que no veía esta maravilla. Literalmente, miles de puntitos blancos, algunos destellantes, algunos muy brillantes y concentraciones de iluminación que forman ese disco que es nuestra galaxia vista desde el costado. ¡La cantidad de cosas que se me vinieron a la mente! Casi se me caen las lágrimas.

 

 Cada puntito es una estrella, seguramente orbitada por planetas. Dios mío

 

Antes de vivir en la gran ciudad, me crié en un campo. Allí era muy común ver el cielo estrellado todas las noches. Además, me la paso viendo imágenes del espacio porque son hermosas. Y hasta entonces, siempre tuve la “sensación” de que ver el cielo por computadora o en vivo era casi lo mismo. 

 

Dios mío, lo equivocado que estaba.

 

¿Y por qué pensaba eso? ¿Por qué me olvidé de ese sentimiento de asombro total que traía observar directamente el cosmos, sin tanta contaminación? Después de estar media hora embobado mirando hacia arriba en el medio del camino de tierra a las afueras de Gualeguaychú, invadido por el silencio y la oscuridad, seguí mi camino hacia el campo que debía dronear, preocupado por no saber cuándo iba a volver a ver semejante paisaje. Y a la vuelta me obsesioné con el problema de la contaminación.

 

La ciudad que nunca deja dormir

 

En las grandes ciudades es muy difícil ver el cielo completamente estrellado. Como cada vez más personas nacen y viven toda su vida en las grandes ciudades, muchas de ellas no tienen idea de que arriba de sus cabezas hay un paisaje cósmico impresionante tapado por la luz de la ciudad. 

 

Beatriz García, doctora en Astronomía por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y especialista en el tema, me contó que para que se puedan ver las estrellas de noche tiene que haber contraste: una gran diferencia entre el negro del espacio y la luz de los astros. También se requiere la menor cantidad de luz posible alrededor para que el ojo se ponga en “modo noche”: se desconectan los conos (células fotoreceptoras que distinguen colores) y se conectan los bastones (células fotoreceptoras que no distinguen colores pero son más sensibles a la luz y sirven para ver en la oscuridad).En la ciudad no hay contraste y no hay ausencia de luz. Si mirás para arriba no ves un cielo negro, ves un cielo medio iluminado. Esto se llama skyglow, o resplandor del cielo. Sucede porque la luz de los edificios y la luminaria pública rebotan contra la atmósfera y vuelven a nuestros ojos. Es muy difícil que tus ojos entren en modo noche porque está todo muy iluminado. Según Beatriz, en la Ciudad de Buenos Aires no solo hay mucha luz artificial, sino que además “las baldosas son blancas y eso hace que la luz rebote mucho más”. Cada baldosa nueva que pongan en tu cuadra es un pedazo de cielo menos que vas a ver. ¿Cómo hacemos para revertir la contaminación?

 

» Cada baldosa nueva que pongan en tu cuadra es un pedazo de cielo menos que vas a ver».

 

El skyglow es el brillo que cubre una ciudad y bloquea a sus habitantes de ver las estrellas.

 

LED it be

 

En Hawaii, donde hay un observatorio astronómico muy importante, y se necesita poder ver el cielo, se cambió toda la luminaria pública a LED. El astrónomo australiano, Richard Wainscoat, que colaboró con el gobierno hawaiano en el proyecto de recambio, me explicó los beneficios de esta iluminación.

 

Para iluminar las ciudades se utilizaron desde principios del siglo XX (y se siguen utilizando) lámparas de vapor de sodio, que emiten una luz cálida amarilla. Aunque hacen que las cosas se bañen de un tinte amarillo, no genera incomodidades al ojo porque en “modo noche” estos son menos sensibles a luces de baja frecuencia, como la roja y la amarilla. Además, esta luz se dispersa menos ―rebota menos contra las moléculas de aire―, lo que genera skyglow más tenue. El problema es que no se pueden direccionar para abajo; iluminan tanto el piso como el cielo. Y eso a los astrónomos no les conviene, porque les tapa las estrellas. ¡Si tan solo fabricaran unas lámparas que se puedan apuntar para abajo!

 

Pero tranqui, para eso existen las LED: lamparitas montadas en un chip. Tienen muchos beneficios por sobre las de vapor de sodio: son direccionables, más eficientes, más durables y más robustas. Son capaces de producir una luz blanca y fría intensa a muy bajo costo energético. Para muchas aplicaciones esto es fenomenal. Pero según Richard, “las lámparas LED pueden ser muy contaminantes visualmente”. La luz blanca fría está compuesta de todos los colores, incluyendo el azul, que se dispersa muy fácilmente ―rebota contra las moléculas del aire y genera un skyglow feroz― y molesta mucho al ojo, en especial cuando está en “modo noche”. Por eso se deben usar filtros que bloqueen esta frecuencia nociva azul o instalar LEDs de menor temperatura de calor: más cálidas, sin azul. Esto es lo que hicieron con Richard Wainscoat en Hawaii.

 

Ahora bien, en mayo de este año, en la Ciudad de Buenos Aires se terminó de cambiar el 100% de la luminaria pública por lámparas LED. Por lo que dice Richard, la contaminación debería ser menor. Sin embargo, no se ve nada en el cielo a la noche. ¿Qué onda?

 

“Pasame los datos de las lámparas: distribución espectral de energía, temperatura de color correlacionada, todo”, me dijo Richard.

 

Como no están disponibles estos datos online, fui al Ministerio de Medio Ambiente y Hábitat a hacer un pedido de informe (un papelito en el cual le hacés una pregunta al gobierno y por ley están obligados a responder). Se tomaron dos horas y media (por reloj) para recibirme un papel. Al principio, me lo rechazaron porque la gente de ahí (no los recepcionistas, sino los funcionarios políticos) no sabían ni lo que era la temperatura de color. 

 

Tres semanas después, llegaron los datos. Se los mandé a Richard, el especialista autraliano.

 

Y ahí, se pudrió todo:

 

Perdón por las malas noticias, esta es una pésima elección de luces. Tienen una temperatura de color de 5700 K. Toda la gente en EEUU las odian, y han peleado duro para eliminarlas. No conozco ningún lugar en EEUU donde se estén usando luces con tanto azul. 

 

Hay (por lo menos) cuatro razones por la que el azul es malo:

    1. La dispersión Rayleigh es mucho mayor en la luz azul que en la más roja – por eso el cielo es azul.
    2. Muchos animales son más afectados por la luz azul que por otros colores.
    3. La luz azul interfiere con los ritmos circadianos. La Asociación Médica Americana recomienda que no se use luz de temperatura de color mayor a 3000 K a la noche.
    4. La luz azul produce más deslumbramiento.

No tengo ni idea por qué terminaron con luces de 5700 K. Muy mala elección. El que las eligió, no estaba bien informado.

 

No hay ningún tipo de ahorro energético en usar temperaturas de color más altas. Seguro las seleccionaron por el ahorro, pero existen luces eficientes de 2700 K. Hubieran sido una mucho mejor opción. Tienen un color similar al de las lámparas incandescentes. Mucho más agradable a la noche.

 

» No tengo ni idea por qué terminaron con luces de 5700 K. Muy mala elección. El que las eligió, no estaba bien informado».

 

Ojalá tuviera mejores noticias. 

 

En lugar de hacer un estudio para ver cómo prevenir esto, el Gobierno de la Ciudad solo calculó cuánto dinero se iba a ahorrar en mantenimiento y gasto energético. 

Aunque se podría haber generado el mismo ahorro con luces más cálidas, para el Gobierno la luz blanca LED favorece el reconocimiento facial y la correcta percepción de los colores, no solo a simple vista, sino también en las cámaras de video vigilancia. Podrían argumentar que las luces que colocaron son para vigilarnos mejor, aunque si eso es bueno o no depende de cada ciudadano.

¿Por casualidad sufrís de una mala calidad de sueño? Puede ser por culpa de las luces LED. Nuestro cuerpo tiene un sistema interno de regulación de variables biológicas llamado ritmo circadiano, producto de la evolución humana de millones de años. Por todo ese tiempo, nuestro cuerpo se acostumbró al día de 24 horas. El sol sale, nos despertamos, hacemos la nuestra, y a la noche nos dormimos. Todo esto está regulado hormonalmente. Cuando nuestro cuerpo detecta que entramos en el atardecer (la retina del ojo deja de recibir luz azul intensa y comienza a recibir luz roja tenue) se empieza a secretar una hormona llamada melatonina que nos prepara para dormir. Sin esa hormona es imposible quedarse dormido, porque nos reduce la temperatura del cuerpo y la frecuencia de respiración, entre otras cosas. Pero en el mundo de hoy, eso es muy difícil; vivimos rodeados de luz azul: desde la pantalla de los teléfonos hasta las luces LED. Si no tenés cortinas black-out, esta luz, que es casi idéntica a la que emite el sol, te inunda la casa y te engaña al cuerpo haciéndole pensar que es de día. Y no evolucionamos para poder dormir con luz solar.

 

A la izquierda, luz cálida, de vapor de sodio. A la derecha, las nuevas luces LED frías y nocivas para la vista, el sueño y la observación de los astros

 

Apagá la luz que no veo

Un típico chiste de niño de 8 años es “¿cuántas estrellas hay en el cielo? Cincuenta, porque no las podés contar”. Bueno, como muchas de las cosas que dicen los niños, esto es una estupidez. Las estrellas en tu cielo sí se pueden contar, y mientras más contaminación lumínica hay, más fácil es.

 

Según Mariano Ribas, actual director de Divulgación en el Planetario Galileo Galilei, en la Ciudad, con mucha suerte y ayuda de instrumentos, “podemos llegar a ver hasta 300 astros, incluyendo 6 planetas y nuestra luna, mientras que en el campo se pueden ver más de 4000”. Sin binoculares no distinguimos ni 40 y nos perdemos más del 99% del show. Si quisiéramos escapar de la contaminación lumínica para disfrutar de la maravilla del cosmos al 100%, tendríamos que alejarnos 200 km de cualquier ciudad. Hay un mapa en DarkSiteFinder.com que muestra los niveles de contaminación lumínica a lo ancho del mundo. 

 

Mariano me dijo que aunque en Chascomús y Areco se puede disfrutar de un cielo clase media, lo más cercano a la Ciudad de Buenos Aires que hay para ver el cielo sin interferencia es en la Sierra de la Ventana, a 500 km. Ahí las dos variables que inciden en la calidad de la observación son óptimas: el seeing, o visibilidad, que tiene que ver con la turbulencia del aire (debe ser menor para que no se vea borrosa la imagen) y la transparencia, o sea, la falta de otras fuentes de luz que bloqueen la de los astros.

 

«Lo más cercano a la Ciudad de Buenos Aires que hay para ver el cielo sin interferencia es en la Sierra de la Ventana, a 500 km».

La provincia de Buenos Aires según DarkSiteFinder.com, un sitio que grafica la contaminación lumínica del mundo.

 

“No ver el cielo te limita la perspectiva de un montón de cosas – dice Mariano-. Es una pérdida cultural. Es muy poco llamativo el cielo de Ciudad; es una porquería, en pocas palabras”.

 

Es gracioso porque tiene razón. Si miramos para arriba a la noche en la Ciudad, vemos un cielo iluminado de un color gris marrón, que nos recuerda a la cantidad de partículas de polvo y gases contaminantes que hay en el aire. Antes de las luces LED ya era feo, porque la luz cálida se dispersaba en el aerosol denso que es el aire de ciudad; pero con la luz fría, esto empeora porque se dispersa más. Vivimos en un constante estado diurno. La Ciudad de Buenos Aires se convirtió en una ciudad que nunca duerme, literalmente. Estamos con déficit de melatonina. Y no dormir nos hace menos saludables, más estresados, más enojados, más ansiosos y menos capaces de razonar. El estereotipo del porteño se está convirtiendo en una realidad.

 

¿Alguien quiere por favor pensar en los niños?

 

El espacio me empezó a fascinar a los 17 años. Estaba en un intercambio en Estados Unidos en un pueblito en el medio de la nada. La actividad económica principal de Hagerstown, Indiana es el campo y casi todos los habitantes viven en sus propias granjas pequeñas (nada que ver a la situación argentina, donde los campos son enormes y propiedad de muy pocas personas).

 

Una noche estábamos en el rancho de un amigo, y me pasaron un porro para que lo probara por primera vez. Era septiembre y ya se consideraba época de Halloween, porque en EEUU la anticipación de esa celebración pagana es mucho más importante que Navidad. Nos tiramos en el pasto, le di dos secas alrededor de un fogón acogedor, y vi algo que me sorprendió.

 

Alrededor de la luna había un anillo muy brillante de luz, de un radio diez veces más largo que el de la luna. Lo primero que pensé es que nos estaban por secuestrar aliens; después de todo en la zona no era raro que aparezcan círculos y formas en los cultivos. Después dije, “no, esto debe ser una alucinación producto del tetrahidrocannabinol”. ¡Me quedé maravillado por sus efectos!

 

El día siguiente, después de investigar, me enteré de la explicación científica del fenómeno. Se llama “halo de 22°”, y es causado por la refracción de la luz con cristales de hielo en la atmósfera: una cosa mágica. Nunca había reflexionado tanto sobre la luna, esa piedra gigante suspendida en la nada que orbita alrededor nuestro gracias a una fuerza invisible. Empecé a informarme más sobre fenómenos celestiales y espaciales, lo me que llevó a sentir una pasión sostenida en el tiempo por la ciencia y la investigación. Lamentablemente, no tantos chicos tienen la misma suerte de sentir este antes y después en relación con el cosmos. Parece que a la sociedad y al Estado no le interesan despertar el espíritu científico de las mentes pequeñas. 

 

«Parece que a la sociedad y al Estado no le interesan despertar el espíritu científico de las mentes pequeñas».

 

A Mariano Ribas el mismo despertar astronómico le sucedió con otro fenómeno: el avistamiento del cometa Halley en 1986. Había una gran expectativa, pero en la ciudad fue muy difícil divisarlo. “Era una búsqueda. Hoy en día todo está al alcance de la mano, es menos gratificante. Antes había que ir a la biblioteca, ponerse a investigar, buscar revistas que acá llegaban cada muerte de obispo. Era algo que todos queríamos salir a buscar, y no era fácil encontrarlo. Mucha gente en la Ciudad no lo vio. Una de las cosas que la contaminación lumínica más impide ver son los cometas”, explica. 

 

Esta búsqueda llevó al actual director de Divulgación del Plantetario Galileo Galilei a conocer gente con los mismos intereses astronómicos y a informarse más sobre el espacio y el show cósmico. Hoy, en Argentina hay grandes comunidades de astrónomos amateurs que comparten fotos sacadas con muchísimo trabajo, equipos costosos y mucho tiempo y paciencia. También organizan “turismo astronómico”, donde llevan gente lejos de las ciudades a “santuarios de oscuridad” para observar estrellas, planetas, galaxias, lluvias de meteoritos y eclipses. El más grande de estos grupos es Amigos de la Astronomía.

 

Muchas más personas se interesarían en la ciencia, la exploración y la investigación si se hicieran políticas públicas que fomenten este entusiasmo por la naturaleza y protegieran su relación con los seres humanos. Las escuelas podrían organizar viajes repetidos hacia los santuarios de oscuridad para que, con la ayuda de los astrónomos amateurs, los alumnos sientan la fascinación por el espacio y la pasión por la ciencia que se despertó en gente como Mariano y yo.

 

Cómo pasarnos al lado oscuro

 

Es muy bajo el porcentaje de momentos que quedan grabados en la memoria de uno. Recuerdos vívidos que tengo de asombro y de admiración son contemplando el cielo estrellado en todo su esplendor. Siento paz y nostalgia cuando me acuerdo de una noche en el pueblo de Quequén donde, con varios amigos y amigas llevamos frazadas, almohadas y un whisky a la playa y nos pusimos a ver una lluvia de meteoritos y armar teorías locas y rebuscadas (pero inchequeables) sobre la física, la vida y el universo. Escucho el eco de las carcajadas y me vuelvo a reír. 

 

Es una pena que cada vez menos gente tenga la posibilidad de experimentar acostarse, mirar para arriba y dejar volar la mente. El cielo estrellado provoca una vorágine de reflexiones que trascienden el espacio y el tiempo, porque uno se da cuenta de la inmensidad del universo y la infinidad de posibilidades que hay de vivir. 

 

Es esencial empezar a revertir el problema de la contaminación lumínica. Para la UNESCO, el cielo oscuro es un patrimonio cultural que debe ser protegido. En Francia, este año se aprobó una ley ambiciosa dedicada a reducir el impacto de la luminaria eléctrica en el ambiente. Se imponen fuertes regulaciones de tiempo, calidad e intensidad de luminaria tanto privada como pública. Por ejemplo, las lámparas no pueden tener una temperatura de color mayor a 3000 K (recordemos que en la Ciudad de Buenos Aires son de 5700 K, como el sol). Además, a ciertas horas de la noche la intensidad de la luminaria pública se debe disminuir o apagar.

 

«El cielo estrellado provoca una vorágine de reflexiones que trascienden el espacio y el tiempo, porque uno se da cuenta de la inmensidad del universo y la infinidad de posibilidades que hay de vivir».

 

Los efectos negativos de estas políticas son bajísimos, y los beneficios muy altos. Hay que convencer a nuestros gobernantes con argumentos científicos: la luz artificial nocturna mal implementada es dañina para la salud mental y física de las personas y animales. En este momento, los porteños nos encontramos en una situación muy complicada. Se instalaron LEDs de luz fría, contaminante y nociva, cuando los modelos cálidos y placenteros generaban el mismo ahorro energético. Renovar otra vez la luminaria tendría un costo enorme en una ciudad con prioridades más urgentes. Al mismo tiempo, colocar filtros que bloqueen la luz azul resolvería el problema en parte, pero nos quedaríamos con una luz amarillo-verdosa de mala calidad. 

 

Entonces, ¿qué hacemos?

El cielo de Quequén, una localidad del interior de la provincia de Buenos Aires. Así se aprecia el cielo lejos de los centros urbanos.

Fichas técnicas de las lámparas

Fichas+Técnicas+-+RS160 (1)

Fichas+Técnicas+-+GE+GR+Micro+35W-+Standard+110W+y+160W (1)

Fichas+Técnicas+-+GreenWay+48,+64,+96+y+128 (1)



POR J. M. CAFFERATA 

 

J. M. Cafferata

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