“HOY HAY VOLUNTAD POLÍTICA PARA QUE EL ABORTO SEA LEY”

CAMILA MIELE

 

Claudia empezó a escribir desde muy chica, sin embargo, nunca se sintió escritora ni imaginó que se iba a convertir en una de las más importantes del país. Le tocó finalizar el secundario en 1978, cuando el país estaba inmerso en el terror. Tenía pensado estudiar la carrera de Sociología, pero no pudo hacerlo porque ese año la dictadura cerró todas las carreras humanísticas de la Universidad de Buenos Aires. Un poco por azar y otro poco por tradición familiar, decidió estudiar en la Facultad de Ciencias Económicas la carrera de Contadora: “Tuve que elegir entre lo que había. Me gustaba matemática e historia, que eran las dos materias que había que dar para entrar, y mis padres habían empezado esa carrera, aunque no la pudieron terminar”, recuerda Claudia Piñeiro en conversación con Revista Sendero.

El arte era un mundo lejano y lejos de sus posibilidades económicas. De familia de clase media tuvo que ir a la universidad a estudiar algo que le permitiera trabajar y si quería hacer algo artístico, tenía que hacerlo aparte del trabajo.

 

La escritura como profesión

 

“Recién me comencé a sentir escritora más cerca de los treinta años cuando empecé a ir a un taller literario y mandé una novela a un concurso de una editorial española. Un día me llegó una carta para comunicarme que era una de las finalistas”, cuenta Claudia. Si bien no fue la ganadora, le permitió darse cuenta de que con esfuerzo podía llegar a hacer de la escritura su profesión.

 

La pluma tomó cada vez más fuerza en su vida y se convirtió en la creadora de novelas muy leídas en Argentina, como La viuda de los jueves, Tuya, Las grietas de Jara, Betibú y Las maldiciones. 

 

¿En qué te inspirás para escribir tus novelas?

—Las historias me aparecen como una imagen disparadora que tienen la categoría de los sueños. Vos soñás con algo, pero no sabés bien por qué soñaste con eso. Hay una mezcla dentro de uno que hace que aparezca una imagen y esto es lo que me dispara la escritura.

 

Sus padres no tenían la posibilidad de poder comprarle muchos libros y en su casa había una biblioteca pequeña. Por eso ella esperaba con ansias cuál iba a ser el libro que le iban a pedir en el colegio para leer en el año, porque ese era el que se iba a comprar en su casa. A lo largo de su vida, Claudia leyó muchos libros y hubo varios que la marcaron por diferentes motivos, aunque Relatos de un náufrago, de Gabriel García Márquez fue el que más la impactó. Se lo hicieron leer en la escuela y le hizo dar cuenta que no siempre importa qué es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta: “Cuando dijeron ese libro, pensé: `Qué bronca que sea ese porque no me va a gustar´. Estaba enojadísima con la elección. Cuando lo empecé a leer, la forma en que el autor escribió esta crónica, que luego se transformó en novela, me atrapó de una manera impresionante. Sentía que yo era ese marinero en altamar viendo cómo sobrevivir. Este libro como lectora me dio una gran lección de escritura”.

 

«No siempre importa qué es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta».

 

El aborto, presente en sus novelas

 

Claudia es una escritora comprometida con el movimiento feminista y la lucha de las mujeres. Desde que empezó a escribir sus novelas, en casi todos sus libros tocó de alguna u otra manera el tema del aborto. En 2018 fue una de las voces más fuertes a favor de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y estuvo presente en las comisiones en el Congreso Nacional, previas a que el debate se diera en la Cámara de Diputados y en la de Senadores:  “Me llamaron de la campaña porque los legisladores no escuchaban a los especialistas que iban y decidieron convocar a personalidades que los motivaran a informarse sobre el aborto. Fue así que comenzaron a exponer escritoras, actrices, periodistas y demás personalidades”. 

 

Claudia Piñeiro está en pareja con Ricardo Gil Lavedra​, abogado, juez y político argentino. También  es mamá de tres hijos que apoyan la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. 

 

En las redes sociales fue víctima de fuertes agresiones, aunque reconoce que nunca pensó en abandonar la lucha: “Lo que busca la agresión es que vos te corras y que los demás vean lo que les puede pasar si se manifiestan. Esto es un método que viene del fascismo”.

 

“Si ustedes me dicen que no pueden votar porque el cura los reta, tienen que dedicarse a otra cosa”, les dijo la escritora a los senadores nacionales en una de sus exposiciones en la comisión, antes de que el proyecto de ley se debata en la Cámara Alta. Está convencida de que el poder de la Iglesia jugó un rol central para que la normativa no se apruebe en el Senado. Tuvo la oportunidad de charlar con legisladores que dudaban a la hora de votar para explicarles la importancia que tenía que la ley saliera porque es una urgencia de salud pública y muchos de ellos, principalmente del Interior del país, le manifestaron que: “no podían votar la ley porque cuando volvían a sus provincias tenían que enfrentar al Obispo”. La religión católica dio un mensaje fuerte de la mano del Papa Francisco cuando, en pleno debate, dijo que el aborto era un genocidio de guantes blancos: “Llamarnos genocidas a las mujeres que estamos a favor del aborto… ¡Exageró demasiado! Otra religión que tuvo un gran peso fue la evangelista, porque representan casi un 15% del padrón electoral de las últimas elecciones y tienen templos distribuidos por todo el país”.

 

—En «Tuya», libro de tu autoría, Lali, la hija de Inés y de Ernesto, es una adolescente que queda embarazada y se le cruza por la cabeza la idea de hacerse un aborto. ¿Recibiste alguna crítica por introducir el tema del aborto en tu libro? 

—No crítica, porque era una editorial pequeña y yo no era muy conocida en el 2005, cuando se publicó. Pero sí me pasó que la editorial que lo publicó en ese momento (Colihue) tenía una colección, que era para el colegio, de literatura infantil y juvenil. Ellos evaluaron, en lugar de publicarlo en literatura para adultos, lo hicieron para la literatura juvenil porque comercialmente les convenía. Luego, en el 2005 representantes de educación, encargados de evaluar cuáles libros iban para los colegios y cuáles no, lo rechazaron porque tocaba temas como el aborto y la infidelidad. Algunas docentes me cuentan que incluso ahora es un libro que no se permite dar en algunas escuelas.

 

—¿Qué nos dejó a la sociedad ese debate? 

—El debate del 2018 nos dejó una palabra fundamental: aborto. Cuando era chica y hasta hace unos años, esa palabra no se decía. Los términos que se usaban eran: «Se lo sacó», «se lo va a sacar», «no lo va a tener». Ganamos una palabra y al ganarla, lográs que eso exista. Me tocó ir a Córdoba , una provincia conservadora, donde está la ONG El portal de Belén, una de las más activas en contra del aborto y fue la que logró que no se venda más misoprostol en Buenos Aires. Fuimos con algunas actrices a dar charlas a favor de la legalización del aborto y se me acercó una mujer de alrededor de 50 años llorando y me dijo: «Desde los 20 años que no le podía contar a nadie que había pasado por esto y gracias a que todas ustedes hablan del aborto, lo pude decir». Por eso, el debate nos dejó la posibilidad de hablar entre nosotros; en una reunión familiar una chica joven confiesa que se hizo un aborto y una mujer grande de la familia dice «yo también». 

 

Los desafíos que vienen

 

—Estuviste en la asunción de Alberto Fernández, ¿cuál fue la sensación que te llevaste? ¿Qué Argentina creés que va a venir?

—Fue un hecho histórico y muy saludable para la democracia el traspaso que vivimos. Hubo respeto, la gente estaba contenta, se cantó el himno con ganas. Amigos que estaban en la plaza me contaban que las personas estaban muy emocionadas. Todos sabemos que el presente es tremendo, pero a la vez estamos en una situación privilegiada si nos comparamos con otros países de la región. La sensación que se vivió era de dejar las discusiones de lado y cuidar el país que tenemos. El discurso de Alberto fue muy componedor, donde nos invitó a todos a sacar a la Argentina adelante.

 

«Todos sabemos que el presente es tremendo, pero a la vez estamos en una situación privilegiada si nos comparamos con otros países de la región».

 

—Alberto dijo en su discurso de asunción “Quiero ponerme al frente de la demanda de las mujeres”, pero no mencionó el tema del aborto, ¿creés que va a trabajar para que la ley se apruebe?

—Alberto es un político, sabe lo que se puede decir en ese discurso y lo que no. Él habló del aborto en su asunción sin decir la palabra porque todavía es un término que asusta a algunos sectores. La demanda de las mujeres es el aborto. No hay ninguna duda de que en algún momento va a mandar un proyecto de ley al Congreso y se discutirá. Hoy hay una voluntad política de que el aborto sea ley en Argentina; va a lograrse en el corto plazo. Muchos van a acompañar el proyecto, a pesar de sus convicciones personales.

 

«Hoy hay una voluntad política de que el aborto sea ley en Argentina; va a lograrse en el corto plazo».

 

—Previo a las elecciones de octubre, Alberto Fernández se comunicó con vos telefónicamente, ¿de qué temas hablaron? 

—Fueron conversaciones muy breves. La primera vez fue porque yo había hecho un comentario referido a la ley del aborto en un canal de televisión y me llamó para decirme qué era lo que pensaba hacer para poder tener una normativa a futuro. Después me llamó para conversar sobre temas referidos a la cultura y a libros.

 

—¿Creés que Macri utilizó políticamente el debate del aborto para tapar los pobres resultados económicos que afrontaba su gobierno? 

—Cuando presentó el debate y me preguntaron si lo estaba utilizando políticamente, mi respuesta fue “no”, porque siempre hay que tener la posibilidad de creer en el otro. Visto como actuó después, está claro que lo utilizó políticamente. Al final de la campaña terminó dándole besos a los pañuelos celestes. Ese voto de confianza que le di en un principio cuando abrió el debate, se diluyó con el paso del tiempo.

 

—María Eugenia Vidal confesó que se sintió aliviada de que la ley no salió y Gabriela Michetti ni bien se conoció la votación de los senadores dijo «¡vamos todavía!», ¿qué sentiste cuándo las escuchaste?

—Cuando ves o escuchás en el momento ese tipo de reacciones te querés morir. La de Michetti fue muy fuerte, creo que se le escapó. Pienso que si pudiera volver el tiempo atrás, se contendría. No son actitudes que me sorprendan porque son personas que siempre se manifestaron de ese modo. Las dos son muy religiosas y no pueden atravesar esa pared que les impone la religión que profesan. Hay que resaltar que hay muchos políticos que se manifestaron a favor de la ley, a pesar de ser de esa religión, porque entendieron que el aborto es un tema de salud pública y si se debate una nueva ley para legalizarlo, la votarían a favor. Esa es la postura del presidente Alberto Fernández cuando dijo: “Yo soy creyente, pero este es un tema de salud pública y no pueden más ir presas o morir por un aborto las mujeres en Argentina”.

 

» Hay que resaltar que hay muchos políticos que se manifestaron a favor de la ley, a pesar de ser de esa religión, porque entendieron que el aborto es un tema de salud pública y si se debate una nueva ley para legalizarlo, la votarían a favor».

Claudia afirma que le cree a Cristina el cambio de posición con respecto al aborto porque no es la única persona que modificó su idea sobre ese tema. 

 

 

—¿Discutiste o te distanciaste de algún familiar o amigo por levantar las banderas del aborto legal, seguro y gratuito?

—No me pasó. Llego hasta cierto punto, pero prefiero conservar la relación. Lo que sí me pasa es que se me hace difícil ser amiga de alguien que piensa distinto en algunos temas. Por ejemplo: me cuesta tener una amistad con una persona que no reconozca los crímenes de la dictadura. Con el tema del aborto y los derechos de las mujeres me está empezando a pasar un poco eso. Los comentarios misóginos y homofóbicos me molestan cada vez más y me cuesta conservar la relación. 

 

» Los comentarios misóginos y homofóbicos me molestan cada vez más y me cuesta conservar la relación de amistad con personas que piensan así».

 

—En “Las Maldiciones”, una de tus últimas novelas, introdujiste muy fuerte la política, ¿te gusta la política? ¿Alguna vez militaste en algún partido político?

—No, me parece que es muchísimo trabajo. Las energías que tengo las quiero dedicar en seguir escribiendo. Nunca milité ni pertenezco a ningún partido. Me gusta ser como un líbero y decir qué me gusta de este o qué me gusta del otro. La función pública requiere mucho trabajo. Estoy de acuerdo en que haya una escuela de gobierno como propuso Alberto, porque es fundamental que las personas que trabajan en la función pública se capaciten.

 

«Nunca milité ni pertenezco a ningún partido. Me gusta ser como un líbero y decir qué me gusta de este o qué me gusta del otro.»

 

—En ese mismo libro Fernando Rovira, líder del partido Pragma, contrata a Roman Sabaté como su secretario privado. Fernando, movido por su ambición y por el poder, llega a ser intendente; buscaba ser gobernador de la provincia de Buenos Aires y romper con la maldición de Alsina para llegar a ser Presidente de la Nación. ¿Los ideales murieron y le dieron paso al marketing y a la publicidad?

—En ese libro me basaba mucho en los partidos que se arman a partir del marketing, de la publicidad y de los focus group. Esto no es malo, lo que está mal es que no haya propuestas concretas detrás, porque es un marketing vacío para que el otro simplemente me vote. Hoy los partidos tradicionales como el peronismo y el radicalismo tienen que utilizar esta herramienta, sino no pueden comunicar nada, pero tienen detrás una fuerte ideología partidaria.

 

CAMILA MIELE

FOTOS: J.M. CAFFERATA

Camila Miele

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