POR: PALOMA VIOLETA GONZÁLEZ SANTOS
Frente a una política cultural que muchas veces falla o que no contiene las nuevas corrientes, es cada vez más común encontrarse con la palabra autogestión cuando se trata de un proyecto artístico. Músicos, artistas, instituciones, colectivos han transformado sus modos de organización, antes jerárquicos y dependientes, hacia organizaciones autogestivas donde se generan nuevos circuitos y tipos de relaciones.
La autogestión es un término político de origen anarquista que se empezó a implementar en las fábricas en el siglo XX. con gran acogida la Argentina. Los trabajadores tomaban control de la organización y se reformulaban las formas de trabajo. Dentro de este sistema, los trabajadores están comprometidos y no solo trabajan por un sueldo, sino porque se involucran afectivamente con la causa. Así, se genera una estructura horizontal, sin jefes, sin autoridad, donde prima lo colectivo por sobre lo individual, las ganas sobrepasan las dificultades.
En el mundo del arte, también se implementó este modelo para generar espacios innovadores que generan nuevas formas de circulación y de visibilidad de la producción artística. Aunque se vieron algunos casos aislados desde finales del 1800 de espacios autogestivos. El crecimiento de esta forma de hacer arte independiente creció en los años noventa como una forma de resistencia al modelo neoliberal menemista. En el 2001, la autogestión se consolidó como estrategia para resistir la crisis donde los artistas incorporaron discursos, recursos y estrategias de la protesta social y las formas cooperativas y pudieron enriquecer sus propias producciones. De este modo, se empieza a pensar el arte como trabajo y a los artistas como trabajadores que pueden crear bajo sus propias reglas.
Hoy en día, Argentina es un jardín de proyectos autogestivos. Aparecen cada año nuevos centros culturales, galerías, músicos y artistas. Existe tanta variedad de proyectos como de modelos y estructuras internas de trabajo. Pero, ¿Cuáles son sus desafíos? ¿Qué formas distintas hay de implementarlo? ¿Qué se puede aprender de estos modos de crear?
Ocupar un espacio 🐢
En el arte, el impulso de irse a lo autogestivo se da muchas veces por una mezcla entre ganas de hacer algo nuevo y, en contraste, la dificultad de llevarlo a cabo por los medios tradicionales. Por estas razones es que en el 2009, con la tragedia de Cromañón todavía latente y un escenario árido, nació el grupo Bandalos Chinos: “Arrancamos el proyecto cuando no era fácil conseguir donde tocar, no había una escena armada, estaba todo bastante fragmentado”, dice Goyo Degano, cantante y tecladista de la banda a Revista Sendero. “A partir de la oportunidad de usar internet y poder llegar al público de alguna manera sorteando a las discográficas que te posicionan, fue que nos volcamos hacia la autogestión. No nos quedaba otra. Después empezamos a caer en la cuenta de la importancia y de lo enriquecedor que es llevar adelante las propias producciones, pero en ese momento no era más que la opción que nos quedaba. Después sí llegaron grupos como El Mató a un Policía Motorizado, que empezaron formando su sello discográfico independiente, produciendo sus shows y sus giras, y nos demostraron que era un camino viable”.
Esta necesidad de encontrar espacios de crecimiento sin tener que depender de una estructura establecida, como es una discográfica o en el ámbito de la escritura, una editorial, es lo que genera nuevas riquezas en el campo artístico. Otro ejemplo de personas que se lanzan sin pedir permiso es Tuti Curani, poeta, artista, diseñadora y gestora, quien lanzó su libro de poesía Hay personas que viven con certezas este año. Su trabajo poético chocó con la idea de tener que convertirlo en un producto vendible bajo las reglas de cierto mercado: “Es inevitable que en estas cuestiones aparezca solapada (pero no por ello menos potente) la dimensión social de la práctica artística de la escritura. Una seguidilla de: ‘amiga, de quién sos, a quién conocés, cuánto se movería tu libro’, ¡justifica tu existencia en este mundo! En esta era de superinformación y densidad, tu capacidad de hit es tu capacidad de venta. Así que un día y un poco bajo el empujoncito de mi amigo Gael, decidí: lo voy a hacer como yo tenga ganas, en el tiempo que quiero, en el formato que se me cante. Organicé una preventa secreta y personalizada, pensé bien a quiénes les podía interesar, le pedí a los que lo compraban que mantuvieran el secreto, así me pude evitar tener que hacer campañas publicitarias para juntar la plata. En un mes y medio, con 50 preventas, conseguí lo que necesitábamos para financiarlo al 100% y lo metimos en imprenta”. Con estas estrategias, Tuti logró publicar su libro y distribuirlo sin tener que hacer ningún gasto extra ni teniendo que seguir las reglas de agentes externos.
Un camino de piedra 🌋
Aunque hay muchas cosas positivas de este modelo de gestión, no todo es tan fácil. La pulsión inicial no puede mantenerse a flote sin una forma de sostén económico y aunque las técnicas como el crowdfunding o de venta de entradas o reproducciones es posible, hay un gran vacío de parte del Estado que hace que muchas de estas iniciativas no puedan ser sostenidas en el tiempo.
Dentro del campo de las artes visuales se encuentra Residencias R.A.R.O, un programa internacional de residencias artísticas que se basa en generar una red de convenios y relaciones para que reciban en sus talleres a artistas de otras provincias y países. Teniendo como eje el vínculo entre artistas, R.A.R.O. ha recibido a más de 30 artistas de distintas partes del mundo y este año cumplió con gran orgullo su quinto aniversario. Su directora Lina Ángel cuenta a Revista Sendero cuáles fueron los desafíos que el colectivo ha tenido que superar para llegar hasta aquí: “El primer obstáculo es dar a conocer el proyecto y que sea bien recibido. Generar una dimensión económica que dé la posibilidad de subsistir en un tiempo más extenso es aún más difícil. Nuestro equipo se ha solidificado en estos 5 años, y si bien todas realizamos actividades paralelas para contar con una estabilidad económica, invertimos el mayor tiempo posible en aportar a la gestión de R.A.R.O”.
Frente a estas dificultades que presentan algunas organizaciones, el Estado ha generado fondos donde los agentes culturales pueden aplicar para obtener becas o subsidios. Este es el caso de Mecenazgo, que surgió en el 2011 con el objetivo de apoyar proyectos culturales independientes a través de acuerdos con empresas que derivan parte de sus impuestos. A pesar de ser una gran idea, en los últimos años el sistema ha demostrado sus fallas: en su mayoría, se aprobaron proyectos propios del Gobierno, Museos Públicos e instituciones privadas, que ya cuentan con fondos propios. “En el marco de las becas y subsidios nacionales, instituciones del Estado o espacios de arte con grandes empresarios detrás en muchas ocasiones son quienes reciben una gran cantidad de fondos. Con esto no digo que sea imposible a través de la autogestión ganarse esas becas o subsidios, pero sí creería que no se trata simplemente de presentar una propuesta artística sólida”, analiza Lina Angel.
Todo esta controversia sobre a dónde se dirige el dinero pisa fuerte dentro del área cultural, donde buenos proyectos son llevados a la reducción cuando se les niegan los fondos. Esto es visible en los números del Ministerio de Cultura: entre 2011 y 2017, el 38% del monto total otorgado se destinó a proyectos relacionados con patrimonio: puesta en valor de edificios e infraestructura de lugares notables. En contraposición, el diseño, el circo, la murga y la artes populares concentran solo el 3%. (según datos procesados por el diario La Nación del Ministerio de Cultura de la Ciudad, 2019). Y, aunque el área de Artes Visuales y Audiovisuales parece tener un gran presupuesto ( $117.414.450 pesos argentinos en el 2018), gran parte de ese dinero es dado a museos como el MAMBA (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires) o a espacios privados dirigidos por grandes empresarios como la Familia Andreani (Fundación Andreani) o Luis Ovsejevich ( C.C. Konex).
Por esto, muchos proyectos más chicos o desconocidos quedan relegados debido al poco interés que hay dentro de las políticas públicas por la diversidad cultural que se produce en la ciudad, donde dicen tener la mejor oferta cultural de la región, pero donde es menospreciada dentro del sistema económico.
Afirmarse en lo colectivo 🤜✨🤛
A pesar de este panorama complicado, la autogestión sigue siendo elegida año tras año por los artistas y así nacen todo el tiempo nuevas iniciativas culturales. ¿Por qué? Por la libertad y el sentimiento colectivo que se siente al tomar este camino, donde se deja atrás la complacencia o los mandatos. Gracias a la herencia anarquista, la autogestión da independencia y permite hacer las cosas directamente, del dicho al hecho, sin intermediarios, sobreponiendo las ganas por sobre las dificultades. Así, se forman cadenas de cooperación donde cada quien aporta lo que sabe hacer a una causa común, donde se sostienen proyectos a partir de la colaboración y dónde herramientas claves, como internet, permiten llegar a otros de una forma más directa para construir mundos nuevos y alternativos al sistema. Estos métodos nada tienen que ver con ciertas fórmulas emprendedoras impulsadas por el neoliberalismo y que llevan a la homogeneización y a la autoexplotación. Es más bien una forma de lucha por la autonomía individual y colectiva y una necesidad de crear espacios fértiles marcados por el afecto y la cooperación que sirven para formar otros modos de contacto e intervención de la realidad.
POR: PALOMA VIOLETA GONZÁLEZ SANTOS
Excelente artículo
hermosa informacion!
¡Interesante! Gran aporte.