¿QUÉ PASA POR NUESTRA MENTE DURANTE LA CUARENTENA?

¿Cuánto afecta la pandemia a nuestros estados de ánimo? ¿Cómo se controla el temor en aquellos y aquellas que deben salir a trabajar en estos días? Miedo, ansiedad, soledad, irritabilidad con las personas que compartimos la casa. Son tantas las emociones que afloran durante la primera cuarentena que vivimos en nuestra historia, que se hace necesario transmitir tranquilidad y comprender que es absolutamente normal sentirlas y que no durarán por siempre. En estos momentos, el cerebro no para de transmitir señales y la clave pasa por decodificar qué dicen esos mensajes que envía para lograr entenderse y que el paso de estos días sea lo más armonioso posible. Por eso, hablamos con la psicoanalista Cecilia Banchero (M.N: 73.402), académica y profesional con más de 30 años de trayectoria, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional, para interpretar mejor qué sucede en nuestra mente durante el aislamiento.

El enemigo invisible

“Estamos en guerra”, dijo el presidente estadounidense Donald Trump y distintos mandatarios se sumaron a describir el presente de esa manera. La Segunda Guerra Mundial es una comparación recurrente por la crisis económica y la incertidumbre global. Pero desde el campo psicológico, Banchero marca una diferencia clave entre una batalla con armas y enemigos identificables, en comparación con un virus microscópico: “En la Segunda Guerra Mundial, al enemigo lo veías; acá el enemigo es invisible, y eso para el psiquismo (los pensamientos y las emociones que constituyen la actividad mental de una persona) es muy importante. No hay forma de que el psiquismo pueda luchar contra lo que no ve. Entonces, tiene muchas menos armas. La mayoría de nuestros pensamientos son visuales. Lo que más impacta a la gente es lo que vio: cuando se cayó un avión, cuando en un supermercado empezaron a caerse las paredes por un terremoto. El impacto es visual más que auditivo; por eso, en una situación catastrófica lo traumático tiene que ver con lo visual. Es muy importante que al enemigo no lo veamos para entender cómo nos afecta”.

“Tenemos que aceptar que vamos a ver en todos un enemigo, pero hay que tratar de no exagerar. Lo importante es superar el miedo”, reflexiona la psicoanalista, pero pese a la crisis que hoy en día viven casi todas las sociedades alrededor del mundo, tiene “una mirada altamente positiva sobre la humanidad, porque sabemos que va a sobrevivir a este trauma, el tema es atravesar esta situación traumática”. ¿Qué es un trauma?: “A nivel psíquico, el trauma es un impacto desconocido, abrupto, que hace que el cerebro entre en un estado de alarma que desconecta la parte racional del circuito que está asociado al trauma, que por lo general es el que más emociones produce. No podemos pensar sobre el trauma, lo único que podemos sentir son las emociones que produce”.

Cecilia Banchero destaca la iniciativa de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la cual también es integrante, de ofrecer consultas y entrevistas online gratuitas a las personas que requieran asistencia psicológica: “Si la gente necesita el apoyo de los psiquiatras y psicoanalistas, lo va a tener”. Quienes lo necesiten, pueden enviar un mail a secretaria@apa.org.ar. Más info:  apa.org.ar/

 

—¿Eso significa que somos menos racionales estos días?

—Totalmente. Eso se estudió neuroquímicamente: como el impacto es tan alto, el cerebro hace un “cortocircuito” a nivel neuronal y deja las emociones separadas. Para que se entienda, se deja de lado la capacidad de pensar sobre el trauma: no se puede pensar, solo se puede revivir o negarlo; es decir, sentimos que no es verdad que estamos en una situación traumática o la repetimos y está constantemente en nuestros pensamientos. Sobre esto, la Universidad de Harvard dijo que el trauma queda concentrado en las neuronas en una zona errónea; es decir, a través del pensamiento no podemos llegar a manejar esa parte porque está puesta en una parte equivocada de nuestro cerebro. Estamos siendo menos racionales, pero es importante aceptar y entender que no va a ser para siempre.

—¿Cómo sobrelleva nuestra mente estos momentos donde muchas veces sentimos incertidumbre, miedo o ansiedad?

—Nuestro psiquismo funciona en dos lugares. Esto lo dice Jordan Peterson, que es uno de los psicólogos más importantes de la humanidad en la actualidad y que poca gente aquí conoce. Para él, la mente se maneja en dos parámetros: en el orden o en el caos. El orden es cuando todo alrededor nuestro funciona en parámetros predecibles; es decir, las personas a nuestro alrededor actúan de manera que vamos a saber cómo van a hacerlo de acuerdo a nuestras expectativas, y nosotros también actuamos de acuerdo a las expectativas de ellos. El mundo actúa en un orden esperable: me levanto a la mañana, desayuno, organizo las tareas de los chicos, salgo a trabajar, vuelvo; es decir, es un mundo conocido donde sé lo que puedo hacer afuera y los tiempos que tiene la rutina. Cuanto más me alejo de ese mundo conocido, lo que va a aparecer en la mente es el caos. El caos es cuando ocurre algo inesperado, abrupto, impredecible que hace que el mundo que conocemos, cambie; que la gente que está alrededor nuestro se convierta en amenazante y peligrosa, en vez de personas esperables y amorosas. En el modo caos, ese mundo que conocíamos, desaparece. De repente, no podemos salir de nuestras casas por tiempo indeterminado y entramos en un mundo totalmente desconocido, donde no sabemos cómo luchar contra el virus ni cuánto tiempo vamos a estar encerrados.

 —¿Se puede hacer algo para manejar esa situación?

—Tenemos que saber que en un mundo caótico es normal que tengamos emociones y reacciones caóticas. Lo primero que aparece es el shock, la parálisis. No se puede pensar, se está aturdido, confundido, eso es el shock. Después, aparece la negación, que es negar y no darle importancia a la situación actual, y por último, el cerebro entra en un estado de alerta permanente. Esto es normal; anormal sería no sentir nada, y lo normal es que aparezcan síntomas. ¿Cuáles son los más frecuentes frente a un trauma? La irritabilidad, la angustia, que es pensar negativamente ante un futuro que se imagina catastrófico, el miedo, los pensamientos que nos atacan en la cabeza negativamente, cambios permanentes en los estados de ánimo, mucha dificultad para concentrarse en el trabajo o para resolver problemas que antes resultaban fáciles. Pero también hay reacciones físicas: cuando hay altos niveles de angustia, puede aumentar la frecuencia cardíaca, la taquicardia, sudoración, sensación de ahogo, necesidad de salir a la calle, dolores de cabeza, náuseas, alteraciones digestivas. Dos datos fundamentales para nosotros son las alteraciones en alimentación y sueño. Cuando una persona llega con todos estos síntomas, sabemos que padece un cuadro de angustia y que necesita tratamiento.

Cuarentena y convivencia 

Desde el inicio de la cuarentena, Banchero trabajó con decenas de pacientes, incluso logró controlar —por videollamada— un ataque de pánico que sufrió un joven de 30 años que perdió el trabajo y, a su vez, se enteró de que iba a ser padre en medio del aislamiento obligatorio. Según relata la psicoanalista, en las personas que atendió en las últimas semanas notó “mucho más pánico por la inseguridad financiera que por enfermarse del virus”. La incertidumbre laboral y económica que se sufre en millones de hogares es uno de los factores que puede convertir a la convivencia en un problema, pero no el único: “Los conflictos que eran manejables ahora tienen muchísima más intensidad y cualquier discusión mínima puede provocar gritos y/o abusos emocionales o físicos, en casos más extremos. Es esperable que los conflictos aumenten. Aún así, para un matrimonio que tiene buenas bases este es un momento espectacular porque es ideal para la intimidad: cuanto más relaciones íntimas tengan, más se va a fortalecer la pareja. Al tener tiempo, va a haber un mayor conocimiento del otro, pero en las disfuncionales es un caldo de cultivo. Por eso China aumentó la tasa de divorcios después del aislamiento: aparecieron todos los conflictos que se suelen tapar a través de la hiperactividad. Como la posibilidad de taparlos ya no está porque no se puede ir al trabajo, al gimnasio o salir con amigos, sale a la luz en forma bastante fuerte y dramática. La gente va a entender más de su mundo interno y también de los conflictos que tiene con la pareja y con los hijos”. 

—¿Es necesario controlar el consumo de noticias?

—Hay que hacerse un organigrama sano para la mente. En este momento, es malo intoxicar nuestra salud mental con el dato de quiénes mueren, la cantidad de casos o los días que podemos llegar a estar en cuarentena. Eso solo ayuda a generar un efecto contagio: así como nos contagiamos del virus, también nos podemos contagiar del terror a nivel psicológico. Hay una situación social de paranoia donde todos somos enemigos de todos. Esto tiene que ver con el exceso de información nociva que le damos a nuestra mente. Hay que ponerse horarios, escuchar una hora por día noticias o leer los diarios de la mañana para estar informado de lo que anuncien las autoridades, pero el resto de estar intoxicándonos horas y horas con noticias es altamente nocivo. Y un punto que me parece importante mencionar es que los argentinos vamos a empezar a enterarnos de casos cercanos de personas enfermas e inclusive fallecidas, eso va a impactar dramáticamente en nosotros porque vamos a enfrentarnos con las pérdidas.

—¿Podemos ayudar en algo a nuestros familiares que integran la población de riesgo?

—Los adultos mayores están confinados y muchos de ellos no tienen con quién comunicarse, hay mucha gente mayor que vive sola. Es importante que nos ofrezcamos como voluntarios y que la gente que conozca personas mayores trate de mandarles mensajes de texto, los llamen, se comuniquen y no los dejen solos porque mata mucho más la soledad que el virus. El verdadero liderazgo se ve en este momento, todos tenemos la oportunidad de convertirnos en líderes, enfrentar nuestros miedos y convertirnos en agentes de cambio y contención social. Cuando a pesar de mis temores salgo a ver un paciente o tranquilizo a alguien desbordado, soy una líder social. Es una gran oportunidad para, aunque sea en nuestro pequeño ámbito, convertirnos en líderes y demostrar que frente al caos pueden existir armonía, orden y serenidad. Además, el liderazgo se contagia. Cuando una persona llama a alguien o le va a hacer compras a un anciano que no puede salir, es un líder, y eso se contagia; cuando alguien sale a cantar al balcón para dar alegría a la gente, es un líder, y eso se contagia. Tenemos que encontrar al líder interno que todos tenemos.

“El cerebro responde mucho más a una orden escrita que hablada. Hay que hacer una lista y escribir las soluciones posibles a nuestros problemas. Neurológicamente se probó que al quinto día de hacer ese ejercicio, el cerebro empieza a descubrir ideas originales. Mi consejo para la gente es que escuche y acepte sus emociones, porque cuando el cerebro escucha órdenes comienza a actuar ordenadamente, con coherencia, que es lo que se pierde en el caos”, explica Banchero.

 

—¿Y qué se puede decir de aquellas personas que obligatoriamente deben salir a trabajar y, probablemente, lo hagan con temor?

—La gente que tuvo situaciones traumáticas previas y las resolvió felizmente, como puede ser la muerte de algún ser querido en el pasado, tiene muchísima más capacidad de enfrentar la situación actual. Tiene mucho que ver con la historia de la persona, uno ya sabe que puede sobrevivir a una situación traumática. Hay mucha gente que sigue trabajando, toma sus precauciones y, probablemente, si recorremos su historia clínica, ya sobrevivió a situaciones traumáticas previas con éxito. La gente que trabaja con pánico probablemente tiene un psiquismo mucho más debilitado, donde las situaciones traumáticas previas hicieron desastres en ella. Hay muchas personas que hoy trabajan y no tienen miedo, y eso lo puedo afirmar porque yo salgo a la calle sin miedo, atiendo pacientes sin miedo y veo gente trabajar sin miedo. Esto muchas veces tiene que ver con las fortalezas internas, no con algo exterior, sino con la seguridad de haber atravesado situaciones traumáticas en la vida.

—¿Esas emociones pueden controlarse?

—Tenemos que aprender que no hay emociones positivas o negativas, las emociones son datos sobre nosotros y si no las escuchamos, se amplifican. Debemos aprender a escuchar qué nos pasa y qué sentimos. Después, hay que decodificar. No alcanza con decir “estoy estresado” porque eso no me da ninguna información. Hay un territorio psíquico inmenso entre decir “estoy estresado” o “estoy decepcionado, triste o angustiado”. Son emociones totalmente distintas y es fundamental decodificarlas. Por otro lado, no es cierto que la angustia y el miedo sean negativos. Basta con esa rigidez mental: son datos, emociones e información que trae nuestra alma y nuestro cerebro. Es solo una parte nuestra, no todo nuestro yo; hay que dejarlo hablar y escuchar para buscar las soluciones a esos problemas. Debemos lidiar con nosotros mismos para encontrar serenidad en el caos. Como decía Freud, “uno tendrá que enfrentar a sus propios demonios”.

—¿Creés que cambiará algo en nuestra mente después de esta experiencia?

 —Esto es un antes y un después, porque aparte va a haber un quebranto económico a nivel global y la humanidad va a tener que buscar los recursos para recuperarse. Probablemente, habrá una revalorización de los sistemas médicos, aunque lamentablemente los humanos olvidamos fácilmente. Los médicos, psiquiatras y psicoanalistas sabemos que hay gente que va a agradecer y otra que no, pero cumplir con nuestra misión es mucho más importante que el reconocimiento de la gente. El impacto de esta pandemia va a durar un tiempo, lo que pasa es que la mente tiene un don, y aunque uno no lo crea el olvido es un don porque si nosotros viviéramos fijados permanentemente en situaciones traumáticas, nuestra vida sería una desgracia. El humano es espectacular para negar, es uno de los mecanismos más importantes que tiene. Por eso, cuando la gente empiece a ver que la normalidad regresa, como mecanismo de protección va a negar y olvidar para vivir. 

Franco Pérez

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