POR FABRIZIO SANGUINETTI
Finalmente estoy por cumplir mi sueño: voy a tener sexo con Pola Oloixarac. La escritora cool a la moda. Polémica, políticamente incorrecta.
Estábamos en el cuarto de su casa. Amplio, luminoso, con muebles color beige. La casa parece la mansión de Diane Keaton en Southampton, de la película Something’s Gotta Give.
Pola está sexy. Muy maquillada, con portaligas y un corset que le marcan notoriamente las tetas. Parece salida de una puesta de Moulin Rouge.
—¿Así que vos sos uno de los fans que quiere coger conmigo?
Pola me agarra el brazo y me lleva a la cama. Nos acostamos. La agarro de la cintura, cierro los ojos y estoy por darle un beso. Pero suena su celular,un Samsung blanco, medio baqueteado, con la pantalla partida a la mitad?
Pola abre su WhatsApp. Hay una lista enorme de hombres que le están escribiendo insistentemente; chamuyando. Entre los chats hay uno que resalta.
—¿Qué haces linda? —le escribe Jorgito Huenul, mi amigo de San Antonio Oeste. Patagónico, peronista y de origen mapuche. Qué loco, nunca me hubiera imaginado que a Jorge le podría gustar Pola. Por un momento, siento celos, ¿qué hace Jorge metiéndose con mi chica? Pero lucho para sacarme ese pensamiento reaccionario lo más rápido de mi cabeza.
No soy el único hombre en el mundo. Y menos el hombre de Pola. Respiro y me apresuro a aprovechar mi oportunidad. Arrimo mi cuerpo al de Pola.
—¡Pará! Justo un amigo se está por sumar —me dice Pola.
Upa, qué momento. Alguna vez había pensado en hacer un trío con un hombre y una mujer, ¿pero justo ahora? Ahora que estoy nervioso, que tengo una sola oportunidad. ¿Qué pasa si el otro tipo la tiene más grande? ¿O aguanta más que yo cogiendo? ¡Me va a humillar! Pero bueno, no me voy a poner en el rol de “conserva” justo ahora. Respiro y disimulo.
—¡Mirá que copado, Pola! ¡Que se sume nomás!
Aparece un tipo en slip con una máscara de felino. Pola se entusiasma. Pero ella no está dispuesta a realizar esta aventura en una cama vulgar. Nos toma a los dos de la mano y nos lleva por otra puerta.
Subimos por una escalera. Llegamos a otro espacio. En el fondo, veo gradas y me doy cuenta de que estamos parados sobre un escenario que se empieza a elevar. Efectivamente: estamos en un teatro. Veo ensayar a un grupo de actores. Escucho diálogos y canciones. Me parece que están interpretando el musical The Book of Mormon, pero sin chistes y mal traducido. Me quedo inmovilizado ante la situación. ¿Pola tiene un teatro en el fondo de su casa? Los actores se amuchan y se empiezan a masajear entre sí. De la masa de cuerpos sale Juan Minujín. Me mira, se acerca y empieza a hablarme. Pero yo no lo escucho. Yo solo pienso en concretar mi encuentro sexual con Pola. ¿Qué pasa si esto es una prueba? ¿Primero el trío y ahora coger en frente de los actores? ¿Estaré dispuesto a hacerlo? La situación me supera y salgo corriendo por unas escaleras que dividen las gradas.
A medida que avanza, el espacio se amplía más y más. Me fui de la mansión y ahora estoy en un departamento. Las paredes son de ladrillo gris, pero percibo un lindo clima. Veo a un grupo de chicas. Una pasa un trapo por el piso, otra pica muzzarella en la barra, otra prueba playlists de reggaeton y cachengue en la computadora. Me da la sensación de que no perciben mi presencia hasta que una de las chicas atraviesa mi cuerpo. ¡Soy un espíritu!
—¿Cuánta gente decís que viene a la noche, Mili?
¿Mili? ¿Por qué me suena ese nombre? ¿Por qué me resulta familiar ese ambiente? Avanzo hasta uno de los cuartos y la veo a Camila durmiendo ¡Claro! Estoy en el departamento de las amigas de Camila, un grupo de chicas de Junín que vinieron a estudiar odontología a Capital y se conocen desde la infancia. ¿Qué pasa si Camila se entera que voy a coger con Pola? Camila es una chica con la que me veo cada tanto, le dejé de hablar por WhatsApp todos los días y hace unos meses me hizo un planteo. Pensaba que me estaba haciendo el boludo porque ella se había enganchado más que yo.
Pero bueno, no somos novios y no tenemos ningún compromiso. No le tendría que molestar mi encuentro con Pola, ¿no? La situación me supera. Salgo corriendo para ver si la encuentro. Pero solo me encuentro con otra escalera que me lleva a un cine con una pantalla enorme, tipo IMAX. Estoy agitado. Atravieso todos los asientos molestando a la gente que ve la película. Veo de reojo la pantalla y lo veo a Leo DiCaprio en una Trafic blanca girando en círculos. Sigo y hay una escalera cada vez más grande que por momentos sube y por momentos baja.
Llego al hall del cine, donde venden pochoclos. Pero yo no quiero pochoclos. Quiero coger con Pola. ¿A dónde se fue Pola?
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Me desperté. Escribí este cuento y se lo mandé a Pola. Nunca me respondió y Camila me mandó a la mierda.
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POR FABRIZIO SANGUINETTI