POR: JUAN IGNACIO ZINGONI
El brote actual de SARS-CoV-2 produce la enfermedad Covid-19 y se suma como el séptimo patógeno en la lista de virus que probablemente fueron transmitidos por murciélagos en los últimos 16 años: Hendra (1994 – Australia), Nipah (1998 – Malasia), Marburg (1998 – República Democrática del Congo), SARS-CoV (2003 – China), MERS-CoV (2012 – Arabia Saudita) y el Ébola (2014 – Zaire, África).
Los casos mencionados, si bien mataron a miles de personas, no llegaron a extenderse tanto como este coronavirus. Es la primera vez que un brote pone tan en jaque al mundo. Suponer que va a ser la última sería cometer un error. Por eso necesitamos revisar los pasos que nos trajeron hasta acá para impedir que nos traigan de vuelta en el futuro.
Conversamos con Erina Petrera, doctora, docente e investigadora de la UBA, especializada en comunicación pública de la ciencia y la tecnología, para reflexionar sobre estas preguntas.
¡LOS MURCIÉLAGOS SON AMIGOS, NO COMIDA!
¿Por qué apuntamos contra los murciélagos? Desde el brote del SARS en 2002, China investiga sus cuevas. A partir de entonces, se encontraron muchos virus con diferentes riesgos de mortalidad. En una reciente investigación, se descubrió uno llamado “Cov Rat-g-13” y lo consideraron de «bajo riesgo». Sin embargo, cuando en diciembre del año pasado los científicos secuenciaron la estructura genética del Covid-19, encontraron que coincidía en un 96% con el “Cov Rat-g-13”, por esto se cree que los murciélagos algo tuvieron que ver con este nuevo coronavirus.
Si bien los murciélagos son receptores de muchos virus, no por esto se debe ir contra ellos porque cumplen un rol importante en nuestro ecosistema. Es un animal que promueve la biodiversidad y la salud de nuestro ambiente: son necesarios para que se coman insectos, entre otros, el Aedes Aegypti (causante del dengue) y también para polinizar una amplia variedad de plantas. No protegerlos podría tener graves consecuencias.
¿UN PRÓXIMO CORONAVIRUS?
Para que un virus genere una pandemia necesita tener la capacidad de propagarse por muchos países, esto es posible solo si se consigue un difícil equilibrio entre dos variables: capacidad de contagio y letalidad. Si hay un virus con alta letalidad (mata a un gran porcentaje de contagiados), la transmisión no es tan alta: los infectados se sienten tan mal que deciden quedarse en sus casas hasta que la mayoría de ellos mueren sin llegar a contagiar a otras personas. Pero ante un virus con un nivel intermedio de letalidad y con una alta capacidad de contagio, la pandemia es más probable: los infectados no se sienten tan mal, continúan con su rutina y contagian a muchas personas. Por eso el SARS del año 2002 o el Ébola tuvieron menos impacto que el actual SARS-CoV-2: no tenían un gran equilibrio entre letalidad y capacidad de contagio.
Si bien hoy el Covid-19 es famoso, no es el único coronavirus que existe. Cada año los científicos encuentran cientos de integrantes nuevos de esta familia. Aunque sean muchos, no todos los participantes de este grupo pueden alcanzar a los humanos o contagiar de la misma manera. La mayoría de ellos no infectan a las personas, solo animales. Pero cuando sí llegan a los humanos pueden producir infecciones respiratorias.
Hasta ahora existen solo siete integrantes de esta familia que lograron infectar a las personas y ni siquiera todos consiguen dar el paso siguiente: que una persona infectada luego pueda infectar a otra. Sin embargo, en tres casos esto fue posible: pasó con el SARS-CoV, el MERS-CoV y ahora con el SARS-CoV-2. Los investigadores chinos en coronavirus estiman que solo han descubierto «la punta del iceberg» y calculan que hay más de cinco mil cepas de coronavirus esperando a ser descubiertas en murciélagos a nivel mundial.
¿Aumentan las probabilidades de que surja el siguiente? En conversación con Erina Petrera, licenciada en biología (UBA) y especialista en comunicación pública de la ciencia, indagamos en la relación virus y animales.
—¿A qué nos referimos cuando hablamos de virus zoonóticos?
—Son los virus que en un inicio solo infectan animales y después pasan al humano. Por ejemplo, en el caso del SARS-CoV-2 se cree que es un virus que pasó del murciélago al pangolín y después al humano. Además, no todos los virus zoonóticos que pasan al humano luego pueden transmitirse a otros humanos. Por ejemplo: el virus de la rabia infecta a una persona y de ahí ya no se puede transmitir a otra. Es de animal a un humano y llega hasta ahí.
—¿Hay animales que nos pueden infectar más que otros?
—Es más probable que el humano se infecte de un animal con el cual tiene más parecido evolutivo, como el mono, pero los animales también pueden cumplir la función de ser reservorios. Esto sucede cuando un animal con menos probabilidades de contagiar a un humano tiene el virus y se lo contagia a otro animal con más probabilidades de contagiar a un humano. Como si un animal funcionara de mediador entre el virus de otro animal y nosotros.
—¿Por si solos los murciélagos no podrían haber generado el SARS-CoV-2?
—La hipótesis más grande es que el virus sale de los mercados chinos donde mezclan animales salvajes, domiciliarios, muertos y vivos. Cada especie tiene sus propios patógenos o enfermedades, que al estar en su propio cuerpo no pasa nada, pero al pasar a otra especie sí puede pasar algo. El hecho de juntar animales que suelen estar separados no solo genera inusuales intercambios de virus, sino también nuevas mutaciones, es decir, nuevos virus.
El Covid-19 es más mortal y menos contagioso que el sarampión y mucho menos mortal que el ébola. Además, podríamos ubicarlo entre los balances de letalidad y capacidad de contagio de la gripe de 1918; sin embargo, nuestro mundo ya es otro: el contexto dentro del que nos relacionamos con los virus cambió.
—¿Qué procesos llevan a aumentar las probabilidades de que se expandan nuevos virus que infectan a humanos?
—La globalización y la superpoblación. A medida de que el humano le va ganando terreno a los animales, estos pasan a tener un contacto más estrecho entre ellos. Los animales quieren ir a otros lugares, lo podemos comprobar viendo cómo en estos meses de cuarentena han salido a espacios donde no se los suele ver porque se sienten amenazados.
A nivel internacional el mercado de animales silvestres ocupa una relevancia escondida. El comercio de animales salvajes es uno de los principales negocios ilícitos después del tráfico de armas, narcotráficos y personas. Según un informe de los gobiernos Estadounidense y Chino de 2018, terminar con el comercio de animales silvestres en el mundo acabaría con una industria que ingresa entre $ 7 y $ 23 mil millones de dólares por año. Por otro lado, comer fauna silvestre ha sido parte de la tradición cultural en China durante miles de años y no va a cambiar de la noche a la mañana. Un reporte de la Academia de Ingeniería China de 2017 estima que en el país oriental este negocio está valorado en $ 74 mil millones de dólares y además emplea a más de 14 millones de personas.
—En febrero China decidió prohibir el comercio de animales silvestres.
—Ya lo decidieron muchas veces. Antes del SARS-CoV-2 apareció el SARS, que también se supone que apareció en uno de estos mercados y ya en ese entonces a causa del SARS el gobierno los clausuró. Sin embargo, estas son actividades que se siguieron realizando ilegalmente. La realidad es que de alguna forma los chinos tienen que alimentarse y no solo ellos, si el mundo sigue aumentando su población en algún momento tal vez todos terminemos comiendo murciélagos. La eliminación de estos mercados no implicaría que no se sigan generando virus nuevos, pero sí reduciría las probabilidades.
La ilegalidad de un negocio no significa que el negocio termine, muchas veces esto es una oportunidad para que los traficantes no tengan que acatar reglas de comercialización, transporte o cuidados alimenticios. Con el tiempo sabremos si la decisión del gobierno chino fue acertada o no. Y si fue correcta, esto tampoco significa que estemos liberados de otra pandemia.
¿CÓMO NO VOLVER A TROPEZAR?
La historia de los gobiernos ante los contagios destaca por su modalidad reactiva y no preventiva, mismo por su desconfianza hacia sus profesionales. Se estima que si el gobierno chino hubiera adoptado las medidas de cuarentena tres semanas antes, el número de infectados en el país se hubiera reducido hasta un 95 %. Al contrario, el gobierno amenazó al Dr. Li Wenliang, uno de los profesionales que trató de advertir la propagación del virus, para que deje de esparcir mensajes sin fundamento. Wenliang murió de coronavirus días antes de que decretaran la cuarentena en su país.
Pocas semanas más tarde, entre febrero y marzo, distintos mandatarios se mostraron escépticos o sorprendidos ante la aparición de este virus: «Esta es una conspiración de nuestros enemigos para obligarnos a parar el país», dijo Hasán Rohaní, el presidente de Irán; «deberíamos seguir con nuestra vida como siempre», expresó en marzo el primer ministro británico, Boris Johnson; «hay mucha fantasía con el tema coronavirus», opinó el presidente brasileño Jair Bolsonaro; y por último, Donald Trump afirmó que «nadie sabía que habría una pandemia de esta magnitud». Estas declaraciones son el reflejo de la poca jerarquía que en el mundo se les da a las investigaciones científicas. Las mismas que advertían que algo así podía pasar.
China no es el único punto de acceso para los virus. La aparición de nuevos patógenos tiende a ocurrir en lugares donde una población densa ha cambiado el paisaje, mediante la construcción de carreteras y minas, la tala de bosques y la intensificación de la agricultura. Otras economías emergentes importantes, como India, Nigeria y Brasil, también corren un gran riesgo. Los países en desarrollo y ubicados en los trópicos, donde la diversidad de la vida silvestre es mayor, deberían ser la primera línea de esta batalla contra los virus.
—Hoy la industria farmacéutica trabaja en una cura para el Covid-19, ¿seguirán investigando el virus una vez encontrada la cura?
—Como se dice: “muerto el perro se acabó la rabia”. Una vez que el brote termina y desaparece el virus no ves un peso más invertido. Si luego del brote del SARS de 2002 se hubiera continuado invirtiendo en investigaciones para dar con una vacuna contra el virus, quizás esa vacuna nos podría haber servido para hoy. Cuando salieron los antibióticos en 1928 todos estaban tranquilos pensando que podían matar a todas las bacterias y hoy tenés bacterias que no podés matarlas con nada. En algún momento hay que tomar la decisión de invertir, y a medida que pasa el tiempo, la inversión es más grande porque cada vez somos más personas y estamos más juntos.
—Supongamos que consigamos una vacuna para el Covid-19, ¿qué probabilidades hay de que aparezca un nuevo coronavirus?
—Esa sería la situación de lo que sucede con el Influenzavirus, que tiene una tasa de mutación muy alta, entonces cada año se tiene que crear una nueva vacuna. Podría pasar con el SARS-CoV-2, pero se cree que no. Lo «bueno» es que el Covid-19 es una enfermedad respiratoria al igual que la última pandemia que tuvimos en Argentina: la gripe A. Entonces esa parte del sistema de salud la tenemos bien reforzada y es la que estamos usando. Pero siempre se puede estar mejor.
La insuficiente inversión y coordinación en medicina y ciencia a nivel mundial y las situaciones de hacinamiento de los animales y las personas son ejes centrales que quedarán por trabajar una vez terminada esta pandemia. No debemos relajarnos con la aparición de las vacunas, pueden venir nuevos virus o nuevas ideas. Por ejemplo: ya tenemos una vacuna muy exitosa para el sarampión y, sin embargo, en Argentina, gracias a personas que no quieren vacunarse, el virus resurgió. Ya que tanto se habla en lenguaje bélico durante las pandemias, podríamos decir que algún día tal vez ganemos esta batalla, ¿pero nos quedaremos con la guerra?
POR: JUAN IGNACIO ZINGONI