CEMENTO, EL LUGAR DONDE NO EXISTÍA EL DERECHO DE ADMISIÓN

POR FRANCO PÉREZ

El público y las bandas de rock se dividen entre quienes fueron o tocaron en Cemento y quienes nunca vivieron su mística. ¿Qué tenía de especial asistir a ese templo cultural que se fundó hace 35 años, en 1985, y que cerró en las primeras horas del 31 de diciembre de 2004, a la par de la tragedia de Cromañón?

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Es el martes 15 de agosto del 2000 y suena un teléfono. Del otro lado, se escucha una voz entusiasmada.

—¡Esta noche toca La Renga en Cemento!

Hace casi 20 años, a principios de agosto del 2000, el power trío de Mataderos acababa de lanzar La Esquina del Infinito y había anunciado dos fechas para el 13 y 14 de octubre en la cancha de Ferro. Pero en la primera semana de agosto, casi a la par del lanzamiento del disco rengo, comenzaron a circular en algunos reductos rockeros unos volantes que decían “Martes 15 – 20hs. Cemento.  Entrada: $8. A total beneficio de la Asociación Los Chicos de la Esperanza. Tocan Vorax, Callejeros y…” el dibujo de una pequeña estrella negra completaba el flyer. El boca en boca comenzaba a replicarse.

Una de las pocas coberturas que salió sobre ese concierto fue en la edición de septiembre del 2000 de la revista La García. Humphrey Inzillo, el periodista que fue a cubrirlo no recuerda si alguien llamó a la redacción o cómo llegó el aviso, pero sí tiene claro que esa fue la primera vez que escuchó a Callejeros —una banda desconocida y sin discos editados por aquellos días— y que nunca vio tanta gente allí. 

—Nos avisaron el mismo día en una época donde no había redes sociales. Fue un show tremendo por la energía. Ver a una banda de estadios en un lugar mucho más pequeño siempre tiene algo impresionante. Nunca vi Cemento tan lleno como ese día.

Esa noche hubo casi 2000 personas. Pero la banda de Chizzo no fue el único trío de la noche: la otra sorpresa fue el mini show de tres temas de Divididos. “Solo faltaban el Indio y Skay. Esa noche se recaudaron unos 12 mil pesos (dólares en aquel momento) y donaron todo”, recuerda Raúl Villarreal, histórico encargado de la boletería de Cemento y organizador de fechas junto a Omar Chabán, en el libro Cemento, el semillero del rock.  Como ese show, hubo miles entre 1985 y 2004.

—Cemento tenía esa cosa del factor sorpresa —comenta Nicolás Igarzábal, autor del libro donde narra la historia de ese espacio cultural. Reconstruye la historia de Cemento a través de casi 150 entrevistas a músicos, periodistas, productores y al mismo Omar Chabán, el histórico gerenciador, a quien visitó durante cinco meses en el Hospital Santojanni, hasta los días previos a su muerte. La primera vez que Igarzábal pisó Cemento fue en 1999, a sus 14 años, cuando fue con su padre a ver la presentación de Otras Canciones, el disco de covers de Attaque 77. Desde aquel debut, iría aproximadamente cincuenta veces más hasta su cierre.

—Era como una escuela de rock, donde tuve mis primeros pogos, tomé mis primeras cervezas y tuve mis primeras coberturas como periodista. Fue mi educación sentimental. Ir a Cemento era siempre muy impredecible, siempre pasaban cosas, todo arrancaba tarde, siempre se subía algún invitado a cantar, siempre había algún cantito o quilombo con el público, y como Cemento también tenía su propio público, lo hacía especial. Era un plan de toda la noche, de ver muchas bandas, una obra de teatro. Había una mezcla cultural y artística muy fuerte, latente de miércoles a domingo. El lugar atraía gente de por sí, no era que solo veías el show y te volvías, como en Vorterix o en Niceto.

EL ESPACIO QUE NECESITABA LA DEMOCRACIA

—Tenemos que crecer y ahora con la democracia hacer un lugar grande, grande, grande para que la gente se desparrame en el espacio —proponía Omar Chabán en una entrevista televisiva en 1985. Con su pareja de entonces, la actriz Katja Alemann, compartían la misma idea: fundar una discoteca donde además de bailar, se pueda hacer teatro y performances experimentales. Después de ver un local en Perú 535, que luego sería en el boliche Museum, caminaron diez cuadras más y se encontraron con un estacionamiento de 1500 metros cuadrados en la dirección Estados Unidos 1234-1238, en el barrio de Constitución. Allí, durante casi 20 años funcionó Cemento y prácticamente no hubo banda de rock, punk, reggae o metal nacida entre los ochenta y los noventa que no haya tocado o dejado un grafiti en sus paredes. 

Germán Daffunchio, cantante y guitarrista de Las Pelotas, improvisa una mesa de ping pong en los camarines de Cemento. Foto: Lorena Pérez.

 

El único registro audiovisual que relata la historia del boliche desde sus orígenes es Cemento, el germen de la democracia, publicado en 2017. Su director, Lisandro Carcavallo, explica por qué Cemento merecía un documental. 

—Fue bandera y estandarte de la contracultura y la posdictadura. Cumplia un rol esencial a la hora de permitir una libertad de expresión total y de difundir, por ejemplo, la escena de los primeros transformers y travestidos. Cemento nació como un espacio sin derecho de admisión, donde cualquiera podía entrar, ser, pertenecer y encontrarse con pares. Era muy importante retratar lo que fue el surgimiento de esa usina cultural, que luego terminó siendo el lugar más emblemático en la historia de nuestro rock y nuestra música, donde convivían tanto los punkies como el público más metalero o de rock barrial y donde hasta el último día se siguieron haciendo obras de teatro y ollas populares.

En una de esas obras de teatro que había los días de semana, más precisamente un jueves, fue que Humphrey Inzillo, hoy editor de la revista Brando y columnista de La Nación+, conoció Cemento. La obra se llamaba Fragata Heroína, “una cosa rarísima de danza, con muy poca gente en el público”, que transcurría en el mismo espacio donde estaban las y los asistentes, pero más allá del concepto artístico, representaba algo más profundo.

—Mi puerta de entrada a Cemento fue para algo periférico al rock y, de algún modo, formaba parte de todo lo que fue Cemento, un espacio importantísimo para el desarrollo de la cultura alternativa en Argentina. A Chabán lo reivindico como un gran activista para la cultura emergente y como una persona que ayudó muchísimo a un montón de bandas que crecieron ahí. Todos hablan con mucho respeto y cariño por los arreglos (económicos) que hacía, el modo de apoyar y de apostar por artistas emergentes. A su vez, no sé si hubo en algún momento un perfil serio de Chabán. Es un tipo que nunca tuvo la nota que se merecía en Rolling Stone, por ejemplo, antes de Cromañón —reflexiona Inzillo.

En sus comienzos, Cemento no fue pensado como un lugar para que toquen bandas de rock. El día de su inauguración hubo pintura, música y desnudos. Foto: Osvaldo Fulgenzi. 

DETRÁS DEL PERSONAJE

Cuando en su adolescencia iba a ver bandas como Flema, 2 Minutos, Cadena Perpetua o Superuva, a Nicolás Igarzábal, autor del libro Cemento, el semillero del rock, le llamaba la atención otra cosa además del punk rock: miraba con asombro al personaje que se paraba en la barra a gritar ofertas de cerveza, que daba vueltas entre el público en una bicicleta con un canastito y que recibía toda clase de puteadas cuando agarraba el micrófono e intentaba poner un poco de orden, como si todo fuera parte de una obra teatral delirante. A ese personaje lo pudo conocer casi una década después.

Entre septiembre de 2013 y abril de 2014, Igarzábal fue casi todas las semanas a ver a Omar Chabán al Hospital Santojanni, donde pasó sus últimos meses ya condenado por la tragedia de Cromañón, el otro boliche que gerenció hasta 2004; y enfermo de Hodgkin, un cáncer en el sistema inmunológico que provocaría su muerte meses después. Le leía los borradores de su futuro libro y se acostumbró a recibir llamadas del exgerenciador de Cemento donde se despedía de él creyendo que se moriría y le pedía que fuera al hospital a saludarlo. Empezó a dejar de tomarlo en serio, pero un día fue verdad: el 17 de noviembre de 2014, Chabán murió. Y el libro que contaba parte de su historia en la escena musical local pudo salir recién un mes después, en diciembre: “Me quedó esa espina. Me hubiera encantado que lo hubiera visto terminado”.

¿Con qué persona te encontraste cuando lo conociste a Chabán?

—Con alguien que se podía hablar de cine, de teatro, fue un tipo muy inteligente. La gracia era que manejaba un boliche de rock alguien que no era rockero, reventado ni bardero, sino que tenía cierto criterio y curaduría más artística, otro enfoque con las bandas: se copaba con el vestuario y con las letras. Eso me lo contaba, lo fui a chequear y era así. Por ejemplo, Carajo cuenta que él le recomendó tirar papel higiénico en la canción “Sacate la mierda”, que recién estrenaban y era de su primer disco. Lo hicieron en Cemento, en el Cosquín Rock y fue visualmente divertido. Tenía una cabeza artística de actor, buscaba interpretar las letras, el vestuario, cómo se paraban en escena las bandas, cosas más profundas que solo la música.

EL FIN DE UNA ÉPOCA

La noche del 30 de diciembre de 2004 murieron 194 personas en República Cromañón, el boliche que Chabán había inaugurado —casualmente con un recital de Callejeros— el 10 de abril de ese año. Su objetivo era competirle fechas al Estadio Obras y que los grupos que ya no podían tocar en Cemento por la gran cantidad de público que llevaban puedan hacerlo ahí. Pero las puertas de emergencia cerradas con candado, el exceso de público y las bolas de fuego de una candela que impactaron en una media sombra que largaba gases tóxicos convirtieron al lugar en una trampa mortal. Fue también el final de una forma de encarar el under para bandas y artistas emergentes.

Las últimas entradas en Cemento se vendieron a tres pesos, para la fecha de Sancamaleón del 30 de diciembre de 2004. Al concentrar tantos recitales, el lugar era parámetro a la hora de fijar precios. Raúl Villarreal rememora en el libro Cemento, el semillero del rock el día que junto a Chabán recibieron el Suplemento Sí! de Clarín en la cárcel. Era 2005: “Las entradas de los shows costaban 15 pesos anticipadas y 18 en puerta, no lo podíamos creer. Nosotros siempre las teníamos baratas para que pudieran entrar todos”. 

—Cuando pasó Cromañón seguía teniendo una buena imagen de él, como la mayoría de los músicos que hablan en el libro y le agradecen por el espacio que les dio y por abrir las puertas a todos los géneros musicales y estilos. La culpa que tenía él y Callejeros la sabía, pero cuando lo conocí más profundamente, solo confirmé eso, que era una buena persona, muy inteligente y que quería cuidar a todos, no quería hacerle daño a nadie —comenta Igarzábal, autor del libro que narra la historia de Cemento.

Una impresión similar le quedó a Carcavallo después de hacer más de cien reportajes a artistas que van desde Ricardo Iorio, Ricardo Mollo, el Indio Solari, La Renga, Las Pelotas o 2 Minutos para su documental: “En las cien entrevistas, prácticamente nadie habló mal de él. Todos destacaron esa virtud de dar oportunidades. Cemento fue diferente por Omar, por un tipo que apostó mucho al arte y que si bien era su negocio, entendía que había una cuota humana de búsqueda artística muy fuerte”.

¿Mantuviste siempre el mismo concepto sobre Chabán o lo cambiaste con el tiempo?

Se habló mucho de Omar después de todo lo que pasó en Cromañón y no digo que no se haya equivocado. Todos sabemos que se equivocó y tuvo culpas, pero no fue el único para demonizarlo como se hizo. La película buscó en las voces de otros poder entender cuál era la figura de Omar. Yo soy parte de una generación a la que Cromañón lo marcó muy fuerte. Tuve primos, amigos y amigas en Cromañón, por suerte no tuve ningún fallecimiento cercano, pero sí gente por la cual me preocupé. Recuerdo esa noche estar en vilo y no se podía creer. Cuando empecé la película, lógicamente tenía una mirada distinta de Omar. Nunca lo creí demonio como lo habian vendido, pero en ningún momento imaginé que el nivel de cariño que se tenía por él era tal. Me ha pasado de estar entrevistando y que se quiebren en llanto al recordarlo o que me digan que lo consideraban su segundo papá. Eso te cambia mucho la mirada porque uno entiende su rol como gestor cultural. Creo que el revisionismo que se vivió en los últimos años sobre la escena es muy importante, no solo con el docu de Cemento, sino también con (el documental sobre metal argentino) Sucio y Desprolijo. Hay varias películas que surgieron y hacen un recorrido muy importante sobre la historia de nuestra música desde el eje de una banda, un movimiento o un lugar como Cemento.

 Catupecu Machu sobre el escenario de Cemento en 1998. Ese año, en ese lugar grabaron A morir!, su primer disco en vivo y el segundo editado oficialmente por la banda. Foto: Cristian Minzer.

 

Omar Chabán fue detenido la tarde del 31 de diciembre de 2004. Según el abogado Joe Stefanolo, allegado suyo y defensor de Villarreal en la causa Cromañón, desde ese día Cemento “quedó huérfano de conducción. Hubo una cooperativa para tratar de reflotarlo, pero era muy complicado porque había un estigma muy grande sobre él, era el enemigo número uno del país. Cualquier cosa que tuviese su impronta iba a ser boicoteada”.

Esa idea cooperativa la impulsaba Mario Duarte, seguridad en el vallado de Cemento y encargado de limpiar los baños, tan icónicos como mugrientos. Llamativamente, mientras funcionó el boliche vivió varios años en una piecita en el altillo del local. Luego de su cierre siguió viviendo ahí y se convirtió en el sereno. En un reportaje para Rolling Stone realizado en 2005, Villareal reveló algo que pocos sabían: el terreno no era propiedad de Omar Chabán, sino de un abogado llamado Enrique Clausen, a quien se le pagaba cinco mil pesos mensuales de alquiler (un poco menos de dos mil dólares de la época): “Clausen nunca quiso venderle el terreno a Omar. Y eso que quiso comprarlo en más de diez oportunidades”. La cooperativa nunca logró ser realidad.

En 2010, el Gobierno de la Ciudad le compró el predio a Clausen por 2.780.000 pesos y como en Estados Unidos 1228 literalmente al lado de Cemento— se encontraba la sede del Ministerio de Educación de la Ciudad (hoy está en el Barrio 31), ese terreno se convirtió en un estacionamiento de esa dependencia. Paradójicamente, antes de transformarse en Cemento, ese terreno también había sido un estacionamiento.

El único proyecto oficial que se presentó en la Legislatura porteña con intenciones de convertir ese famoso estacionamiento en un museo fue del ex legislador Pablo Ferreyra. “La idea, lejos de reabrir Cemento, es resignificarlo, crear un espacio donde pueda plasmarse lo que fue ese espacio, con materiales audiovisuales, objetos, presentaciones, charlas”, proponía Ferreyra un año antes de finalizar su mandato como legislador en 2017, pero esa iniciativa nunca logró tratarse. “Estábamos muy interesados en ese proyecto. Cuando digo nosotros, hablo de la comunidad que fue a Cemento y se vio muy entusiasmada en que deje de ser un estacionamiento y vuelva a ser algo que nutra y le devuelva a la sociedad. Pero al no estar más Pablo Ferreyra como referente de ese proyecto en la Legislatura, ese lugar quedó vacío y no hubo más avances”, replica Lisandro Carcavallo, director del documental de Cemento.

Pero hubo un acto de justicia el 26 de abril de 2017. En el marco de la presentación de la película, Carcavallo consultó a las autoridades del BAFICI (el festival de cine donde se iba a presentar) qué posibilidades había de realizar esa presentación en el estacionamiento ubicado en Estados Unidos 1238, donde funcionó Cemento. Obtuvo el sí y después de estar más de 12 años cerrado al público, por un rato revivió Cemento. 

“Fue un paso más en la batalla. Volver a ese lugar, sentirlo y ver a padres que entraban con sus hijos dándole besos al suelo o llorando, fue algo increíble”, recuerda Lisandro Carcavallo, director del documental Cemento, el germen de la democracia. ¿Habrá sido la última?

 

POR FRANCO PÉREZ

Franco Pérez

2 comments

  • Perfecto. Salvando dos errores.
    1°= RAUL VILLARREAL nunca fue jefe de Seguridad ni de Cemento ni de Cromañon. (Siempre en la boletteria y armando junto a Omar los shows).2°= el que vivia en Cemento era Mario Duarte , no Diaz.
    DIAZ , era seguridad en Cemento y cuando se abre Cromagñon era el encargado del.mismo. luego de la tragedia comienza a trabajar con Kapanga hasta su deceso. 3° el que hace el comentario en la R.Stone es Villarreal. Buen historial. Debia estas correcciones.
    RAUL VILLARREAL.

    • Hola Raúl, muchas gracias por la buena onda para leer la nota y hacer esas aclaraciones. Las vamos a agregar y mil disculpas por los malentendidos. ¡Un abrazo grande!

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