EL MUNDO CRIMINAL DE LAS HINCHADAS FUTBOLÍSTICAS

POR JUAN BARREIRO

El fútbol es la expresión más extraordinaria de la cultura popular. Para los apasionados es una salida de la cotidianidad; la cancha, un mundo aparte, y ser hincha, un estilo de vida.  Solo necesitás una pelota que puede ser de cuero, de trapo o de goma. Se puede jugar en los mejores estadios, como el Camp Nou o Wembley, pero también en un potrero sin pasto y con postes de madera. Debido a su popularidad, influye en el mundo del espectáculo, del entretenimiento y de la política. 

Jorge Negroe es antropólogo, periodista mexicano y publicó trabajos de investigación sobre las hinchadas de fútbol. Habló con Revista Sendero sobre la identidad de los hinchas; los barras, su poder, sus particularidades en cada país, y su relación con la dirigencia de los clubes y de la política.

También charlamos con Alejandro Casar, periodista del diario La Nación especializado en la política del fútbol nacional y que explica el surgimiento de las barras bravas en Argentina. 

—La barra brava de cualquier equipo empieza a tomar cuerpo desde que el fútbol se convierte en un fenómeno global. Antes de la globalización y la venta de derechos de televisión, la barra no existía; con lo cual, al calor de la plata y del negocio empezó a crecer la barra brava como organización —comenta Casar.

Cuando hablamos de fútbol, es verdad que Europa es la élite; lo que explica la fuga constante de jugadores latinoamericanos hacia el Viejo Continente. Aunque la mayor diferencia se ve en el comportamiento de las hinchadas.

¿Se puede hacer una comparación entre las aficiones europeas con las latinoamericanas? 

Alejandro Casar: No, yo no compararía las barras o las hinchadas de los equipos europeos con las de los equipos argentinos. Primero porque los equipos son híper heterogéneos, y ni hablar en Argentina. No es lo mismo, por ejemplo, la barra brava de Olimpo de Bahía Blanca que la barra de Barracas Central que la de Ferro o la de Platense. Si bien todas las barras bravas son organizaciones en donde las individualidades quedan mitigadas por la masa, característica principal de una barra brava, hay barras y barras. Creo que tendría que haber un trabajo por parte del Estado para evitar que esas organizaciones se transformen en asociaciones ilícitas.

Por su parte, Negroe agrega: “Cada país tiene una historia diferente junto con diversas expresiones culturales. Para los europeos, ellos son el top de la creación cultural, todo lo que hacen está bien y debe hacerse como modelo, y nosotros, el resto de los países de segundo y tercer mundo, estamos perdidos en alguna parte de esa evolución y tenemos que desarrollarnos hasta poder llegar a ser como ellos. Pero cada país tiene su propia identidad: no tienen por qué aspirar a ningún modelo”.

Sin embargo, países como Inglaterra también sufrieron con estos grupos violentos; en su caso, los “Hooligans”. El gobierno británico implementó un paquete de recomendaciones para acabar con ellos, conocidas como el “Informe Taylor”: medidas para penalizar a los violentos con multas y sanciones. Se mejoró la seguridad, se crearon cuerpos especializados de la policía; se identificaron a los integrantes de las barras para mayor vigilancia a través de cámaras de circuito cerrado de televisión (CCTV), y lo más importante: los clubes de fútbol se involucraron para adoptar medidas con la financiación del gobierno.

«Así se vivía el fútbol. Ibas al bar, te tomabas un trago, ibas al partido, tal vez tenías un enfrentamiento verbal o físico con otro club con el que te topabas en el camino. Era lo normal», dijo alguna vez Doggie Brimson, joven hincha del Watford. La violencia “hooligan” se convirtió en un modo de vida y en una adicción, pero pudo ser controlada por el gobierno inglés.

Los Hooligans y su lógica violenta.

¿Se puede implementar el modelo inglés en Argentina para terminar de una vez por todas con los barras bravas? 

Alejandro Casar: No, de ninguna manera creo que sea extrapolable la solución inglesa a la solución argentina porque somos sociedades completamente diferentes. Por ejemplo, Inglaterra no tiene los barrios empobrecidos o los bolsones de pobreza o las villas de emergencia que tiene la Argentina. Además, el fútbol inglés en los últimos años manejó una cantidad de plata que es impensada para el fútbol argentino. Al producto “fútbol inglés” le servía y, de hecho, necesitaba una solución al tema de la violencia. El producto “fútbol argentino” también lo necesita, pero no tiene cómo financiarlo. Entonces, es imposible.

“Las barras argentinas son grupos económicos ilegales de importancia, con conexiones políticas, policiales y sindicales muy altas”, escribe Gustavo Grabia, uno de los periodistas más especializados en barras, en su libro La Doce, la verdadera historia de la barra brava de Boca. No son solo un conjunto de violentos como en Inglaterra.  

—En Argentina uno paga su membresía y una vez que entra al club, puede capitalizarse políticamente para llegar a ser presidente. Para eso, se usa tanto la vía legal como la ilegal que instrumentaliza las barras como grupos de choque por medio de sobornos, amenazas y favores. También, ser presidente del club puede ser utilizado como trampolín para obtener más poder, como en el caso de Mauricio Macri, que después incursionó en la política —explica Negroe, antropólogo mexicano. 

El fútbol en nuestro país se maneja por asociaciones civiles sin fines de lucro a diferencia de Europa o México, por ejemplo, donde la gran mayoría de los equipos son Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). En las asociaciones civiles tienen mayor peso los socios, se reúnen cada año en asambleas y votan a sus representantes que se encargan de la toma de decisiones, mientras que en las SAD, las decisiones las toman los accionistas y propietarios. No hay elecciones, y uno de sus objetivos principales es que sus propietarios ganen dinero. Las SAD se manejan más como empresas que como instituciones deportivas.

Un hincha jamás puede llegar a ser presidente de una Sociedad Anónima Deportiva, a menos que tenga el capital económico para comprar al equipo. Por eso, generalmente los grandes empresarios multimillonarios se encargan de la toma de decisiones de la SAD y no los socios. 

Javier Cantero, expresidente de Independiente y uno de los pocos dirigentes que combatió a los barras durante su mandato.

BARRISMO SOCIAL

Generalmente, la respuesta de las autoridades ante la violencia de estos grupos es la represión, como en Inglaterra. Aunque en distintos países de Latinoamérica se ha implementado una manera diferente de instrumentalizar esa violencia mediante acciones sociales: el “Barrismo social”. En Colombia, comenzó en la década pasada, cuando la barra del Atlético Nacional de Medellín realizó acciones que le correspondían al Estado para mejorar el entorno social, como rehabilitar parques, pintar paredes o realizar torneos de fútbol para que los jóvenes se enfocaran más en el deporte que en la delincuencia. Este modelo sirvió de base para otros proyectos, como en Chile, donde “La Garra Blanca” del  Colo Colo comenzó a hacer algo parecido. 

—En México tenemos dos casos: Tigres, que trabaja en eso, aunque todavía hay peleas y acciones violentas; y tenemos la barra brava de los Pumas, llamada La Unión Popular Auriazul. Ellos, en conjunto con una ONG, realizan acciones sociales y de resolución de conflictos antes del estallido de la violencia, y evitan así peleas y que los medios de comunicación hablen mal de los barras mexicanos. Lo ideal sería que el “Barrismo social” sea reconocido por ley e integre los programas de apoyo del Estado, ya que, la solución no es la represión —afirma Negroe. 

El barrismo social en Colombia abre la oportunidad de ver partidos en paz y tranquilidad. 

¿Por qué en Argentina no se aplica?

Las barras bravas son instrumentos de la política en Argentina y tienen mucho poder, por lo que son muy difíciles de controlar y de erradicar.  

—Hay demasiados intereses creados, en cualquier equipo medianamente grande o cualquiera del ascenso. Toda comisión directiva tiene uno o dos dirigentes que se ocupan del tema de las barras. Es un tema de Estado en cuanto a tener cortita a la barra brava. Lamentablemente, como sociedad generamos anticuerpos para acostumbrarnos al tema de la barra, porque el Estado desde su poder de policía no hace nada —comenta Casar, periodista de La Nación

—En Argentina las dirigencias lo primero que hacen es decir que está prohibida la violencia y manejan una especie de represión contra las barras bravas, pero a la vez, también les dan entradas, les dan cierta libertad para hacer sus cosas, y hay ventas de sustancias ilegales en algunos casos. Entonces, todo esto es sabido y permitido por la dirigencia y nos vemos con esa contradicción. En México, las barras bravas están solamente para apoyar a los equipos, el 95 % de la barra asiste y paga sus entradas. No se ven beneficiados económicamente por los clubes, cosa que sí sucede en Argentina. Creo que las barras bravas en Argentina no van a dejar de existir porque tienen un uso político —opina Negroe. 

Cuando hablamos de intereses, conexiones y uso político, hay ejemplos que lo ilustran, como el que nos cuenta Gustavo Grabia en su libro sobre «la 12», la barra brava de Boca. A mediados de 2009, el gobierno de Cristina Kirchner estaba peleado con el Grupo Clarín y el principal conflicto era por el proyecto de Ley de Medios. El kirchnerismo quería limitar el poder del grupo mediático más grande de la Argentina, y en ese esquema le apuntaba directamente al negocio del fútbol televisado —controlado por Clarín—.

La idea era utilizar a las barras bravas de Boca y de River para que mostraran grandes banderas que pidieran el fútbol gratis para todos en el superclásico. Para eso, hubo una reunión con Mauro Martín, entonces jefe de la barra de «la 12», con funcionarios del gobierno en Casa Rosada. Hubo un acuerdo. Cada barra recibió cien mil pesos, una bandera contra Clarín que pedía el fútbol gratis, y la barra de Boca, además, tuvo un negocio adicional: a cambio de doscientos pesos por persona, puso a cuarenta de sus miembros a repartir folletos contra el grupo Clarín y a favor de la Ley de Medios. 

El Estado, al ser cómplice, hace mucho más difícil que se puedan erradicar las barras, porque se benefician mutuamente y el Estado es el que tiene que actuar en su contra. 

—Para que el fútbol argentino no tenga barras bravas tiene que haber una decisión férrea del Estado de erradicarlas, y esa decisión no está relacionada con la prohibición de hinchas visitantes en Capital Federal y el Gran Buenos Aires. La prohibición es la resignación del Estado en decir “no podemos con ellos, entonces los prohibimos”, como sucede en un montón de cuestiones a nivel de control del Estado en otros ámbitos. El fútbol no es ajeno a eso. Mientras no haya inteligencia por parte del gobierno y no haya un cuerpo de policía especialmente entrenado para evitar la violencia en los estadios, va a ser imposible —explica Casar.

La doce en apoyo al gobierno de Cristina Kirchner en su pelea contra el grupo Clarín en el superclásico del Clausura 2009.

POR JUAN BARREIRO

Juan Martín Barreiro

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